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No es una guerra

Elisa Beni

“Si esto fuera una guerra, sería una guerra sin fin”, escribió Bruce Ackerman. El profesor de Yale publicó 'Antes de que nos ataquen de nuevo. La defensa de las libertades en tiempos de terrorismo' tras los atentados del 11S y a la vista de la reacción de la Administración americana que saltó sobre la legalidad con respuestas militares y con limbos jurídicos en los que encarceló a personas con vulneración de derechos y con las que aún no sabe qué hacer.

Nos atacaron de nuevo. En Madrid y en Londres y ahora en París. Hasta la intervención de Hollande tras los cruentos atentados que ha sufrido la capital francesa, en los países europeos siempre se respondió teniendo en cuenta ese aserto. Para muchos parece un debate estéril pero no lo es en absoluto. Es terrorismo. Tras los atentados de Londres, el magistrado Lord Hoffman escribió: “Había dudas sobre si sobreviviríamos a Hitler, mas no hay dudas de que sobreviviremos a Al Qaeda. El pueblo español no ha dicho que lo que pasó en Madrid, a pesar de lo espantoso del crimen, amenazara la vida de su nación. Su legendario orgullo no lo permitiría. La violencia terrorista, por muy grave que sea, no amenaza las instituciones de gobierno ni nuestra existencia como comunidad civil”.

Tampoco lo hace ahora. Ni la cuestión esencial ha variado por mucho que Daesh esté ocupando territorio. Incluso aunque se utilicen medios militares en esta lucha contra ellos no se tratará de una guerra. No son combatientes, son terroristas. Convertirlos en combatientes es legitimarlos de alguna forma. Contra el terrorismo se lucha pero “declararle la guerra” es darles ya una cierta victoria. Y no quiero decir con ello, insisto, que no se deban emplear medios militares para acabar con Daesh y otros grupos yihadistas ni que esta tarea sea ya más que urgente.

Pero conturba ver al presidente de la República Francesa declarando el estado de excepción y anunciando que lo prolongará seis meses y que cambiará la Constitución Francesa para permitir que en estos casos los poderes del Ejecutivo sean mayores.  En este estado en el país vecino ya se está deteniendo y registrando domicilios sin intervención judicial, entre otras cosas. Podemos estar orgullosos. España nunca lo hizo en el casi medio siglo de azote terrorista que hemos sufrido. Más de mil muertos sin cambiar la Constitución ni constreñir o limitar las libertades y derechos para investigar, localizar, detener y poner a disposición de la Justicia a los terroristas. Y así se ha seguido trabajando por parte de nuestra Inteligencia y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Nunca se habló de guerra. Lo hace ahora Hollande, lo hizo Bush requiriendo la colaboración de los líderes mundiales “para declarar la guerra al terrorismo”...  lo hizo cien años antes Roosevelt, tras el asesinato del presidente McKinley a manos de un terrorista anarquista. E igualmente hemos llegado hasta aquí. El terrorismo desgraciadamente ha venido para quedarse. Tenemos que protegernos y combatirlo pero hemos de olvidarnos de esa burbuja segura en la que algunos confían.

Los atentados conmocionan a toda la sociedad. Lo sabemos bien pero una retórica belicista genera tensiones sociales que la convierten en vulnerable al hacerla proclive a ceder cuotas de libertad en aras de “la derrota del enemigo”. Solo que esa aceptación ya constituye una suerte de victoria de ese enemigo yihadista que tiene como objetivo acabar con nuestro sistema de vida de democracias occidentales.

Hasta el momento se habían mantenido dos posturas que guardaban ese matiz. La UE hablaba de “lucha contra Daesh” mientras que la OTAN manejaba el concepto de “guerra asimétrica”. Ahora el presidente Hollande ha dicho: “Francia está en guerra” y ha solicitado una resolución de la ONU para hacer un frente común y ha solicitado a los países de la UE el “apoyo mutuo ” que mencionan los tratados. Podría parecer que está moviéndose deprisa y con contundencia o que reacciona en caliente tomando la senda que en su día tomaron los norteamericanos liderados por Bush. Una senda que se mostró inadecuada. El terror continua y aún no han sabido solucionar el error de Guantánamo.

El plano y embrutecido debate en las redes sociales en el que aparecen tantos belicistas que confunden estas apreciaciones con lo que llaman “buenismo” no ayuda nada. Ni yo ni nadie que se oponga a la concepción bélica está negando la necesidad de tomar medidas severas y urgentes para protegernos y mejorar la situación. Sólo recomendamos la frialdad necesaria para entender que tal batalla metafórica debe darse en “varios frentes” de forma simultánea si queremos obtener resultados satisfactorios que nos garanticen periodos de tranquilidad. Sin obviar, insisto, la utilización de medios militares.

Hace falta simultanear la asunción de medidas de seguridad que protejan a la población occidental de estos sangrientos atentados. Medidas que aborten los ataques, que persigan a los criminales, que los condenen en caso de ser posible. Medidas que, además, no resulten lesivas para los derechos y libertades que son, precisamente, lo que los yihadistas quieren destruir. A la par es preciso trabajar de forma intensa para cegar las fuentes de financiación de Daesh y el resto de grupos yihadistas y, además, hay que realizar reformas políticas sociales y económicas para evitar la captación y posterior radicalización de muchos de los “perdedores radicales” (Enzensberger, dixit) que viven entre nosotros.

Podrán matar a algunos de nosotros incluso a muchos de nosotros pero no podemos dejarles que destruyan nuestra libertad. Esperemos que Europa no lo olvide.

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