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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Yo no olvido

Jesús Cintora

Querrían que no tuviéramos memoria, que olvidáramos lo ocurrido. Que nuestras cabezas fueran huecas, vacías como las sillas que deja Rajoy en los debates. Movernos con mando a distancia, como un plasma colocado en el centro de una sala de prensa. Que entregáramos robotizados nuestros votos, embobados en una campaña electoral plagada de bailes, cocinitas, guitarras, balones y saltos al vacío… El presidente dice que no hay tiempo para más, ignora lo que demanda la sociedad actual y solo encuentra margen para un cara a cara bipartidista. Eso sí, deja unas cuantas horas para hablar de fútbol en la radio. Viendo este panorama, ¿cuánta gente habría deseando devolverle a Rajoy la colleja que le dio a su hijo? Porque al menos el chaval fue sincero.

El muchacho debería haber sido como Cospedal, la señora del “diferido simulado”, que ha salido a presentarnos el programa electoral y a decirnos que estamos ante “el gobierno que más medidas ha acometido para perseguir la corrupción”. Lo ha hecho en la sede pagada en negro. ¿Se acuerdan? Aquella en la que tuvo que presentarse la policía porque no le entregaban la documentación de las comisiones y la caja B. La misma sede en la que destruyeron los ordenadores del tesorero. Porque interesa eso: que no quede ni rastro, que no tengamos memoria.

Con Bárcenas, Rato o Blesa en la calle, nos presentan un programa electoral que dice que “quien la hace, la paga”. Con SMS de ánimo al corrupto y recibiéndolos en el ministerio del Interior, nos venden en campaña que “exigiremos ejemplaridad a los que han sido o son cargos públicos de nuestro partido”. Con un presidente que se escaquea de los debates y de las entrevistas en las que puedan preguntarle mucho por estos chanchullos, leemos en su programa electoral que “ahora, España es un país más transparente”. Radiante y blanco… Casi como un sobre con dinero negro.

Pero ahora se lleva esto: prometer hasta meter (la mano en nuestro bolsillo). Otra vez nos anuncian bajadas de impuestos, después de subirnos 24.000 millones de IVA, 15.000 de IRPF y conceder una amnistía fiscal en la que prácticamente no hubo corrupto que no aprovechara para “repatriar” de Suiza sus mordidas… transparentes.

Antes de las leyes mordaza, de recortar la sanidad y la educación, prometieron 3 millones y medio de empleos y hoy vivimos en un país con cien mil personas menos trabajando. Menos empleados y más pobres, con los sueldos a la baja, consecuencia de una reforma laboral de la que Rajoy se siente “muy contento”. Poco más de la mitad de los parados cobra la prestación, pero “hoy España puede sentirse orgullosa, porque ha sabido superar la peor crisis conocida, sin permitir que nadie quede al borde del camino”. Lo dice Rajoy, el mismo que nos dijo que “la sociedad española, ni puede, ni quiere olvidar nunca”. En eso habría que hacerle caso. Ahora que le conviene nuestra memoria frágil, no sé vosotros, pero al menos yo no olvido.

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