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El precio de la traición a la generación del milenio

Ana R. Cañil

Los jóvenes (de 18 a 32 años) son quienes más han sufrido la crisis y una parte ya vive peor que sus padres. El 39% de la llamada generación del milenio (millenials en inglés, nacidos entre 1980 y 1998 más o menos) confía poco o nada en los demás, mientras que entre los mayores de 56 años la desconfianza en los otros no pasa del 23%; las aspiraciones de los hijos ya no son el piso en propiedad o el trabajo indefinido, un imposible. Estos datos los constata y recuerda desde hace tiempo la socióloga, politóloga y directora de MyWord, Belén Barreiro, a quien hace años que obsesiona el abismo entre los hijos y los padres o abuelos actuales.

La Gran Recesión, internet, las redes sociales y la globalización en su conjunto hacen difícil atinar a la hora de elaborar diagnósticos sobre el comportamiento de las nuevas generaciones, sus sentimientos y comportamientos sociológicos. No solo en nuestro país cunde la frustración. El grueso de la juventud británica se siente traicionada con los resultados del Bréxit. Sus mayores les han condenado a vivir fuera de la Unión Europea, una decisión que rechazan masivamente. Pero no fueron a votar lo suficiente como para contrarrestar a sus padres y abuelos.   

En EEUU, son mayoría los jóvenes que sienten rechazo hacia Donald Trump, al que consideran racista sin paliativos. Pero eso no basta, el millonario empieza a dar primero en las encuestas. Hillary Clinton tiene un reto brutal hasta noviembre: mantener a su lado al gran número de jóvenes que apoyaban a Bernie Sanders. Hace unas semanas, un sondeo de Harvard indicaba que el 80% de los jóvenes que apoyaban al gobernador de Vermont lo haría también a Clinton, si Bernie se retiraba. Quizá, pero según están las cosas, los asesores de Clinton tendrán que luchar para no perder siquiera ese 20%. No son pocos quienes ven a la candidata como miembro del stablishment. Casta dirían en Podemos hace un año. 

De vuelta a nuestro país, sociólogos y politólogos aún buscan el millón de votos que perdió Unidos Podemos en las elecciones del 26J. Hasta hace un mes, las formaciones de Pablo Iglesias y de Albert Rivera aglutinaban en sus filas el voto joven y urbano.

Se supone que Iglesias el de los jóvenes progresistas - no necesariamente de “izquierda”- y Rivera el de los jóvenes conservadores -o de derechas- que estaban hartos de los viejos partidos, PSOE y PP. Pero Podemos perdió ese millón de votos que nadie sabe muy bien donde está; la mayoría en su casa según parece. Se siguen investigando las causas de la deserción. Echar toda la culpa a la confluencia con IU es la formula para evitar la cuota de responsabilidad del líder Iglesias y sus cuatro meses de parlamentarismo, que han deteriorado más su imagen, como señalan sondeos y expertos. Excepto para las conclusiones de la cúpula de Podemos, cuyo análisis no incluyó ni una sola línea sobre el asunto de la responsabilidad posible de Iglesias en la debacle.

Ciudadanos perdió menos votos –unos 400.000- pero en escaños sufrió un agujero. De 40 a 32. La conclusión de la caída de los dos nuevos partidos ya la subrayó Albert Rivera horas después del descalabro. “Tenemos que estudiar porque los partidos nuevos (C’s y Podemos) nos ha costado arrastrar al electorado más joven”.

Una de las claves de la resistencia de Rivera a apoyar a Rajoy sin grandes contrapartidas o sin el abandono de Rajoy, es que Ciudadanos teme quedarse sin los jóvenes que aún le siguen y que se cuentan entre los 3.200.000 votantes que mantuvo el 26J. Son un pelotón que no le perdonaría que votara al actual presidente en funciones; no soportan la peste de la corrupción, hasta el punto de que le perdonaron el acuerdo con el PSOE.

Los expertos de los nuevos partidos coinciden en lo peligroso que es la pérdida de ilusión del electorado joven y urbano en las últimas elecciones generales, mientras que los sociólogos de cualquier ideología son unánimes al reconocer su preocupación por la volatilidad del voto de los jóvenes, que no tienen su lealtad comprometida con nadie.  

¿Por qué van a ser leales? Sus mayores les traicionan - sentimiento compartido no sólo por británicos, españoles, franceses y veremos qué sucede con Trump -son generaciones cada vez más desconfiadas con respecto a los otros, saben que dependen de sí mismos.

Su desencanto será difícil de mitigar tanto si vuelve a gobernar Rajoy como si se les obliga a ir a unas nuevas elecciones. El sistema sigue sin contar con ellos, solo es verborrea de campaña electoral. Y para confirmar sus tesis no tienen nada más que parar un momento en cualquiera de los días del último mes -el tiempo transcurrido desde las elecciones generales- y mirar quién está pensando en ellos, los que por primera vez en generaciones vivirán peor que sus padres aunque estén mejor preparados. 

De nada sirve decir que los millenials son malcriados. Están ahí. Quizá no tardemos en constatar el alto precio a pagar por la desilusión, el desprecio y la traición a esa generación víctima de la Gran Recesión.

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