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Que no pase como en Gran Bretaña

Rosa Paz

Vale que los casos británico y español no son comparables. Cada uno tiene sus peculiaridades que lo diferencian del otro. Desde la moneda hasta el sistema electoral. Pero hay muchas cosas que son similares. Los recortes de las políticas sociales, sin ir más lejos. Allí tuvieron, en los años 80 del siglo pasado, en Margaret Thatcher a una de las más beligerantes precursoras del desmantelamiento del estado del bienestar. Aquí no llegamos a tanto aunque el thatcherismo siempre tuvo fervientes seguidores, algunos de ellos actualmente en el poder y una de ellas, Esperanza Aguirre, orgullosa de que se le considere la “Thatcher española”, aspirando a la Alcaldía de Madrid.

En los últimos años, en los de esta larga crisis que se desató con la caída del banco estadounidense Lehman Brothers en 2008, también los gobiernos conservadores de allí y aquí les han pegado un tajo a los derechos y a las prestaciones sociales con la excusa de que hay que reducir el gasto para hacer frente a la crisis. Se olvidan, claro, de que quienes más padecen la crisis son precisamente los ciudadanos que más necesidad tienen de las políticas que les garantizan un cierto bienestar cuando vienen mal dadas: la educación gratuita y de calidad, la sanidad pública y universal, el subsidio de desempleo o la pensión de jubilación. Y es, curiosamente, en esas políticas en las que se ha metido la tijera sin piedad.

Al igual que le ocurre aquí al Gobierno de Mariano Rajoy, no parecía que el de David Cameron concitara una gran simpatía en los británicos. Las encuestas, al menos, reflejaban más bien una dosis alta de desconfianza. Pero las elecciones del jueves le han dado la mayoría absoluta que no obtuvo hace cinco años. Y con ese resultado, lo primero que va a hacer Cameron es aprobar un nuevo recorte social de más de 16.000 millones de euros. Cuesta entender que los ciudadanos voten a quien les reduce las ayudas y prestaciones solo porque los datos del PIB mejoren, mientras aumenta el número de personas en riesgo de pobreza o se precariza el empleo.

Conviene recordar, no obstante, que los conservadores británicos han logrado esa mayoría absoluta con tan solo el 36,9% de los votos. No debe de ser, por tanto, tan ejemplar el sistema electoral que tienen en Gran Bretaña, y el resultado de Escocia, donde 56 de los 59 escaños los ha obtenido el independentista Partido Nacionalista Escocés, es otra muestra de ello, porque ha logrado el 95% de los escaños pero no de los votos, como es obvio.

Al PP, la victoria de los tories les ha llenado de entusiasmo. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, lo ha visto claro, allí han valorado las reformas económicas adoptadas por Cameron y aquí pasará lo mismo. Como las encuestas no son tan optimistas como ella -en el Reino Unido tampoco lo eran- Sáenz de Santamaría auguró que también aquí el PP vencerá a los sondeos. En fin. Aun cabe la esperanza de que la indignación por las políticas sociales y por los escándalos de corrupción acabe en las urnas con esa falta de empatía con el sufrimiento de millones de ciudadanos, con la utilización del poder para beneficio propio y con esta austeridad que asfixia.

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