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A por ellos, oé

Acto de despedida a los UPR de Córdoba que partían para Cataluña

Jesús Cintora

Ya está España embarrada en una guerra de banderas. Qué pena. Hace no tanto la gente pasaba bastante. Hoy, la bronca de Cataluña se ha metido ya en las casas, en los bares, en las tiendas, en los centros de trabajo… Hablar de “los catalanes” ya es “trending topic” en las conversaciones del personal, en el pueblo y en la ciudad, a la altura del fútbol, de los asuntos familiares o de cualquier chisme. Todo el mundo sabe cómo solucionarlo.

Observo flipando los ramalazos de bilis y testiculina, aunque ya no me sorprende. Sé dónde vivo. Antes, la dolencia afloraba ligeramente con motivo de algún evento puntual, como un Madrid-Barça. Era transitorio, bastante ocioso y localizado en ámbitos muy particulares. Ahora, la pugna fratricida se extiende y el odio al catalán o al español va ganando terreno. Lo más preocupante es la inflación de público encabronado, dispuesto a solucionar el contencioso por las bravas.

La hoja de ruta es conocida. Calienta al gentío con ese supuesto enemigo exterior y se pondrá como una moto. Aviva un conflicto con un malicioso rival y será fácil que la masa se ciegue con darle su merecido al que tiene al lado. A todos nos pasó alguna vez: con los del pueblo cercano, entre los del curso A y los del B en la escuela o con el otro equipo del barrio. Si en la masa cunde además el mensaje de que es “conmigo o contra mí”, ya tenemos el terreno para la contienda, con grave riesgo de collejas para el que ose mediar, por ser sospechoso de estar con los del bando contrario.

El cuñao que antes decía aquello de “todos son iguales” y “todos roban” tiene ahora la receta para cortar por lo sano con Cataluña. He visto ante mí a la vecina que antes me preguntaba por la Esteban colgar una bandera en el balcón y decirme que hay que darles duro con el palo. Me pregunto hasta qué punto han agitado esas banderas los hacedores de conflictos para que ondeen tan alto. El asunto está posicionando al pueblo con un fervor donde solo cabe el bueno y el malo. El feo es el percal, que tiene pinta de enquistado.

Las banderas parece que lo cubren todo. Solucionar la España y la Cataluña de la corrupción se aplaza. Revolverse contra los fabricantes de catalanes y españoles precarios tampoco se lleva y parece que está solucionado. Mentores de la reforma laboral, aún con la boca sin lavar por sus mordidas, aprietan los dientes y se retan a cara de perro. Hay quien señala árboles para que no veamos el bosque y existe un grave riesgo de incendio si los bomberos deben ser los pirómanos.

Me pregunto si habrá políticos capaces de resolver el problema. Para eso les pagamos. Me preocupa si el cálculo electoralista queda por encima del esfuerzo para resolver un conflicto social que se les puede ir de las manos. Me inquieta si piensan que con consultas unilaterales o enviando a policías y a guardias civiles van a solucionar un asunto que va para largo. Digo yo que habrá que sentarse. Para trabajar. No sentarse mientras se calienta al personal o se hace creer que el 1 de octubre se juega un Madrid-Barça y solo uno habrá ganado.

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