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La batalla de Madrid

Suso de Toro

Si se confirma la tendencia que refleja una encuesta reciente, que el PP pierde su mayoría absoluta en la comunidad de Madrid, algo importante puede ocurrir en la vida social y la política española. Madrid no tiene solamente una dimensión local, la que afecta a sus vecinos, sino que tiene una dimensión estatal, hoy por hoy a muchísimos efectos Madrid es España y España es Madrid.

Desde los años ochenta percibí que Madrid protagonizaría la nueva época tras la restauración democrática y preocupaba el modo en que afectaría a la construcción en marcha del Estado y como soy osado y pesado, para qué vamos a negarlo, es un tema sobre el que escribí a lo largo de tres décadas. Constato que hoy por hoy prácticamente todo el poder financiero, mediático y, lógicamente, político reside ahí y que los intereses de esos poderes definen las políticas económicas y sociales en marcha. Y es evidente que los dos partidos estatales mayoritarios gobernaron con distintos matices en distintas épocas pero, visto que el proceso de acumulación de poder ha sido un proceso regular y constante desde los años ochenta, parece evidente también que ambos partidos coincidieron de fondo en la visión del Estado y el papel de la capital.

Madrid es una ciudad que creció vertiginosamente, sextuplicó su población a lo largo del siglo XX, con un fuerte estirón en su segunda mitad, y por ser tan joven es frágil y compleja. La ciudad corte original la retrataron muy bien Galdós y Valle pero es en L de Baroja, La colmena de Cela, El Jarama de Ferlosio, Tiempo de silencio de Fernández Santos, La caída de Madrid de Rafael Chirbes, Romanticismo de Manuel Longares..., donde encuentro un retrato verídico de una ciudad llena de ansiedad, de dolor y con una clase dirigente increíblemente reaccionaria e inculta.

Toda burguesía es lo que es, clasista, depredadora y voraz, aunque cada una tenga sus trazos característicos; la burguesía madrileña nació cortesana y sigue siéndolo, se alimenta del Estado, y se formó con arribistas llegados a la corte de todos lados y con todos los acentos, advenedizos que celebran sus ritos de iniciación castiza fumando un puro en los toros y sentándose en el palco del Bernabéu. Aunque parezca increíble, no son tópicos, son ritos formales. Es esa clase social la que conformó la ideología del Estado y, por extenso, de la población española. Una burguesía que maltrató a los vecinos de la ciudad, no hizo caso de la nueva inmigración que llegaba y había que atender e integrar en un proyecto cívico, devoró el territorio y cagó solares y transformó ese punto rodeado de vacío en el mapa en un agujero que absorbe los recursos del estado. El Madrid de esa burguesía es un ávido agujero, ciudad Bankia.

Es ese grupo social el que, primero, condicionó el proceso político iniciado en 1978 y, finalmente, y ya de un modo ostensible hasta la obscenidad, lo condujo hasta aquí. Hasta el vaciamiento de las posibilidades democráticas que tenía una Constitución que, aunque había nacido ya limitada, ofrecía un campo de juego común. Es esa burguesía la responsable de que España hoy sea como es y esté como esté.

Pero no hay nada que sea eterno, aunque la medida humana pueda hacer que lo vivamos como perpetuo, y ese poder se está erosionando. Aunque sea algo fortuito, la imagen de Esperanza Aguirre atropellando a un municipal, huyendo y mintiendo descaradamente, aunque el juez lo considere falta es la imagen de una delincuente, algo impensable hace un par de años. Por el medio ocurrieron muchas cosas, desde las vergüenzas al aire de Caja Madrid hasta la heroica lucha de los sanitarios madrileños que vencieron limpiamente, aunque con gran sufrimiento, a esa política sanitaria de sinvergüenzas.

La citada encuesta, aunque apunta a ese retroceso del PP refleja también el fuerte dominio ideológico de la derecha y de qué modo mantiene sujeto el poder. Por un lado muestra a un Partido Socialista perpetuamente incapaz de ofrecer una verdadera alternativa política y ser visto como una regeneración, los episodios alrededor de Caja Madrid muestran una simbiosis entre unos y otros que llegan a alcanzar a sindicatos y a IU. El espacio de la política cortesana es tan promiscuo que contamina a todos, nadie parece escapar del abrazo de un único poder asfixiante. Y, por otro lado, muestra cómo las interpretaciones de la realidad que hacen los políticos y los medios de comunicación de la derecha, prácticamente todos excepto tres o cuatro webs, están asentadas entre la población.

Así las cosas, que el PP gobierne con UPyD o no, no es un cambio tan substancial, basta saber lo que consiguió ese partido en Galicia sin tener representación ni siquiera organización, que desapareciese el BNG de los informativos de la televisión autonómica. Sin embargo, sea el resultado final y los pactos posteriores que sean, la mera debilitación de un poder tan compacto como el actual del PP, un poder reaccionario heredero directamente del franquismo y donde no se distingue el poder político del económico, ya es en sí misma una mejora democrática.

Peor no puede ser, digo yo.

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