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¿Qué llevas puesto?

Muñeca de papel

Begoña Huertas

Trabajar en ropa interior

Eduardo Mendoza afirmó en una entrevista para un suplemento de moda que él escribía con camisa, suéter, pantalón y mocasines. Y es que, según el autor de La ciudad de los prodigios, “si escribes en camiseta, no vas a superar lo de qué pasa, tronco”.

Bueno, John Cheever solía escribir en calzoncillos.

Las palabras de Mendoza no dejan de ser una boutade, pero es cierto que la ropa funciona como un reflejo de lo que somos y en cualquier caso no comunicar algo a través de ella es imposible. La guayabera de Gabriel García Márquez o los vestidos pasados de moda de Iris Murdoch no eran gratuitos.

No solo los autores, también los personajes que estos crean pueden definirse en relación a lo que llevan puesto o a cómo lo llevan: el joven Lucien, de Las ilusiones perdidas, cuando llega por primera vez a París se siente incómodo en su traje “como una momia egipcia en sus vendajes”. A Justine, de El cuarteto de Alejandría, no podemos verla más que con su maravilloso vestido de seda y su capa bordeada de negro por las calles de la ciudad. La gorra de caza roja que lleva Holden Caulfield (El guardián entre el centeno) en su deambular solitario por Nueva York dice mucho de él, tanto como los blancos vestidos de gasa que flotan como globos al viento dicen de las mujeres en El gran Gatsby.

Y es que la descripción física, sin análisis del corazón humano, es aburrida, como afirmaba Stendhal. Por eso hay que ir más allá.

Uniformes de trabajo

El Corte Inglés ha presentado esta semana sus nuevos uniformes femeninos. Hasta hace poco más de un año las únicas uniformadas en estos almacenes eran las dependientas, porque lo dependientes, hombres, podían llevar el traje de chaqueta de su elección (en consecuencia debían trabajar más bien poco, porque uno temía dirigirse a ellos por miedo a confundirlos con un cliente).

Ahora estos vendedores llevan un traje de chaqueta uniformado, y sin embargo me temo que poco han cambiado las cosas: frente a un hombre encorbatado con gesto de “no tengo nada que ver con esto” y una mujer con su color verde-inglés bien visible, está claro a dónde se dirigirá el cliente que busque un libro, una olla de cocina, una funda de edredón. Los nuevos uniformes femeninos son, dicen, cómodos, elegantes y funcionales. Sobre todo funcionales. Esa chaqueta sin botones, sin cuello, sin bolsillos resultará ideal para agacharse, cargar peso o subirse a una escalera.

Familia Real-familia profesional

En los últimos tiempos, las apariciones de la Familia Real (de sus miembros “blanqueados”, es decir, no imputados en ninguna causa judicial) parecen el anuncio de un pack de esos muñecos que se venden como complemento a una casa de juguete. Las fotografías les muestran como un grupo familiar perfecto, bien empaquetado, con olor a nuevo, con sonrisa, ropita y complementos. Este fin de semana, los reyes, los príncipes de Asturias y sus hijas, y la infanta Elena asistieron en Mallorca a la misa de Pascua. Todo era dulzura en la imagen que ofrecieron los medios. Los caballeros iban a juego con sendos trajes en tonalidad gris, mientras un gracioso detalle los distinguía sin sugerir enfrentamiento: Las corbatas de uno y otro eran de diferentes colores, azul y verde, sí, pero compartían el mismo tono pastel, mostrándoles así distintos pero iguales, autónomos pero unidos.

Simetría es armonía.

Las dos niñas, perfectas como muñequitas recortables, iban también coordinadas en su estilismo, sin olvidar igualmente los toques que apuntaban la singularidad de cada una. Abuela y tía con su joyería al aire.

La princesa, único elemento impar, fue la figura que más me costó interpretar. En un primer vistazo la chaqueta me pareció fea y ya. También los pitillo. Pero después de golpe lo entendí todo: Letizia llevaba un uniforme de trabajo, como las dependientas de El Corte Inglés. Ella es la que se agacha, carga el peso o se sube a la escalera, la persona a la que te dirigirías para hacer alguna consulta. Los hombres trajeados, por supuesto, no esperan que les preguntes nada. En realidad ninguno de ellos espera que les dirijas la palabra. Su comunicación es de único sentido. Mira su aspecto, mira su ropa, eso es lo único que te piden, que te des cuenta de lo bien que desempeñan su papel, de que son competentes en su profesión.

Van tan conjuntados que es como si llevaran un uniforme colectivo de trabajo. Un uniforme que los muestra profesionales y eficientes, tanto que, de igual manera que El Corte Inglés anuncia que ya es primavera en sus almacenes adelantándose al calendario, nuestra realeza parece indicar –con igual eficiencia– que ya es República en la Monarquía española.

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