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La gestión de las expectativas, los tiempos y los rivales. Estrategia para Ciudadanos

Albert Rivera e Inés Arrimadas durante la presentación de este sábado en Badalona.

Imma Aguilar Nàcher

Para un partido como Ciudadanos lo más fácil es equivocarse. Llevan tan poco tiempo siendo un partido estatal, tan poco tiempo construyendo los pilares de su razón de existir, tan poco tiempo para que su equipo acumule experiencia. Albert Rivera necesita más torres, más alfiles, más caballos. Para poder ganar elecciones se necesita proyecto, equipo y aliados, un enemigo fuerte y una emoción positiva a favor. Al proyecto de Ciudadanos le falta enjundia, le falta el sello distintivo que lo diferencie del PP. O al menos es así como se le percibe, y eso es lo relevante. Ser la solución del momento o la propuesta que nos salve de algo peor no es suficiente. Que Albert le pregunte a su admirado Emmanuel Macron. 

¿Qué debería hacer Ciudadanos? Desde mi humilde opinión, reforzar el proyecto y explicarlo, diferenciarse del Partido Popular en contenidos y no solo en formas. El concepto de “lo liberal” todavía no se entiende con nitidez en España. Respecto al equipo es insuficiente y poco curtido. Las elecciones no se ganan con buena voluntad. 

Queda mucho tiempo para llegar al momento en que se materialice en resultados la estrategia del partido de Rivera, demasiado tiempo. En política las cosas cambian mucho en poco tiempo y Ciudadanos lo sabe. Semanas antes de las elecciones de diciembre de 2015, los naranjas cosechaban la mayor intención de voto de toda la precampaña y llegaron a ir en cabeza, sin embargo, en mucho menos tiempo de lo que ahora resta, perdieron ese puesto y más de 20 escaños que les habían augurado las encuestas. Por este motivo controlar los tiempos y no adelantarse en el juego propio, ni caer en el juego de los otros será clave fundamental. Las expectativas son el gran enemigo del triunfo. Nada peor que instalarse en altas expectativas para que el resultado nunca esté a la altura, de manera que una victoria puede parecer una derrota si no se corresponde con lo que se esperaba del resultado. No olvidemos que Ciudadanos viene de un triunfo electoral y una derrota en expectativas. Ha ganado las elecciones en Catalunya pero no ha servido para gobernar, con lo que los votantes no han sentido la utilidad de su voto. 

Ciudadanos debe cuidar mucho con quién polariza y con quién rivaliza, que no es lo mismo. Polarizar es confrontar con un rival antagonista, mientras que rivalizar es pelear por los mismos votos. Entre dos partidos que tienen transferencia de voto -esto es, que tienen muchos votantes que podrían recorrer las pasarelas entre una y otra formación- el juego es de acercamiento a los votantes de uno y otro, por lo tanto, no se puede molestar a los electores que mañana podrían ser nuestros. Parece que Ciudadanos lo ha comprendido y el momento es propicio para ello porque el trasvase de votos vendría desde el PP a Ciudadanos, como búsqueda del voto útil. En las últimas elecciones el acercamiento de Ciudadanos al PP beneficiaba al partido azul porque era percibido como el partido que lo puede conseguir (en ese caso, salir de la crisis). Ahora la pregunta que han de responder los partidos es ¿quién puede desalojar a los populares de la Moncloa? La gran pregunta, la que deberían responder todas las estrategias políticas de la oposición. Ciudadanos lo ha visto. 

El PSOE ya no es un amigo, como así lo tomaron en la investidura fallida tras las elecciones de 2015. Ahora los nuevos votantes procedentes del PP no lo entenderían como no lo hicieron entonces y, además, rescata el eje nuevo-viejo con el que empezó esta etapa de multipartidismo en España. Comparten esa zona con Podemos, que ya no es tan peligroso como entonces. 

A Ciudadanos le quedan muchas asignaturas pendientes, como reprimir la euforia de les acompaña desde los últimos sondeos de intención de voto o llevar a Rivera a un perfil más presidencial y de mayor solvencia que encarne a un líder moderno, eficaz, auténtico, limpio, liberador e ilusionante. Y para llegar a la nota máxima les falta generar una movilización que presagie y manifieste el cambio posible.

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