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Los corruptos son del PP, pero dicen que se están quitando

Francisco Granados, Esperanza Aguirre e Ignacio González, en una imagen de archivo.

José María Calleja

Resulta casi enternecedor ver cómo le crecen las ojeras a Pablo Casado cada vez que tiene que salir a enjaretar mentiras con la penúltima entrega de la corrupción del PP.

Antes de darse un baño en las aguas del Jordán patrio, Rajoy nombró una flota de tertulianos jóvenes –por este orden–, para que fueran a las teles; pero a esta nueva efebocracia sin corbata le están saliendo, en tiempo récord, patas de gallo, Púnica tras Púnica, trola tras trola.

Ni los mariachis del PP son capaces de defender a un Granados (“volquete de putas”), a un José Miguel Moreno (“tocándome los cojones, que para eso me hice diputado”); siendo Granados hombre de máxima confianza de Esperanza Aguirre durante años y Moreno diputado en la Asamblea de Madrid cuando controladora Esperanza estaba en el cénit.

Ni los muy cafeteros del PP en los medios, que son multitud, son capaces de  defender con solvencia las conversaciones entre los miembros de esta enésima entrega de la trama corrupta –grasientas, chabacanas, matonas, seguras de que eran impunes– y que la Guardia Civil nos acaba de contar con palabras exactas: “financiación irregular” del PP. 

Esa chulería de uña del meñique larga, ese rematar los negocios sin “fijarse en las feas” (Granados); ese “bueno, tío, que me voy de vacaciones, prepárame la pasta”(Moreno, de nuevo), retrata de forma precisa la catadura de la gente de la que hablamos. 

Martínez el facha (Saza, ¡vuelve!) es una zapatilla al lado de estos truhanes en plantilla del PP, llenos de pulseritas, patriotas por la pasta y que, por orden del mismo  PP que ahora envía a jóvenes a las teles, se paseaban antes entre risas (Granados) por los platós difundiendo la buena nueva pepera.

No se puede negar que los corruptos del PP defienden la familia con uñas y confeti; con dientes y castillos hinchables, con medias lunas de Nocilla y payasos para que los niños rían. Así Mato, como Granados, no dejan sin amarrar ni un detalle para la fiesta de los niños; todo sin pagar, a cambio de supuestas licencias de obra.

Rajoy, que bastante hizo en su día con darle ánimos fuertes a Bárcenas, no sabe, no contesta; no le parece relevante que esta corrupción se haya producido después de las mil y una frases denunciando la corrupción, cuando se trataba de establecer que los tesoreros del PP eran del PP, pero se estaban quitando; cuando todo era una conspiración contra el PP.

El caso es que a pesar de la aquiescencia entusiasta de tantos medios por vendernos a Rajoy como Gran Timonel, como hacedor del gran milagro –milagro estructural, sin precedentes: cómo tener trabajo y estar en la fatiga de lo precario–, la salsa de ese relato no cuaja. Queda, tenaz, la evidencia de que el PP se ha financiado irregularmente que así en Valencia como en Madrid, altos dirigentes de este partido han formado una trama criminal de la que es imposible que, por ejemplo, Aguirre –que despidió a un periodista de Telemadrid (Germán Yanke) por hacerle una pregunta que a ella no le gustaba– no se haya enterado. Menos escenificación impostada de rasgado de vestiduras y más dimisiones.

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