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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

El humo tóxico de la corrupción española

Francisco Granados, Ignacio González y Esperanza Aguirre. / madrid.org

Rosa María Artal

  • ¿Y la política? Ese bloque de súbitos seguidores de Adolfo Suárez, con su “centrismo y moderación”, al que sus antecesores de UCD, AP y PSOE acribillaron hasta mandarlo a la dimisión y a la melancolía

Ahí la tenemos: la corrupción española desenmascarada en toda su crudeza. En toda o en parte, porque cada día nos depara nuevas capítulos de lo que, sin serlo, parece una novela negra. Es impresionante, increíble, que políticos y medios puedan seguir hablando de elecciones, de pactos -hasta con el PP como hace Ciudadanos-, de eslóganes, seguir como si nada cuando la corrupción se desparrama de forma tan escandalosa por las venas de esta sociedad maltratada. En su marcha de autómatas guiados por su propio horizonte, obvian que España es un coche con una bomba de relojería incrustada en el motor. La que nos aprieta cada día y nos está aniquilando. La que puede acabar con nosotros.

David Marjaliza, el socio del que fuera alto cargo del Partido Popular Francisco Granados, ha tirado de la manta. De una de las mantas: la Púnica. Empieza a dar la impresión de que en España operan varias mafias y que una parte de las pistas que sigue la justicia parte de algún tipo de ajuste de cuentas entre bandas rivales. Si la sospecha se puede expresar en términos tan gruesos es porque semejantes trapicheos no han podido desarrollarse en una ignorada trastienda. No es lógico.

A la corrupción española de hoy no le falta un detalle. Recordemos que Ausbanc y Manos Limpias han estado extorsionando, según las pesquisas judiciales, a múltiples bancos y empresas de lo más relevante del país. Pagaban para que la red no publicara informes desfavorables. Y nadie dijo nada durante más de 20 años. Sectores que han de permanecer totalmente alejados de la menor sombra, como jueces y fiscales, cobraban de la trama por cursos y conferencias. También lo han hecho de otras entidades que, estéticamente siquiera, casan mal en la separación de poderes. No olvidemos los pagos –desorbitados- de la Comunidad de Madrid a miembros de la judicatura, por asistir a reuniones de supervisión de un plan informático.

Todos los estamentos están teñidos de pringue. A los Reyes, como más alta jerarquía, cuando no les sale una hermana y un cuñado dudosos, les aparece una tía con cuentas en paraíso fiscal, o amistades peligrosas. El compi yogui López Madrid –como le llamó por escrito Letizia- ha resultado ser un crack.

El saqueo tiene proporciones bíblicas. Imaginemos a Granados - mano derecha de Aguirre en su momento-, llevándose mordidas del 20% como mínimo por cada paso urbanístico desde las recalificaciones en adelante. Añadamos el reparto de sobres entre socios del clan púnico. Pensemos en la otra mano, derecha también, de la factótum del PP de Madrid: Ignacio González, con su ático. Pero el viaje continúa por la Comunidad valenciana en donde el trinque y la desfachatez eran tan descomunales como aparentaban. No se han privado ni de usar a niños o personas discapacitadas, todo les sirve. Y se extiende por gran parte de nuestra geografía. Es trabajoso ya seguir la ruta del pillaje por España, del PP en particular, pero no únicamente. Hay que ver cómo engordaron los ERE andaluces vinculados al PSOE, sin ir más lejos.

Merece la pena detenerse, sin embargo, en Canarias. Dado que allí parece ser dios el ministro offshore del PP, José Manuel Soria. Uno de sus amigos, el juez Alba, ha sido pillado fabricando pruebas contra la jueza Rosell, diputada de Podemos en la reciente y breve legislatura. Y, aunque parezca mentira, ahí sigue impartiendo lo que quiera que imparta. Con apagón informativo, por más que insistamos. En cualquier otro país este sucio asunto hubiera producido un cataclismo. Avergüenza este mutismo.

