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Un vergonzoso intento de Rajoy de ocultar la verdad

Rajoy recibe información de los sucesos de Kabul por teléfono.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Sólo un Gobierno como el español y un presidente como Mariano Rajoy pueden decir tras la explosión de un coche bomba en la calle donde está la embajada española en Kabul que el ataque no estaba dirigido contra la representación diplomática de nuestro país. Sólo ese Gobierno puede decir, tras una explosión de grandes dimensiones que mató a dos policías afganos y uno español, que podíamos estar tranquilos. Sólo ese Gobierno puede sostener, cuando los policías afganos habían acabado con dos de los asaltantes pero temían que había más en los edificios cercanos, que el personal español estaba bien. 

Sólo alguien como Rajoy puede intentar monopolizar en campaña electoral la respuesta del Gobierno a esta emergencia y dar una versión de los hechos que no tiene ninguna relación con lo que estaba ocurriendo en esos mismos momentos.

El ataque de los talibanes contra la embajada fue similar a muchos otros realizados contra objetivos occidentales en Afganistán en los últimos años. En primer lugar, un coche bomba explota junto a la entrada o cerca de ella y mata o hiere a los guardias que protegen los accesos al recinto. Acto seguido, un grupo de hombres armados asalta el o los edificios para matar a sus ocupantes extranjeros y esperar la llegada de la policía. Atrincherados en su interior, pueden aguantar durante horas. No se entregarán ni negociarán. En el mismo edificio, los extranjeros escondidos en una zona de seguridad o en una habitación que no conocen los agresores no se moverán hasta que alguien aparezca para rescatarlos. 

El rescate será una operación larga y difícil, en especial si es de noche como era este caso, que durará mucho tiempo durante el cual será difícil contar con informaciones confirmadas sobre la suerte de las víctimas. Y eso vale para el Gobierno y los medios de comunicación. 

Al conocerse la noticia del ataque, las primeras versiones que llegaban de Afganistán a primera hora de la tarde del viernes indicaban que el objetivo era una residencia para extranjeros situada junto o frente a la embajada. Para impedir los desplazamientos en la ciudad, es habitual que las embajadas cuenten con una casa donde vive su personal en la misma calle o en un edificio anexo a la delegación diplomática. Por tanto, era lógico pensar que había españoles en peligro en ese momento. Al saberse que todo había comenzado con el estallido de un coche bomba, la preocupación aumentó.

Todo eso se supo poco después de las 16.00 hora española. Se anunció que el presidente del Gobierno comparecería ante los medios a las 17.45 desde Orihuela. Las fuentes habituales del Ministerio de Exteriores no ocultaron la gravedad del asunto e indicaron que Moncloa se ocuparía de informar a los medios. Toda la información se iba a “centralizar en Moncloa”, a pesar de que el presidente no estaba en su despacho sino en la Comunidad Valenciana inmerso en la campaña electoral. Está claro que Rajoy quería ser quien diera las noticias. 

En torno a las 18.30, Rajoy se acercó a los periodistas para hacer una declaración de un minuto y 40 segundos. Esta es la transcripción completa de sus palabras, excepto la referencia a sus contactos con varios líderes de la oposición (las negritas son mías). 

“Esta tarde se corrió la noticia de que podía haber habido un ataque a la embajada de España en Afganistán. No ha sido así. No ha habido un ataque ni era la intención de hacerlo contra la embajada de España en Afganistán. Así lo han indicado los talibanes. Era un ataque contra algunas casas de huéspedes que estaban muy próximas a la embajada. Lo que podemos decir en estos momentos es que todos podemos ser objetivo de un ataque terrorista, todos, cualquiera, cualquier país occidental, pero en este caso no lo era contra la embajada de España. En este momento, hay un policía español herido que ya ha sido evacuado, parece que las heridas no son de extrema gravedad, pero, insisto, lo están llevando al hospital. En este momento, han sido liberadas todas las personas que estaban trabajando como funcionarios en la embajada de España en Afganistán, y por tanto lo que parecía que era una mala noticia, pues al final por fortuna no es así. Creo que no hay víctimas españolas, no era un ataque contra nosotros, aunque, insisto, podría serlo perfectamente. (...) Por tanto, insisto, tranquilidad, la gente de la embajada de España en Afganistán está bien. Son los datos que nos informan desde allí, y espero que se confirmen a la mayor celeridad posible”.

Además de su estilo coloquial tan chocante en ciertas situaciones (“se corrió la noticia”), en tan breve espacio de tiempo Rajoy dijo hasta en cuatro ocasiones diferentes que no se trataba de un ataque contra la embajada española y su personal destacado en Kabul. Y en otras tres ocasiones afirmó que no había que preocuparse porque todos los españoles estaban bien. 

Tanto lo primero como lo segundo era falso. Cabe la duda de si lo hizo por pura incompetencia lanzándose a hacer declaraciones cuando era imposible saber con total seguridad qué había sucedido o si pretendía condicionar la cobertura de los principales medios de comunicación con estas palabras. Quizá fuera una mezcla de ambas cosas. 

