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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

'Los cuatro galanes' (Obra en curso)

Suso de Toro

Como voy para viejo y he conocido personas de enormes méritos personales en tiempos difíciles, ni espero ni les pienso atribuir méritos morales a los políticos que me tocan en este momento. No me engaño sobre lo que tengo delante, sé que Rivera, Sánchez, Iglesias u otros, otras, que pretendan tocar poder no son héroes de las clases trabajadoras o de alguna causa democrática y heroica. No me interesan sus biografías, me parece evidente que son políticos que luchan denodadamente por alcanzar poder y lo que espero es que algunos me ofrezcan políticas razonablemente democráticas y justas. También comprendo los límites que les vienen impuestos en los que se mueven. Por eso, es conveniente recordar que asistimos estos días a la representación de una obra teatral que trata sobre la investidura de un Presidente de Gobierno.

Fuera del teatro la realidad supera a cualquier ficción, piénsese que, si la Justicia como institución autónoma existiese en el Reino de España, sería probable que el partido que gobierna y que está siendo investigado por graves delitos fuese declarado culpable de ellos con su consiguiente ilegalización. Eso supondría que numerosísimos ayuntamientos, diputaciones y autonomías a lo largo del Reino tendrían que ser gobernados por gestoras. Que el propio Gobierno tendría que ser disuelto y el Jefe del Estado, tras nombrar una gestora para ocupar su lugar, convocar de unas nuevas elecciones sin demora. Pero estamos en España, acabamos de ver como la instrucción de una causa por corrupción se vio detenida meses, a la espera de que se celebrasen las pasadas elecciones, así que podemos estar seguros de que la Justicia nos preservará del peligro de vivir en una democracia donde las instituciones funcionen. Seguiremos dentro de la esfera de irrealidad que es la democracia española.

Volvamos al espectáculo que nos ofrecen, esa obra titulada 'Los cuatro galanes' que se representa estas semanas retransmitida a través de las televisiones. Lo mejor será observarla con distancia sin atribuir de entrada a nadie el papel de “el bueno”.

Los cuatro personajes son masculinos, uno de ellos, Rajoy, el galán veterano, ya salió de escena en el primer acto con aire de suficiencia pero lleno de frustración, impotencia y resentimiento. Creía que el papel de galán primero le correspondía por nacimiento y tradición, que él formase gobierno era “lo normal”, lo que quería “la gente” era un gobierno “como Dios manda”. Hasta tal punto ese señor formal, ese hombre de orden, no entendió la nueva situación tras las elecciones que puso en cuestión a la misma jefatura del estado. El empresario teatral, el rey Felipe, lo apartó del reparto y, de hecho, le aconsejó ir pensando en la jubilación.

Quedan tres actores de edades parecidas y con vocación de “primo uomo” en escena, ambicionan el mismo sillón presidencial . Tras la sorprendente fuga del galán veterano en el primer acto, el resto de la función las protagonizan ellos tres con escenas de sofá, entradas y espantadas, personajes secundarios, vueltas y enredos que mantienen al público atento. Adelanto el final: no lo hay, habrá convocatoria de unas nuevas elecciones. Pero toda esta representación tiene su sentido, es parte de la lucha por ese sillón.

El galán Rivera está en éxtasis, extiende la mano y le caen los votos del árbol podrido del PP, seguirán cayendo en las próximas semanas, sin tener que sudar ni apenas moverse. Mientras, el apuesto y atildado Sánchez, armado de sonrisa y alardeando de una herencia de cien años de sensatez, se enfrenta a Iglesias, el galán de los mil disfraces, capaz de tretas y sorpresas sin cuento.

Esa es la verdadera lucha a muerte en esta parte de la obra. El empresario de la obra, el rey Felipe, cuando el galán veterano se mostró cansado y sin fuerzas, contrató a Sánchez como primera figura para protagonizar la función. Éste, además, se siente de una estirpe de actores de la política española con prosapia y tradición, y ve en Iglesias a un arribista y un intruso, pero éste es un actor intrépido y ambicioso, utiliza sin recato los trucos para “pisarle” una frase o “robar un efecto” y robarle la escena y el papel. Eso le está dando a la obra dinamismo y tensión aparente.

Suceden todo tipo de enredos y trapisondas. Sánchez estira el tiempo pretendiendo una larga escena de sofá a tres, pero Iglesias sabe que es una treta y tiene prisa, el tiempo juega en su contra. Para desesperar a Iglesias, Sánchez trae a escena a Garzón, de IU, también varón apuesto, quien está agradecido y desea decir algunas frases y quedarse un rato en el escenario. Pero Iglesias reacciona y le disputa la escena a Sánchez y, saltándose las normas y el guión establecido, reclama para si el papel protagonista. Aplicando alguna vuelta del guión de 'Juego de Tronos', irrumpe en escena con sus propias leyes e invistiéndose a si mismo, cual hizo Napoleón. Sánchez, caballero ofendido en su honor, se escandaliza y exige respeto y modales al intruso. Pero, tranquilidad, que no llegará la sangre al río, no habrá duelo. Esto es un ensayo con público. El 3 de Junio el público decidirá el reparto de la nueva obra.

En este momento de la obra asistimos a un acto en el que Iglesias ha conseguido que Sánchez, quien inicialmente había prometido un gobierno “a la portuguesa”, tenga que celebrar boda con Rivera y situarse al lado derecho del escenario. Pero, insisto, no lo den por hecho y, sobre todo, no crean nada, es teatro. Dentro de una semana o dos, en el siguiente acto, todo puede cambiar. El texto de esta obra se va escribiendo sobre la marcha y solo pretende entretenernos algunas semanas más.

La obra teatral se desarrolla en el salón de un solemne trasatlántico y el pasaje sigue finge ignorar que atraviesa un territorio donde son familiares los icebergs. Ahí delante, en la proa está parado uno con una bandera en la cumbre, tiene el fondo amarillo y cuatro barras horizontales rojas, a un lado un triángulo azul con una bandera blanca. La orquesta ataca un pasodoble, 'Suspiros de España'. ¿O es la Marcha Real? Aunque los insensatos pretendan ignorarlo, da igual, un iceberg es un iceberg y tienen mucha más profundidad de la que muestran.

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