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La cultura según Susana Díaz

Imagen de archivo: Susana Díaz, en un acto en el El Museo de Málaga.

Rosa María Artal

La campaña de primarias del PSOE ha contado con una invitada no prevista, no a ese punto: la propuesta cultural de Susana Díaz. El formidable equipo que la apoya –en el partido y en los medios– no ha dicho ni media palabra, lo que añade alarma. Ese ingrediente fundamental está ahí. Con todas sus evidencias. Hay que leerlo para creerlo.

La “propuesta de futuro” en cultura de la aspirante a la Secretaría General del PSOE consta de 5 breves párrafos, en los que se centra en… la economía. Al punto que no cesa de hablar de turistas, en realidad. El desarrollo económico que propugna con –una lejana percha en la cultura– viene vinculado fundamentalmente al turismo. Y por un curioso razonamiento: “La mayor creación de clases medias se está produciendo en Asia. Asia tiene excelentes playas por lo que los turistas asiáticos que vienen a España y Europa buscan cultura”. La redacción es de este cariz de principio a fin. Digna de un ejercicio de “vuelta al cole” tras el verano, en Primaria.

Susana Díaz además hace suya la Marca España, seña de identidad del PP. Quiere mejorarla. El resto de las actividades culturales están en la tarea, “haciendo más atractivo (en singular en el texto) la llegada de turistas y nutren de contenidos la estancia de los turistas”. Ese espíritu monetarista se reflejaba en otra de sus propuestas: dar créditos a los jóvenes para estudiar en la universidad o establecerse como autónomos. A devolver. Como en Estados Unidos donde existen amplias referencias de la práctica: el drama de universitarios obligados a dedicar su vida a una actividad que, vocacional o no, les permita pagar sus deudas.

Pedro Sánchez desarrolla, con mucha mayor amplitud (dos páginas), sus propuestas culturales. Alguien se tomó la molestia en el equipo de hacer un programa. El concepto básico plantea “la cultura, como eje del país, derecho fundamental y motor de desarrollo”. Para el candidato, “la educación es la clave del futuro”. Propugna extender las becas y bajar las tasas universitarias.

Patxi López habla de la cultura en tres breves apartados para afirmar que “la cultura es ante todo un derecho de los ciudadanos y sin creación cultural no hay cultura”. Añade que “la igualdad en el acceso a la cultura es y debe ser una seña de identidad de la política de los socialistas”. No detalla.

Es cierto que el mal de Susana Díaz está muy extendido en la política y la sociedad: la cultura no importa, es algo accesorio en el mejor de los casos. Pero ella alcanza un diagnóstico de máxima gravedad. Y tiene todo el aparato y los medios entregados al sistema detrás. Se afianza la idea de que solo es eficiente el beneficio económico. El exministro (de Cultura) José Ignacio Wert era otro entusiasta de la tendencia. Rajoy, sin duda. El PP arrasó hasta la Filosofía –que estructura el pensamiento–, extremo que ahora parece querer enmendar someramente.

Y ocurre al revés, un pueblo sin cultura se queda inerme para afrontar los retos de la vida. Es como un nacer sin referencias, sin contar con la experiencia y reflexiones de otros, con la creatividad que nos diferencia de otras especies animales. Privarse de segmentos imprescindibles de la belleza. Una aspiración humana innata de todos los pueblos, ir a más, desarrollarse, expresarse. Desde las cavernas prehistóricas lo hicieron cuando la supervivencia era más ardua. Ahora se afanan en igualar en la burricie.

Con consecuencias. Una sociedad vulnerable que traga todos los cuentos, bulos, manipulaciones, contra su propio bienestar incluso. Desde algunos que afectan a su salud a cuestiones trascendentales que implican su futuro y el de la colectividad.

Más aún, hay un nuevo “elitismo”: el de quienes desde la ignorancia promueven la ignorancia, y reivindican la falta de criterio como un valor. Los disidentes son perseguidos. No se le ocurra a usted mentar en España la palabra intelectual. No es como en otras épocas por falta de oportunidades. El desconocimiento carece de justificación en un país y un tiempo en los que se ha tenido y se tiene acceso a la cultura y la educación. Los medios existen.

Se está imponiendo el reinado de quienes sienten una aversión insuperable por el saber y la cultura. Volcados en sucedáneos de folclore y pachanga, contemplan la literatura de calidad, el arte o la música culta como una purga a engullir. De verse obligados a padecer alguna muestra, la sienten como una colonoscopia. A veces se llevan sorpresas: “Pues esto de la cultura no es tan rollo como me habían dicho”, comentó una concejala del sector al salir de un concierto de órgano en una catedral románica. Pertenecía al gremio de quienes fabrican la Marca España.

Cuando alguien de esa hornada llega al poder es un arma de destrucción masiva. Ahí tenemos a Donald Trump en la Casa Blanca para que consolide el elogio de la estulticia. Su universo estético anda entre oros y oropeles y citas de películas. La última de Una rubia muy legal: “Hay que aprovechar la oportunidad de ser un extraño”. Y ante un periodista de The Economist se atribuyó la autoría de una frase que tiene casi un siglo a sus espaldas.

España es de los pocos países en los que desde tiempo atrás se presume de la ignorancia. En el fondo, es origen fundamental de nuestros problemas. Ha sido un país pródigo en dirigentes de manifiesta mediocridad cuando no tarugos de marca. Marca España, naturalmente.

Francia por el contrario estima que la cultura es un signo de identidad de su país y un bien a proteger. De sus políticos se destaca que leen filosofía –como Macron–, o escriben novelas como el nuevo primer ministro, Édouard Philippe. Aquí nos cuentan las preferencias deportivas de los candidatos. Todavía debe tener Francia sin penalizar con IVA su industria cultural como hizo el PP desde que llegó al poder. Los países nórdicos también la protegen. Portugal, esquilmado hasta hace poco, salvó los libros de su descomunal IVA.

“La cultura es la mejor revolución. Seguramente por eso a los Gobiernos mediocres y dictatoriales les espanta la posibilidad de un pueblo educado, culto, con preparación, con criterio”, “hemos aceptado sin reservas que los líderes políticos transmitan ignorancia”, escribía el periodista Javier Pérez de Albeniz en Reacciona (Aguilar, 2011) en uno de los mejores diagnósticos que he leído. Ha ido a peor. A la incultura manifiesta se une una nula curiosidad intelectual. Al punto de presentar una propuesta “cultural” como la de Susana Díaz.

Las clases medias crecen en Asia. Asia tiene excelentes playas. Los turistas asiáticos que vienen a España y Europa buscan cultura. Con estos políticos, el futuro se presenta como un erial.

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