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Un baile económico

Cristina Pardo

La crisis de los refugiados sirios ha pillado al Gobierno con el pie cambiado. Y como muchos dirigentes del PP todavía estaban estrenando la política de comunicación, el resultado ha sido desconcertante. Esta crisis humanitaria es un buen ejemplo de que lo importante no es hablar mucho, como creen ahora en Génova, sino trasladar mensajes que se entiendan. Y para eso, los miembros del Gobierno y del PP tendrían que mejorar primero la política de comunicación interna, es decir, hablarse entre ellos, antes de lanzarse a hablar para los demás.

Lo primero que nos encontramos hace unas semanas, cuando la llegada de refugiados comenzó a ser alarmante, fue al Ministro del Interior diciendo que no podíamos acoger a todo el que lo necesitara porque eso provocaría efecto llamada. Al mismo tiempo, el Presidente del Gobierno y el Ministro de Exteriores dejaron muy claro que el número de refugiados que debía acoger España se tenía que decidir en función de nuestro PIB y nuestra tasa de paro. Para mí, éste fue el momento en el que quedó en evidencia de manera escandalosa la utilización que hace el Gobierno de los datos económicos, en función de lo que le conviene. Resulta que hasta ese día, hasta que Bruselas empezó a plantearse la necesidad de repartir a los refugiados, nos repetían hasta la saciedad que ya veíamos la luz al final del túnel, que el empleo había venido para quedarse, que nadie hablaba del paro, que éramos la locomotora de Europa, que estábamos liderando el crecimiento… Y cuando nos sugirieron que teníamos que acoger a varios miles de personas expulsadas por la guerra, desapareció el triunfalismo del discurso económico.

Desde el Gobierno y desde el PP, han empezado ahora a hacer equilibrismos. Me resisto a hablar de un reparto de papeles estratégicamente buscado, porque da más bien la sensación de conga a última hora de la noche. Por un lado, no pueden decir abiertamente que la mejora económica está cogida con pinzas, pero tampoco quieren mantener que la luz al final del túnel da para alumbrar las miles de vidas que necesitan rehacerse fuera de Siria. Y por lo tanto, a estas alturas ya no trasladan ninguna certeza. Tampoco podrán en campaña electoral seguir “Limpiando Badalona” o lo que toque, porque en estas circunstancias ya no es políticamente correcto. No queda nada bien decir que un extranjero, por el mero hecho de serlo, viene a delinquir.

Ahora, después de la conga, vendrá el contorsionismo: cómo poner en cuestión nuestra situación económica ante los socios europeos, para luego llegar a nuestro país, organizar unos cuantos mítines y pedir el voto al grito de “¡España va bien!”.

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