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Sin ripios

Montero Glez

La Constitución española es uno de los grandes tratados de humor de todos los tiempos. Por lo dicho, no es de extrañar que sea libro de referencia para un humorista de la talla de Alfonso Ussía que, tal y como nos revela en su tuit, la conoce de pe a pa, que es lo mismo que decir de principio a fin.

Con todo, Alfonso Ussia sólo expone los artículos a aplicar cuando se trata de reprimir algo tan natural como espontáneo, me refiero a la desobediencia civil de los pueblos. Un ejemplo son los tuit que lanza al ciberespacio desde la caverna y que todos vienen a decir lo mismo a propósito de lo que está ocurriendo en Cataluña.

Más que humor del bueno, Ussía destila humor bilioso a la medida del peligro que siempre trae la palabra orden. Por ello, su tuit merece una respuesta que va más allá del ripio que podamos hacer con el artículo 155, artículo que como sabemos es amenazante desde el momento en que pretende adoptar “las medidas necesarias” para obligar a Cataluña al cumplimiento forzoso de sus obligaciones con la patria española que además de Una es Grande y es Libre o eso dicen.

Francamente -así con adverbio- a Alfonso Ussía esto le parece poco y desde la red social del pajarito azul alienta que, en vez del artículo ripioso, se aplique otro; el que corresponde al 116 y que desemboca en estado de sitio y que viene a ser un estado sin garantías civiles cercano a aquél de gris marengo que parece añorar nuestro querido humorista.

Y todo porque un pueblo desobedece de manera pacífica con toda su razón; una razón que choca con la otra razón, menos razonable, por ser razón de un Estado heredado del franquismo donde un jefe de Estado, al que nadie votó, pretende dar lecciones de democracia.

Tiene poca gracia el juego de palabras, pero una cosa es actuar con razón y otra es actuar por razón y en este choque de razones, los hombres de orden se retratan y los que no lo somos, desde el otro lado, apretamos el botón. “Mira el pajarito, Alfonso”.

Por primera vez en nuestra historia, los opinados nos hemos convertido en opinadores mientras los opinadores de siempre, al carecer de opinión respetable, se aferran a la causa de su razón, que no es otra que la expuesta en uno de los tratados de humor más grandes de todos los tiempos.

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