Lo doblemente grave es que el PP preparó un marco legal muy preocupante con las leyes y códigos Mordaza. Por ellos, estamos asistiendo ya a juicios inusitados en los que se piden varios años de cárcel por protestar. Mientras, el ministerio llamado de Justicia colocaba una ley que limita el tiempo de instrucción. El primer plazo vence ya, el 6 de junio, y se van a tener que archivar 400.000 causas penales, según alertan los fiscales. Desastrosa gestión y en entredicho en varios sentidos. Como reiteradamente han denunciado desde la judicatura, implicaría el sobreseimiento también de causas de corrupción. El Ministro Catalá es uno de los que imparte, día sí, día no, sus soflamas contra adversarios políticos como Podemos.

Como el de Interior. Llamaba la atención Íñigo Sáenz de Ugarte, en eldiario.es, del preocupante uso que el PP está haciendo de las instituciones, en particular de la policía. Un sobrecogedor y documentado relato de cómo “El gobierno exige a los jueces que cumplan sus órdenes”. Sin que tenga mayor repercusión tampoco. Silencios que evidencian una pésima salud de la convivencia democrática.

¿Sabe la ciudadanía lo que realmente está ocurriendo? Puede hacerlo, aunque muchos ni se molestan. Hay que sortear las noticias que no se publican, las que se tergiversan, las que se desmesuran, las que se inventan. Cualquiera que viera las portadas, el miércoles, el jueves, cargadas de Venezuela, con el escándalo de las revelaciones de Marjaliza ante la justicia, pensaría que España tiene un problema muy grave con la prensa oficial. Que la prensa forma parte del problema. Destacada parte.

¿Y la política? Ese bloque de súbitos seguidores de Adolfo Suárez, con su “centrismo y moderación”, al que sus antecesores de UCD, AP y PSOE acribillaron hasta mandarlo a la dimisión y a la melancolía. Pues ahí andan con Venezuela en la boca de la mañana a la noche como sus portavoces mediáticos. Clama que ,ante las gravísimos sucesos de Brasil tan similares a un golpe de mano, sea Venezuela el único país en el mapa americano. La precampaña empieza en Caracas, sin el menor escrúpulo. Si se piensa con seriedad, es alucinante. El colmo es ver metido en esa fiebre también el PSOE. Su ex presidente Felipe González sabe mucho de amistades presidenciales venezolanas y de su dureza con las protestas. Tal como él mismo escribió, viajó a España en el avión presidencial de Carlos Andrés Pérez, el del “caracazo” que ocasionó decenas de muertos en su represión.

Bajo el humo podrido y tóxico del cementerio de neumáticos de Seseña, como símbolo de este momento de España. También escondía desgobierno, codicia y un polvorín en ciernes. Con el desamparo de los denunciantes de la corrupción en nuestro país que critica The New York Times. Con tal cúmulo de atropellos que no hay estómago capaz de asimilarlos. Diarios. El reparto de prebendas. Las puertas giratorias, anchas, para que quepa la familia entera. La desigualdad social en récord. La ciencia devastada. La Deuda en récord histórico. La presunta recuperación bajo la espada de Damocles de Bruselas que le da una tregua electoral a Rajoy antes multarnos y de exigir más recortes por el incumplimiento del déficit.

Escandalizados, estupefactos, hartos, no encontramos la palabra para definir la magnitud de cómo nos sentimos ante las dimensiones de esta corrupción, económica y moral. Una bacanal en la que múltiples facinerosos de la vida pública han venido disfrutando con el dinero que debía emplearse en las necesidades de los ciudadanos. Un desparrame de latrocinios y prebendas, de desvergüenza suma. Presuntamente, desde luego. Todos niegan todas las acusaciones. No han hecho nada. Y ya se sabe que los mangantes nunca miente.

A muchos de ellos nuestra inquietud les pillara de fiesta. Con sus guirnaldas y trofeos, sus escopetas en ristre y al pie las piezas cobradas, sus tripas orondas, sus “volquetes de putas” aguardando en la cama, sus sonrisas de vino y placer, sus bolsillos llenos, sus carcajadas al pensar en los votantes que los han puesto ahí con mano rapaz y manga ancha.

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