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El puzzle electoral que se avecina

Rosa Paz

Algunas reacciones a la entrevista que Ángel Gabilondo concedió a este periódico y en la que no descartaba la posibilidad de alcanzar pactos con Podemos suscitan una reflexión interesante sobre qué ocurrirá cuando se recuenten los votos en las elecciones municipales y autonómicas y se demuestre que la posibilidad de que, por poner un ejemplo, Esperanza Aguirre no gobierne en Madrid pasa por un acuerdo amplio de la izquierda, que incluya al PSOE. Es lógico que todas las candidaturas aspiren a ganar con la mayoría suficiente para gobernar, pero hasta el momento los sondeos indican que la gobernabilidad de los ayuntamientos y las comunidades va a depender en muchos casos de pactos. ¿Lo entenderán así todos los electores de unos y otros partidos?

Porque, si la segunda fuerza más votada, después del PP, fuera el PSOE -olvidémonos de Madrid, donde las candidaturas aún están revueltas-, ¿Podemos e IU apoyarían a los socialistas para gobernar o formarían gobiernos de coalición con ellos? ¿Sus seguidores les apoyarían en esa estrategia o preferirían que siguiera el PP en el poder con tal de no tener que dar su voto a quienes consideran que son la misma casta? o ¿aceptaría Podemos el apoyo del PSOE si fuera el suyo el partido más votado de la izquierda?

Esta es una de las grandes incógnitas de las próximas elecciones. No solo saber qué apoyo electoral cosecharán los partidos emergentes Podemos -y ahora Ciudadanos- y en qué condiciones se van a quedar los partidos tradicionales, sino también qué posibilidades reales hay de alcanzar pactos para que ese cambio, que se anuncia, se produzca.

El primer lugar donde se van a despejar esas dudas es Andalucía, donde nadie duda de la victoria de la socialista Susana Díaz aunque sí de que obtenga la mayoría absoluta. Necesitará, de ser así, apoyos para gobernar. Al menos para ser investida presidenta. Y hasta el momento los dirigentes de IU y de Podemos rechazan cualquier posibilidad de dárselos. Porque la existencia o la ausencia de pactos poselectorales en Andalucía puede marcar para bien o para mal sus posibilidades de voto en las inmediatas elecciones del 24 de mayo y en las generales, que se tendrían que hacer en noviembre.

Andalucía va a ser el laboratorio y allí todos los partidos van a tener que hacer cuentas de qué les interesa más, si abandonar la comunidad a la inestabilidad, que podría obligar a repetir las elecciones en unos pocos meses sino fuera posible la investidura, o buscar algún tipo de acuerdo, firme o puntual, que facilite la formación de un gobierno. Tomen la decisión que tomen pueden ser premiados o castigados por el electorado dos meses después. Así que su éxito, el particular de cada partido, dependerá de la inteligencia política con la que reaccionen y de la capacidad que tenga cada uno de ellos para explicar a los ciudadanos el porqué de sus decisiones.

No serán más fáciles los pactos municipales y autonómicos, porque las generales estarán a la vuelta de la esquina y los votantes seguirán mirando con lupa lo que hagan las formaciones políticas. Y serán especialmente complicados en lugares como Madrid, donde todos los partidos han tenido -algunos los siguen teniendo- conflictos internos para configurar sus candidaturas. Ese preámbulo no parece que vaya a facilitar la política de pactos. Si tuvieran razón los sondeos, en Madrid la izquierda puede verse obligada a decidir entre Carmena y Carmona, o abocada a formar un gobierno de los dos, sino quiere dejar que gobierne Aguirre.

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