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La izquierda se vuelve a plagar de desencantados

El exsecretario general del PSOE Pedro Sánchez y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.

Andrés Ortega

Sociológicamente, la derecha y el centro derecha ya están movilizados en este país, como quedó claro en las elecciones de junio. Pero la izquierda se ha vuelto a llenar de desencantados, de desamparados, de huérfanos, como desde un punto de vista más emocional señalaba Imma Aguilar recientemente, que se sitúan en la abstención antes que pronunciarse por lo que podrían considerar un mal menor. La izquierda está hecha jirones, y en buena parte se los ha hecho a sí misma. Pero la izquierda es necesaria en este país.

Estamos asistiendo a una batalla muy política, pura política, por el control, no por las ideas, tanto en el PSOE como en Podemos. Aunque cuidado. Ante el Comité Federal que ha de convocar el Congreso que ha de elegir el nuevo liderazgo del PSOE (aunque el secretario general lo votarán los militantes en mal llamadas primarias), hay que señalar que una cosa es ese cargo y otra quién será el (o la) siguiente candidato socialista a la Presidencia del Gobierno.

Cada vez uno oye a más (ex) votantes socialistas afirmar que nunca votarán por Susana Díaz, representante de lo que algunos califican como un “peronismo andaluz” (hay otros peronismos en España). Lo que tampoco significa que vayan a votar por un Pedro Sánchez. “Ni Su ni Sa”, se dijo. Ni Susana ni Sánchez serían lo sensato para, justamente, recoser hoy el partido e ir buscando y creando un nuevo liderazgo que habrá de surgir. Aunque con una premisa que algunos socialistas se resisten a aceptar: el PSOE no volverá a ser lo que era, como en general toda la socialdemocracia europea.

Basta mirar a las cifras y a lo que está ocurriendo. El PSOE está pagando años de desafección, y el impacto del 'golpe' en el Comité Federal del 1 de octubre, con el que este partido perdió repentinamente un 20% de su intención de voto que ya había bajado. Pero es el conjunto de la política española –y de otros países– la que ha cambiado, pese a los que se empeñan en que se regresará al pasado.

Huérfanos los hay también a raudales entre exvotantes o simpatizantes de Podemos que asisten a una pelea por el control y la orientación del partido que está en fase de constricción, lo que nunca es fácil. Entre las dos últimas elecciones, Pablo Iglesias se equivocó de estrategia al asociarse con Izquierda Unida. Resultado: un millón de votos perdidos entre ambas formaciones. Y es que en España aún hay en una cierta izquierda un rechazo a todo lo comunista y entre los comunistas, un resquemor ante todo lo que huela a socialdemócrata.

Mientras, Ciudadanos ha decidido abandonar su transversalidad, su ser socialista a fuer de liberal, como se definiera Indalecio Prieto, para soltar el lastre de su dimensión socialdemócrata y quedarse en liberal, en un país, que, como hemos dicho, no es para liberales, aunque en él se inventara el término. Pero, sobre todo, también en Ciudadanos hay un proceso de centralización del control y culto a la personalidad en la figura de Albert Rivera, a quien sólo podría hoy hacer sombra Inés Arrimadas. Pero, de nuevo, los socialdemócratas liberales desencantados con el PSOE se han quedado sin esa opción.

En total puede haber dos millones –y creciendo– de votos perdidos a la izquierda, que se han ido a una bolsa de abstención y de ira, según las estimaciones del sociólogo Juan Antonio Gómez Yáñez, basados en las recientes encuestas y las elecciones de junio. Es una incógnita cómo pueden evolucionar, pues son ciudadanos que andan enfadados, muy enfadados, y a los que la recuperación económica está llegando de forma harto insuficiente. A este estallido ideológico de la izquierda hay que añadir los efectos de su diversificación geográfica y de la cuestión territorial, esencialmente la catalana. Complicado. Máxime cuando la izquierda se está llenando de personajes del Amenábar de Los otros: muertos, políticamente hablando, que no son conscientes de que lo están.

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