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La corrupción va a los toros

EFE

Ruth Toledano

“Este país”, escribe Manuel Vicent en AntitauromaquiaAntitauromaquia, “se ha convertido políticamente en una capea aciaga de corrupción”. La corrupción va a los toros por definición, la corrupción moral. Y, como tal, lo mismo le da ver cómo se tortura a un rumiante que hacer negocios sucios en las gradas. La suciedad es esencia de la tauromaquia y, por tanto, no sorprende que en los informes de la UCO sobre los políticos del PP investigados por corrupción haya aparecido el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid como presunto financiador electoral durante los gobiernos de la dimitida Esperanza Aguirre y del presidiario Ignacio González. Presuntamente, a través de mordidas a los festejos taurinos de la plaza de torturas de Las Ventas y a los contratos de los toreros. A fin de cuentas, la UCO es la unidad de la Guardia Civil que se encarga del crimen organizado, y cualquier corrida de toros lo es.

No es la primera vez, claro, que coinciden la corrupción moral y la corrupción política. Son lo mismo. En 2014, Compromís denunció que el ex presidente Carlos Fabra había pagado entradas a corridas de toros con dinero de la Diputación de Castellón destinado a servicios sociales de pequeños municipios, tales como viviendas para mayores o voluntariado. La causa por prevaricación fue archivada, pero el daño político y moral ya estaba hecho, por no hablar del que sufrieron los animales.

“La cuestión”, plantea Vicent, “consiste en saber si una sociedad que se divierte todavía con el rito de acuchillar a un animal tiene argumentos válidos para defenderse a sí misma de las injusticias y los atropellos; si unos ciudadanos que contemplan impávidamente cómo se atraviesa con un rejón, se apalea con una garrota o le cortan los testículos en vivo a un novillo para conmemorar la festividad del santo patrón están moralmente preparados para enfrentarse luego a la tortura política y social; si un público que se extasía ante un bello animal ensangrentado encontrará una coartada cuando a él le toque el turno fuera de la plaza en la otra tauromaquia de la vida”.

Ahí estamos, siendo cada día banderilleados por políticos corruptos, recibiendo la puntilla de una Justicia que no es, arrastrados por el barro del abuso de los poderes. Con la complicidad de la Iglesia católica y la complicidad de la corona de los Borbones, los gobernantes consienten en que persista la crueldad hacia los animales mientras torturan nuestros derechos, nos burlan, nos humillan, torean nuestro futuro. Como dice Vicent, “en España todo es tauromaquia”.

Por eso no es de extrañar que el Centro de Asuntos Taurinos para el fomento de la tauromaquia fuera creado en 1995 por Alberto Ruiz-Gallardón, ahora señalado por la Fiscalía Anticorrupción en la trama Lezo. Ni es de extrañar el empeño con que Cristina Cifuentes, señalada ahora por la Guardia Civil en la trama Púnica, ha defendido dicho Centro, a cuyo frente puso, por 66.000 euros al año, a Miguel Ángel Fernández Mateo, ex alcalde de San Sebastián de los Reyes, que ahora piden se investigue por contratos relacionados también con la trama Púnica. Ni mucho menos es de extrañar que Cifuentes incorporara a dicho Centro, aunque con carácter representativo, a María Dolores de Cospedal, que además de ministra de Defensa, secretaria general del PP y presidenta del PP en Castilla-La Mancha es esposa de Ignacio López del Hierro, vinculado por la UDEF con la trama Lezo, Mercasa, los Pujol, pelotazos, comisiones, desvíos millonarios de dinero público… ¡Ole, ole y ole!

Pero la tauromaquia no está solo vinculada a la corrupción de la derecha. Vicent quiere que se olvide que la brutalidad de los encierros o capeas ha sido también fomentada por “partidos de izquierdas con el afán de volver a las raíces del alma popular”. Porque claro que hay izquierda que va a las corridas de toros: también en la izquierda hubo tarjetas black. Pero una izquierda coherente debe rechazar la tortura, el ensañamiento con un inocente: cómo va a defender al pueblo de sus maltratadores si participa del maltrato hacia un animal acorralado, de su linchamiento hasta la muerte. Unidos Podemos ha optado por la estrategia de la asfixia económica de la tauromaquia, con resultados aceptables en aquellos municipios donde tiene capacidad de decisión. Pero la ética y la estrategia no siempre tienen fácil encaje, y no es concebible sin ética una política como la que UP propone. En cuanto al PSOE, añadir a los ríos de tinta que están haciendo correr los ríos de sangre que permiten que corra. En su Manifiesto Revolucionario de 1917, recuerda Vicent, el Partido Socialista Obrero Español exigía la prohibición de las corridas. No es descabellado pensar que hoy en día les convendría bastante inspirarse en lo mejor de su propia historia para construir sus nuevos rumbos.

La vinculación entre la tauromaquia y la corrupción es tal que queda en evidencia la degradación moral de todos aquellos políticos, sean de la formación que sean, “que prefieren los votos a la cultura”. El PP, en el paroxismo de esa corrupción, ha querido convertir la tauromaquia en Patrimonio Inmaterial. Es, con el alma cristiana y los designios divinos, de lo poco no material que les interesa.

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