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Salida de emergencia

Cristina Pardo

Mariano Rajoy ha empezado a hablar. Ya pronuncia sus primeras palabras. Obviamente, no es casual su repentina necesidad de comunicarse cuando solo queda un mes para las elecciones. Rajoy comenzó la legislatura buscando instintivamente la puerta de atrás en cuanto veía a los periodistas. Todavía recuerdo su huida del Senado una tarde en que la prima de riesgo estaba desbocada y los españoles, al borde de un ataque de nervios. Aquella imagen no fue digna de un presidente del Gobierno. En aquel periodo apenas daba explicaciones y cuando por casualidad lo hacía, decía cosas como que se iba al fútbol porque el rescate de los bancos estaba finiquitado. Fueron momentos de estupefacción.

Después estalló el caso Bárcenas y el presidente habló, pero con quien no debía. “Luis, sé fuerte. Hacemos lo que podemos. Mañana te llamaré”. Y así es como entramos en la época del plasma. Fue un error tan mayúsculo, que todavía me pregunto cómo no hubo nadie del entorno de Rajoy capaz de evitarlo. Incluso por aquellos días, un periodista que trabaja en La Moncloa me dijo: “Si estás dentro y te explican los motivos, entiendes la elección del plasma”. Me dieron ganas de contestar: “Sí, pero si sales un segundo fuera, se te pasa”. Rajoy explicó hace unos días que se escondió detrás de una pantalla porque tuvo que dedicarse “a evitar la quiebra”. Sencillamente, no es verdad. El día del plasma, el día que todos recordamos, se produjo cuando el presidente se vio acorralado por su tesorero con una defensa endeble, con escasas posibilidades de salir ileso de una comparecencia con preguntas. No olvidemos que aún hoy quedan cosas por explicar.

El presidente del Gobierno ha seguido desaparecido hasta hace cuatro días, cuando ha decidido salir apresurada y estrepitosamente forzado por las encuestas, los televisivos líderes de la oposición y el llamado “martilleo” de los medios de comunicación. Sin embargo, pasar de cero a cien, cuando además no crees en ello, es muy difícil. El líder del PP –oxidado- se planta en entrevistas que muchas veces no sabe resolver (“¿Y la europea?”). Se planta en conferencias con preguntas en las que, con cuatro años de retraso, admite que el SMS a Bárcenas fue un error. Se planta ante los periodistas allí donde antes pasaba de largo. Es decir, en los estertores de la legislatura es cuando se ha dado cuenta de que fuera de la Moncloa hay ciudadanos que le pueden incluso votar.

Las apariciones públicas conllevan riesgos, pero conviene correrlos por si resulta que tienes buen día. Rajoy tardó 72 horas en valorar la consulta del 9N en Cataluña. Ahora responde en cuestión de minutos a cada movimiento de Artur Mas. Y no solo habla para los españoles. De pronto, se ha dado cuenta de que también existen los líderes de la oposición. Bien. Con el hombre siempre callado, mucho cuidado.

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