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Vergüenza cotidiana en la valla de Melilla

Imágenes de los últimos saltos a la valla de Melilla. Foto: Robert Bonet

Gumersindo Lafuente

Simplemente inadmisible. Sencillamente vergonzoso. No hay que usar grandes palabras ni tirar de la retórica o la demagogia para calificar lo ocurrido el pasado miércoles en la valla de Melilla. En un vídeo facilitado por Prodein, una ONG local, vemos como miembros de la Guardia Civil acosan y apalean a una persona, la esposan ya inconsciente, la arrastran, y al final, incumpliendo la Ley de Extranjería, el convenio bilateral con Marruecos y su propio protocolo operativo, la devuelven al otro lado de la frontera.

Si esto sucede a plena luz del día, en un lugar en el que los agentes saben que están siendo vigilados por los defensores de los derechos humanos, no quiero imaginar lo que podría estar sucediendo en otros escenarios más discretos.

España, de la mano del gobierno del PP, se ha convertido en un país que trata con guante de seda a los delincuentes de cuello blanco. Que incluso ha tenido un ministro de justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que con su torpeza legislativa ha propiciado la huída de traficantes internacionales. Que se dedica a criminalizar las manifestaciones de colectivos afectados por la crisis… y que permite que funcionarios pagados con el dinero de todos apaleen a personas e incumplan la ley.

No voy a decir que no quiero vivir en este país, no me pienso bajar de este tren en marcha. Lo que sí digo es que me avergüenzo de tener unos responsables políticos que permiten esto y, también, unos funcionarios que hacen su trabajo de una manera tan inhumana, violenta y chapucera.

Y no podemos conformarnos. Por muy cotidiana que sea esta realidad hay que exigir responsabilidades y actuaciones acordes con la ley y los derechos humanos.

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