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El listón de Ahora Madrid

Manuela Carmena, con su equipo en la primera Junta de Gobierno. EFE

Isaac Rosa

Desde hace semanas, vengo oyendo a miembros de Ahora Madrid anticipando lo que se les venía encima tras el 24M: “Vendrán a por nosotros con toda la artillería”, “La cacería será implacable”, “No nos van a dar tregua”, “Hay que prepararse para lo peor”… Según decían, no les iba a salir gratis su pretensión de transformar nada menos que la capital de España. Iba a ser la guerra. Sucia, por supuesto.

De tanto oírlos yo pensaba que, además de anunciar la guerra, estarían preparándose para ella. Pero llegó el día 13, y solo unas horas después de tomar posesión, vino el primer ataque. El que llevaban semanas esperando. La cacería. La guerra. Con la salvedad de que los cazadores, el ejército enemigo, esos que iban a venir con toda la artillería, se presentaron con escopetas de feria: unos pocos tuits viejos, soltados en la red para que rebotasen y se multiplicasen como pececillos.

El resultado está a la vista: en 48 horas una vía de agua en el grupo municipal, una dimisión de récord, y sobre todo una imagen de debilidad tremenda y un precedente que puede salir caro cuando disparen con algo más que balines.

Insisto: lo que ha pasado es lo que todos esperaban. Lo previsible tras el festival de vídeos de primera que ya hubo con Iglesias y los suyos. Y encima, el ataque llegó por redes sociales, esas en las que son maestros en Ahora Madrid. Ocurrió lo que todos esperaban… y para lo que, por lo visto, nadie estaba preparado.

Ya sé que es muy fácil hablar a toro pasado, pero esa gigantesca bola de nieve que ha rodado alegremente por los pasillos de Cibeles hasta aplastar a Zapata, fue en sus inicios pequeña, manejable. El sábado por la tarde. Nadie la atajó a tiempo, y según pasaban las horas iba ganando tamaño y velocidad. El domingo, Zapata, abandonado a su suerte por los suyos, intentaba unas explicaciones que ni se oían por el ruido que hacía ya la monstruosa bola en su rodar. La noche del domingo Manuela Carmena flaqueó ante las dimensiones que tomaba la pelota, y para el lunes por la mañana ya no había quien la frenase.

Y pese a todo, aun cabía poner a salvo a Zapata, aguantar la presión unos días hasta que aflojase, como acaban amainando todas las tormentas, sobre todo cuando son tan huecas. En pocos días el tema estaría olvidado, y como mal menor Zapata quedaría marcado, quizás convertido en el pim-pam-pum de la oposición y los medios. Pero es que todo gobierno necesita un pim-pam-pum que absorba los golpes, y ahora habrá que cubrir esa plaza con otro. Con alguien que resista un poco mejor los perdigones.

Veo a la gente de Ahora Madrid desconcertada. Miran los destrozos y no entienden nada, deambulan entre las ruinas que dejó el primer ataque. Entiendo el desconcierto, incluso el miedo: si esto nos lo han hecho con tan poca munición, qué pasará cuando traigan tanques. O ni siquiera eso, pues por ahora pueden reservarse la metralla más gruesa, a la vista del daño que hacen los balines: si dimites por unos chistes entrecomillados, ¿cómo no va a dimitir el próximo al que le hurguen en el pasado?

Dicen que el problema de Ahora Madrid es que puso el listón de la responsabilidad demasiado alto, tanto que a los suyos les costará superarlo. Pero es al revés: en la primera prueba de fuego han bajado tanto el listón de lo defendible, que ahora cualquiera puede llegar y saltarlo.

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