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El líder caudillo

Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez, en una imagen de archivo.

Antón Losada

El líder caudillo se impone como modelo en la política española. Albert Rivera amenazó a sus críticos con renunciar y luego con echarlos por traidores mientras los señalaba como topos socialistas. Pablo Iglesias avisa que o lo que él diga o que se va. Íñigo Errejón se presenta, pero haciendo fotocall con el líder para rehuir el combate. Ahora Pedro Sánchez también avisa que, si pierde, se marcha a su casa. O se está a muerte con el líder o el caudillo se va.

El líder caudillo no negocia, no se compromete, no transige, no llega a acuerdos porque siempre le asisten la verdad y la razón, y ni una ni otra son negociables. Hay que comprarle el paquete completo: o conmigo o contra mí, o lo tomas o lo dejas. Sin matices, sin complejidad; su visión es única y no tiene tiempo para andar explicando sus poderosas razones a todos los humildes mortales que no alcanzan ni a intuir aquello que él ve con diáfana claridad. Si Aníbal hubiera sometido a debate usar elefantes, los Alpes estarían aún sin cruzar. Para esto quemó sus naves Hernán Cortés, para poder avanzar hacia delante sin perder el tiempo en estériles debates.

En este modelo no sólo se vota o se elige al líder. Se le jura lealtad incondicional, amor eterno y compromiso hasta el fin. Lo que él diga, cuando él diga y como él diga. Todo lo demás  es sospechoso y amenaza traición. El líder no se equivoca jamás y nunca hace algo mal. Si hubiere algún error, la responsabilidad siempre recaerá sobre la camarilla que le aísla, que le engaña, que conspira y no le cuenta la verdad, porque el líder caudillo nunca yerra y siempre tiene razón; y si se equivoca o no tiene razón, la culpa no puede ser suya.

Sólo en el PP parecen estar libres del dominio de este modelo de líder caudillo; seguramente una reacción a los agotadores años de Aznar. Como bien sentencia el código mariano, la discreción libera y el protagonismo esclaviza. Mariano Rajoy se mantiene fiel a su estilo de mandar sin que parezca que manda, preferir la compostura y el compromiso al duelo en la plaza del pueblo a la vista de todos. Que parezca que mandan otros; era y continúa siendo su máxima.

El poder desgasta a quien no lo tiene y el control abrasa a quien lo ejerce. Que se quemen María Dolores de Cospedal, Sáenz de Santamaría, la Vicepresidenta Maravilla, o Martínez-Maillo intentando convencernos de lo mucho que mandan, que ya dirá al final Rajoy qué se hace. Mandar es estar, no aparecer. Mariano lo tiene claro. A lo mejor por eso le va tan bien y, según el CIS de enero, el PP saca ocho puntos de ventaja en intención directa de voto a PSOE y Podemos.

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