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Hay que concienciar al ministro Zoido de que no diga estupideces

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Raquel Ejerique

El ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, el responsable de las fronteras españolas, ha encontrado la solución para acabar con los migrantes que llegan por mar y se ha solidarizado mucho. Pero no con ellos, sino con Italia y su idea de controlar la acción de las ONG en el Mediterráneo.

Tanto se solidariza y tanto apoya el ministro (de palabra, ni de obra ni corazón) que el pasado 9 de junio se supo que España ha reubicado a 886 personas desde Italia y Grecia de las 9.323 a las que se había comprometido.

Después de esta lección moral basada en hechos, Zoido se ha permitido pasar a las palabras. Concretamente desarrolló el jueves la novedosa idea de que hay que “concienciar” a las ONG –no ha explicado si lo hará él en persona o la charla la dará otro– para que se enteren “de que se está para ayudar y no para favorecer o potenciar la inmigración irregular”.

El ministro español hizo estas declaraciones en Tallin, donde se reunía informalmente con sus homólogos de la UE. Allí se apoyó la idea de Italia de que los rescates de las ONG estén bajo la tutela de la guardia costera y no vayan por libre salvando a diestro y siniestro. Y a Zoido se le calentó la boca como se calienta un alumno al que pillan con el cuaderno en blanco y se tira el pisto a gritos con la injusticia del sistema, la manía del profesor o la maldita mala suerte de que se puso mala su abuela.

Y embarrancó en esta culpabilización paternalista y extemporánea. Hace décadas que hay conciencia de que la inmigración no parte del efecto llamada sino del efecto empuje o el efecto miseria y que los estados siguen sin encontrar la solución. Hay que reconocerle a Zoido que la idea de culpar a las ONG es novedosa, como lo sería echarle la culpa a un pescador que encuentra una barcaza, al mar Mediterráneo o al camillero.

Según esta nueva teoría que desarrolló a las puertas del encuentro europeo, las ONG están mandando el mensaje confuso a África de que aquí la vida vale algo por encima de los marcos normativos. De que a la gente, aunque sean negros, se les rescata como sea y en las aguas donde caigan, sean internacionales, nacionales o de Libia. Contra lo que cree el ministro, esto no provoca un efecto llamada porque en ese momento ya no hay efectos ni soluciones ni opciones: simplemente, cuando están zozobrando en medio del mar rumbo a Italia es que todo ha fallado. La única decisión es salvarlos o dejarlos.

Zoido, tan cofrade y católico en Semana Santa, se deja el capirote de la humanidad después del domingo de resurrección y sugiere límites al salvamento y triturar el deber de auxilio, un concepto tan antiguo como el cristianismo del que presume. Se olvida de que en los países de África hace décadas que tienen Internet, aunque no lo crea el ministro, y hace tiempo que se han enterado de que en esta parte del mundo se vive más seguro y mejor. No vienen porque sea fácil ni para ser salvados por un príncipe azul, vienen porque todo ese terror, aunque nos parezca difícil de imaginar en esta parte del mundo, es mejor que quedarse.

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