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Los residuos no son basura

Una calle de Málaga tras la huelga de los servicios de recogida de basuras

José Luis Gallego

No somos conscientes de la basura que generamos porque la recogen. El gran Andrés Rábago (El Roto) nos invitaba hace unos años a la reflexión con este apunte a bocajarro, como todos las que nos deja su lúcida mirada a la actualidad. En este caso dirigida a uno de los principales ámbitos del medio ambiente: la gestión de los residuos urbanos.

Esa conciencia extraviada suele aparecer de golpe cuando los servicios municipales de limpieza y recogida de basuras convocan una huelga. Entonces sí, entonces percibimos claramente que las basuras son un problema: que huelen, que ensucian, que invaden.

Por eso, y aunque parezca un pensamiento contradictorio, considero que una huelga de basuras de vez en cuando puede resultar higiénica. Sanadora de una sociedad enferma de inconsciencia que no percibe como propios los problemas que acontecen más allá de la puerta de su vivienda. Muy especialmente los relacionados con el medio ambiente.

Para poner remedio a ese mal de consciencia se acaba de inaugurar un centro de salud ambiental: The Circular Lab, el primer laboratorio de economía circular de Europa. Ubicado en Logroño e impulsado por Ecoembes, en The Circular Lab se va a trabajar en el estudio de los envases del futuro, las oportunidades de reducir su impacto en el medio ambiente y la manera de facilitar las labores de reciclaje al ciudadano. Todo ello partiendo de dos conceptos básicos: que el mejor residuo es el que no se genera y que los residuos no son basura.

Esa es la base de la economía circular: pasar de una vez por todas del “usar y tirar” al “usar y reusar”. Se acabó la barra libre en la generación de basuras. Se acabó el concepto basura. El tránsito de ese pensamiento, el de concebir las basuras como residuos y los residuos como materia prima todavía viva y dispuesta para volver al ciclo de producción, es el mejor paradigma de la economía circular. Por eso resulta tan necesario pensar e innovar en torno a ello.

No hay innovación más urgente que la que nos debe llevar a reducir nuestra presión sobre los recursos del planeta, porque el planeta no da para más. Por eso ha llegado el momento de repensar los procesos, examinar las rutinas, plantearse otros retos y avanzar hacia una producción de envases más limpia y sostenible.

Diseñar envases y embalajes con un menor impacto ambiental: ese es uno de los principales objetivos de The Circular Lab. Como apuntaba Óscar Martín, máximo responsable de Ecoembes, en el acto de inauguración del centro esta misma semana, el 80% del impacto ambiental de los productos se determina en el momento de su diseño, por eso tenemos ahí una gran oportunidad de acción.

Estudiar el impacto del envase en el entorno a lo largo de todo su ciclo de vida. Promover que se elaboren con un mismo material para que sean fáciles de reciclar. Ponerle las cosas más sencillas al ciudadano para que pueda reciclar de una manera más cómoda y efectiva: con una información mucho más práctica en cada envase, con contenedores inteligentes en las calles y sistemas de recogida municipal que impidan las malas prácticas y obedezcan el esfuerzo ciudadano. Esos son ahora los retos.

Las nuevas tecnologías y la innovación son unos grandes aliados para mejorar el cuidado del medio ambiente. Pero falta la herramienta fundamental: la participación ciudadana. Somos la última generación con capacidad para mitigar el cambio climático y evitar los peores escenarios de futuro. Si no asumimos nuestra responsabilidad ahora, si seguimos delegando en las generaciones futuras la respuesta al calentamiento global, estaremos condenándolas a la incertidumbre.

La economía circular puede ser nuestra última oportunidad para evitarlo, pero la economía circular solo resultará efectiva si todos circulamos hacia ella.

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