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El amigo europeo

Rajoy, "animado" porque se ha roto la tendencia en la destrucción de empleo

Antón Losada

Mariano Rajoy tiene que estar flipando en colores. Bruselas tratándole a él, que era el primero de la clase y el alumno favorito de la Señorita, como si fuera Alexis Tsipras y hubiera que mirarle la cartera al salir para comprobar si se lleva algo. No sólo ponen en duda sus cuentas y la necesidad objetiva de que un gobierno elegido para cuatro años apruebe cinco presupuestos, sino que además le ningunean y le tratan como un mandado de quién no se pueden fiar porque no sabe hacer lo recados.

Que un comisario de economía tan desconocido como incompetente, con nombre de malvado en una película de la Pantera Rosa, Pierre Moscovici, se ponga tan chulo es más que preocupante, debería resultar alarmante para cualquier gobierno. Que Europa lleve dos semanas amagando con ponerle un lazo rojo a las cuentas españolas, luego lo desmienta y diga que el lazo será verde y finalmente poco menos que venga decir que los presupuestos milagrosos de Rajoy apenas valen para envolver pescado con el papel donde van escritos, demuestra hasta qué punto España parece más el pardillo de la clase que el alumno aventajado.

Mariano Rajoy ha basado casi toda su estrategia en convencernos de que le elegimos para arreglar la economía y eso ha hecho. Una de las pruebas que más le gusta aportar consiste en los avales, aplausos y parabienes que no dejan de dirigirle todos sus amigos europeos y mundiales desde los clubes, foros y fondos más selectos del capitalismo mundial.

El amigo europeo acaba de chafarle el plan en menos de lo que dura una rueda de prensa. Ya no tiene arreglo. Ahora ya no se trata de una sospecha. Ahora representa una certeza. Iremos a votar sabiendo que los presupuestos tienen truco y después de las elecciones vendrá el gobierno que salga con las rebajas.

No deja de ser inquietante que la misma Europa que calla ante Volkswagen y el encubrimiento masivo que le está suministrando el gobierno alemán, ponga el grito en el cielo y se escandalice por siete décimas de desviación en el déficit de una país que lo habrá reducido en seis puntos en cuatro años a base de mucho sudor y muchas lágrimas. La posición de Bruselas va más allá del mero fetichismo del déficit, ya es puro integrismo. Tú sabrás si te compensa, Mariano, a fin de cuentas son tus amigos, no los nuestros.

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