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Más recortes, más marea

Pancarta de la marcha del 15-S

Ana Requena Aguilar

“Me he levantado a las tres de la mañana y a las cuatro y cuarto hemos cogido el autobús. Había que estar aquí, no puede ser que sigamos así, hay que protestar contra los recortes”. Lo dice Daniel, de 55 años, recién llegado a Madrid después de algo más de seis horas de viaje. Son las diez y media de la mañana y miles de personas han tomado ya las calles del centro de la ciudad. Las mareas negra, verde, roja, naranja, violeta y blanca y las columnas procedentes del norte, sur, este y oeste del país comienzan a avanzar hacia la Plaza de Colón, el punto de encuentro.

Gema y Laura visten camiseta naranja. Son trabajadoras sociales y ven de cerca cómo han afectado los recortes a los servicios sociales que se encargan, por ejemplo, a las personas dependientes, o en riesgo de exclusión. “Hay muchos menos recursos y todo se ha vuelto más burocrático, precisamente para dificultar el acceso a los recursos que quedan. Ahora, si una persona mayor enferma necesita una residencia, aunque se tramite con urgencia, pueden tardar entre 8 o 9 meses en concedérsela. Mientras, esa persona está desatendida”, explica Gema. Laura critica los recortes “encubiertos y a golpe de decretazo”.

A su lado, batas blancas y estetoscopios denuncian los recortes en sanidad. “No me hice médica para esto, yo no puedo dejar de atender a nadie, me repugna que se excluya a personas sólo porque no tengan papeles”, denuncia casi a gritos Arancha. Los pitos y las batucadas animan el ambiente.

A media mañana, un grupo de personas despliega una pancarta en alusión a la convocatoria del 25 de septiembre para manifestarse en el Congreso. Según la Delegación del Gobierno en Madrid, varios policías les piden su documentación, algo a lo que se niegan los manifestantes. Finalmente, la policía detiene a cuatro personas, según confirmaron fuentes policiales a EFE y fuentes de la Coordinadora del 25-S a eldiario.es. Sobre las tres de la tarde, los detenidos se encontraban declarando en la comisaría de Canillas. La Policía les atribuye un presunto delito de desobediencia civil y resistencia a la autoridad.

Dos testigos han confirmado a eldiario.es que las personas con banderas de CCOO y UGT que rodeaban a este grupo de manifestantes salieron en su defensa. Entre ellas, Esther López Barceló, diputada de Esquerra Unida en las Cortes Valencianas, que trató de interceder ante la policía, aunque sin resultado.

Muchas cruces negras y cortejos fúnebres velan por los difuntos derechos sociales: “RIP dependencia, educación, sanidad universal”. Las consignas y pancartas de otras manifestaciones se repiten. “No hay pan pa’ tanto chorizo”, “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, o “El pueblo unido jamás será vencido” se extienden a lo largo de toda la marcha. Algunas voces piden huelga general, otras reclaman alternativas a las políticas de austeridad y recortes. El FMI, la banca, Merkel, Rajoy… la gente señala en sus lemas a los que consideran culpables de la crisis.

También vestidos de negro, miles de funcionarios recorren las calles. “No soy culpable de la crisis, ¡basta ya!”, dicen muchas camisetas. José trabaja como personal laboral en el Boletín Oficial del Estado y desde hace dos años ha visto como su salario y derechos iban a menos. “Más horario, menos sueldo, estamos hartos, son unos sinvergüenzas”, dice.

Conforme pasa la mañana, los colores, los lemas, y la indignación se mezclan. Ya en Colón, la gente busca refugio en los pocos lugares de sombra que ofrece la plaza mientras espera a que empiecen las intervenciones de los convocantes. El sol no perdona y pancartas y periódicos sirven de gorras improvisadas. Mareas y marchas van confluyendo en la plaza, que queda desbordada. Cientos de miles de personas marchan en todas las direcciones que rodean Colón: Paseo del Prado, Recoletos, Goya, Génova, Paseo de la Castellana…

En la marea violeta, muchas críticas a la nueva ley del aborto que pretende aprobar el Gobierno y a los recortes en políticas de igualdad. “Ni un paso atrás en igualdad”, gritan. La mayoría son mujeres, pero hay también hombres. Como Carlos, de 26 años, que tiene claro que la causa de la igualdad “es de todos”. “Que las mujeres puedan elegir y decidir y que el mundo sea igualitario es algo que beneficia a toda la sociedad, hombres y mujeres. Su causa es la mía”, asegura.

“¿Qué pasa, qué pasa? Que no tenemos casa”. Con camiseta verde, Paz y algunas de sus amigas gritan lemas contra la precariedad juvenil. Ya en la universidad, todas ven su futuro con poco optimismo. “No sólo es que nos suban las matrículas y que haya menos profesores, es que vemos que los que nos espera afuera es muy duro: o paro o trabajos de mierda”, señala Paz.

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