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La realidad se impondrá al 'showman'

Puigdemont asegura que el castellano seguiría siendo cooficial en una Cataluña independiente

Rodolfo Irago

Estos días puede verse todavía en los cines El gran showman; una película sobre el fundador del Circo Ringling, que sin duda ha sido superada en la vida real por el interminable espectáculo de Carles Puigdemont. Sus idas y venidas y sus triquiñuelas legales han acabado cansándonos a casi todos, pero han provocado el pánico en La Moncloa, resuelto de forma imaginativa y singular por un Tribunal Constitucional al borde de su ruptura.

El show de Puigdemont no se ha terminado, pero ha entrado en su última temporada. Intentará sin duda prolongar los últimos capítulos e incluso puede llegar a forzar unas nuevas elecciones, pero ya conocemos el final de la serie: sin arriesgarnos a hacer spoiler, ya sabemos que no volverá a ser presidente de la Generalitat.

Lo sabe él y lo saben sus compañeros de Junts per Catalunya, del PDeCAT y de Esquerra que, sin embargo, siguen presos de momento de su estrategia. Ninguno se atreve a decir en alto y en público lo que todos piensan: que Puigdemont y el resto de los protagonistas del 1 de Octubre y de la declaración de independencia deben pasar a un segundo plano para ocuparse de su complicado horizonte judicial. El que ha ido más lejos ha sido una vez más, el más sincero, el diputado Joan Tardá asegurando que habrá que sacrificar al president si hace falta.

Sobre todo en Esquerra, pero también en el PDeCAT quieren cambiar cuanto antes de etapa, elegir un nuevo gobierno, líderes renovados, levantar el 155 y mejorar las relaciones con Madrid para intentar también de paso suavizar las acusaciones contra los imputados que quieren combatir los presuntos delitos de rebelión, sedición e incluso malversación.

La vía unilateral está olvidada, al menos para unos cuantos años y en el mundo independentista son conscientes de que Estado ha ganado la batalla, aunque el desgaste ha sido tremendo para todos.

En medio de la tensión política y de los saltos del trapecista de Bruselas es difícil ser optimista, pero creo que, si tenemos un poco de calma y de paciencia, es posible que finalmente la realidad se acabe imponiendo en Cataluña. Será el momento de volver a pensar en soluciones a medio y largo plazo para nuestro eterno problema territorial.

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