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Otra muesca en el revólver, Mariano

Mariano Rajoy y el expresidente de Murcia Pedro Antonio Sánchez, en una imagen de archivo.

Antón Losada

Partía al alba el verdugo, Martínez-Maillo, rumbo a Murcia, a poner orden y ajusticiar a quien fuera menester si en provincias se ponían levantiscos. No fue preciso. A la altura de Quintanar de la Orden ya estaba en un plato entregada la cabeza de Pedro Antonio Sánchez. Al mediodía se hacia el harakiri por el bien de Murcia, los murcianos y a mayor gloria de un Mariano Rajoy a quien siempre tendrá presente y llevará en sus pensamiento y en sus oraciones. Algún día la Historia le hará justicia y las cosas se contarán como fueron: víctima de un sistema cruel y una despiadada cacería política, Pedro Antonio Sánchez, patriota, murciano y mártir ha efectuado un último sacrifico y prestado su penúltimo servicio al país y al PP para parar a la horda roja que ya se cernía sobre la Huerta y La Manga del Mar Menor…. Y a otra cosa, mariposa.

Ni doce horas ha durado la heroica resistencia de nuestro Braveheart murciano, a quien se nos presentaba dispuesto a enrocarse hasta el final y pelear hasta la última bala por preservar la presunción de inocencia, el Estado de Derecho y el imperio de la Ley.

Sé que a muchos no les gusta y les cuesta reconocerlo pero la evidencia ya resulta abrumadora. Mariano Rajoy los mata políticamente cada vez más rápido y con más eficiencia. Paco Camps, Esperanza Aguirre o Rita Barberá aguantaron al menos un par de semanas, pataleando por los medios de comunicación y recibiendo aplausos y vítores de la resistencia antimarianista en la clandestinidad. Sin desgastarse, simplemente dejando que se ahorquen ellos solos, la eficacia mariana a la hora de limpiar escenarios convierte al míster Wolf de Pulp Fiction en un mero aficionado.

Ya conocen cómo continúa la historia. El PP cambia de candidato y sigue gobernando tranquilamente con el apoyo de Ciudadanos, porque para el partido del Albert Rivera lo importante siempre se reduce a apoyar a quien gobierna; convertirse en socio y ayudante del poder. Al partido naranja no le importa la alternancia, ni la calidad institucional, ni la regeneración democrática. Lo que de verdad le importa y cuenta es tocar poder y que el poder se la deba para poder cobrarla cuando convenga. En eso, Albert Rivera y Mariano Rajoy se parecen como dos gotas de agua: ni regeneración, ni corrupción, ni gaitas; lo que vale es mantenerse en el poder, por cualquier medio necesario.

Mariano Rajoy ya puede olvidarse del lío ese de Murcia y concentrarse en las cosas realmente importantes que ahora ocupan su tiempo de estadista mundial: salvar a Europa del Brexit, recuperar Gibraltar para España, parar al populismo y a Le Pen en Francia y ganar las elecciones con Angela Merkel en Alemania.

El PSOE tendrá que comerse esa cara de tonto que se le queda a los novios cuando ven que su amada se larga con otro después de ir a rondarla al balcón noche tras noche y haberle hecho todos los recados y atendido todos los caprichos. Tanto pactar y hablar con Albert Rivera desde la Gestora, tanto debatir sobre la idoneidad del candidato socialista en Murcia, tanto aviso a Podemos para al final quedarse plantado en el altar.

A Podemos poco se le puede reprochar. Hizo lo que tenía que hacer, no cayó en provocaciones y aguantó con paciencia estoica que desde el PP y Ciudadanos hablasen de su apoyo a la moción de censura, o su hipotética entrada en un gobierno alternativo, como si la guerra no hubiera terminado y un apocalipsis comunista y bolivariano estuviera a minutos de provocar el fin del mundo tal y como lo conocemos.

Al principio era Rajoy quien tenía un problema. Ahora el problema lo tienen todos los demás, business as usual.

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