Mientras tanto, varios medios internacionales informaban de un ataque contra la embajada española. Pocos minutos después, en el mitin previsto Rajoy tuvo que anunciar la muerte de un policía español. 

Mucho antes de que el presidente abriera la boca, un periodista afgano había contado todo lo que Rajoy iba a negar después. Después de las 15.00, hora española, Bilal Sarwary, periodista freelance que trabaja para la BBC, informaba en su cuenta de Twitter del ataque contra la residencia del embajador español en Kabul, detalle que no era correcto porque el embajador vive en otra zona, y afirmaba que España contaba con información previa, probablemente facilitada por el Gobierno afgano, que avisaba de un posible ataque.

Sólo unos días antes, los talibanes habían lanzado un ataque masivo contra el aeropuerto de Kandahar, en el sur del país, en el que mataron a 50 personas, entre civiles y personal de seguridad. 

Las fuerzas especiales de la policía afgana, la única unidad de las fuerzas de seguridad en condiciones de enfrentarse a una incursión talibán en la capital, tomaron posiciones en la zona, cortaron la electricidad y apostaron francotiradores en los edificios cercanos. Una hora después, Sarwary vio desde las inmediaciones cómo dos vehículos de la embajada estaban en llamas. Sus fuentes le contaron que al menos tres de los atacantes habían logrado penetrar en el recinto diplomático –fuera la embajada o la casa anexa donde vive el personal español– y le confirmaron que los vehículos ardiendo pertenecían a los españoles. Ya sabía que dos policías afganos, que protegían la embajada estaban muertos. Aún no tenía noticias de la muerte del policía español. 

También contó que dos españoles habían podido escapar. Habían salvado la vida, pero no podían estar seguros de lo que había pasado a sus compañeros.

Todo eso antes de que Rajoy abriera la boca y dijera que en absoluto se trataba de un ataque contra la embajada española. 

Para apreciar la confusión y la gravedad de los acontecimientos, cuando ya era de madrugada en Kabul y en torno a las 22.00 hora española, las fuentes de Sarway en la policía de Kabul le contaron que, después de haber eliminado a dos de los agresores, las fuerzas especiales aún creían que había tres o cuatro más dentro de la legación española. A la hora en que escribo esto, aún no está confirmado si era así. 

Si el ataque había sido originariamente contra la embajada, la casa anexa donde viven los españoles o contra otro establecimiento para extranjeros en la misma calle, no importa demasiado, porque el resultado inmediato fue que la embajada y sus funcionarios se vieron atrapados en una pesadilla en la que su vida corría peligro. Peor suerte corrió el agente fallecido, Isidro Gabino San Martín, de 48 años y nacido en León, destinado en la seguridad del edificio.

Fuentes españolas que recibían información desde Kabul contaron a eldiario.es que en la medianoche, hora española, el edificio principal de la embajada ya había sido liberado, pero que en los otros dos edificios continuaban los tiroteos entre las fuerzas de asalto y los talibanes. A esa hora, se temía que en esos lugares aún había escondidos tres ciudadanos españoles y personal afgano de la embajada.

A pesar de los numerosos antecedentes de los ataques contra objetivos extranjeros en Afganistán y de la inevitable confusión de la información en las primeras horas, Rajoy decidió convertirse en protagonista cuando nada le obligaba a ello, y ser él el único responsable del Gobierno autorizado a dar información. Y lo único que consiguió fue hacer el ridículo. 

Una posible explicación se encuentra en lo que cuenta Mònica Bernabé, periodista que ha pasado muchos años en Afganistán, que relata que la embajada española no se encuentra en la zona, mucho más segura, donde están las legaciones diplomáticas de EEUU y otros países europeos. Está en una de las zonas más transitadas de Kabul y no ofrece las medidas de seguridad que varios países occidentales consideran básicas para sus funcionarios. Los edificios de la embajada están demasiado cerca del muro exterior que les separa de la calle por donde circula el tráfico habitual. Lo más razonable sería trasladarla a otro lugar más seguro, pero eso no será fácil ni, sobre todo, barato. Lo único que han hecho es buscar una residencia al embajador en la zona más protegida de la capital.

El intento de ocultar la gravedad de los hechos y el ansia de acaparar la atención informativa en su persona en plena campaña electoral se produjeron en el peor momento posible, cuando corría peligro la vida de varios funcionarios públicos enviados a un país en guerra por decisión de su Gobierno. Y es en esos momentos cuando se aprecia la talla del liderazgo de los políticos que aspiran a gobernar un país.

12.20

A primera hora del sábado, el Ministerio de Interior ha informado de la muerte de un segundo policía español, Jorge García Tudela, de 47 años. Otro hecho trágico que demuestra que cuando Rajoy dio por terminado el ataque, no sólo no era así, sino que varios de los funcionarios españoles de la embajada no habían sido aún localizados y se podía temer por su vida.

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