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La guitarra y los slips

Cristina Pardo

El otro día estuve escuchando a Pdro Snchz en el programa de Bertín Osborne. Me parece un espacio agradable con inmensas posibilidades, en el que puedes quedar bien si eres interesante, genuino y/o simpático. La sensación con la que llegué al final de la entrevista es que Snchz estaba haciendo grandes esfuerzos por presentarse como un joven moderno y normal y como un padre entrañable, el yerno perfecto, el chico ese del PSOE tan majo y tan limpio, que dirían las abuelas. Trasladaba una sensación de realidad plastificada, recién peinada, vestida para la ocasión, narrada por un hombre del que sabemos –gracias a Bertín- que le gustaba el breakdance, que le compra flores todos los meses a su mujer, que juntos les preparan el desayuno a las niñas y que sabe hacer zumos con kiwi. Que está muy bien, pero es que unas semanas antes Carlos Herrera hizo en casa de Bertín un arroz caldoso que se te saltaban las lágrimas. Lo bueno de tomar una papilla de frutas y no un plato de cuchara es que evitas el riesgo de que se te llene la boca diciendo cosas como que no pactarás con los populistas. Pdro Snchz empezó llamando a Sálvame para darse a conocer. Después se quitó las vocales, como si estuviera mandando un SMS a su sobrino. Y entre unas cosas y otras, se le olvidó hacer un relato político más allá de decir una cosa y la contraria y de sonreír para la foto con Susana Díaz.

Este entusiasmo por hacer cosas estrafalarias en los medios de comunicación es algo que une a todos los candidatos a pocos días de las elecciones. Si no, ¿por qué iba a estar Pablo Iglesias con la guitarra paseando por los platós y tarareando canciones de los Supersingles? No olvidemos que una de las grandes primicias sobre el líder de Podemos se produjo en Telecinco, cuando se le apareció a Ana Rosa Quintana en el piso de su tía abuela con el pelo suelto. Y todo esto sucede con el riesgo de que los españoles olviden que Iglesias también decía una cosa ayer y otra hoy.

Si no fuera por esta euforia política (y periodística, ante la rareza que supone poder desnudar al candidato), ¿cómo íbamos a saber que Albert Rivera lleva slips fruto de su pasado como nadador, o que Iglesias tiene calzoncillos de la suerte? Es un alivio que este empacho de transparencia sea reciente. No sé vosotros, pero yo lo de saber con qué ropa interior ganó Aznar por mayoría absoluta como que no, gracias. La imagen que mejor refleja el tiempo que estamos viviendo es la de la hija de Rivera abrazando el televisor cada vez que sale su padre, según ha contado él mismo. Eso es lo que parecen buscar los candidatos, que se hable más de calzoncillos y menos de Kant. O que se hable de goles, pero no de los que nos meten fuera del terreno de juego. Rajoy estuvo sensacional de comentarista en la COPE. Creo que nunca le había visto tan feliz delante de un micrófono. Me alarmó constatar que es, probablemente, una de las mejores cosas que ha hecho en toda la legislatura. A estas alturas, y con las ideas más o menos claras, ya solo pido llegar al 20D sin saber qué gayumbos se puso para que ganara el Madrid.

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