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Por una salida democrática al “problema catalán”

Chesús Yuste

Secretario de política estatal en el Consello Nazional de Chunta Aragonesista —

Que sí, que vamos a un choque de trenes, ya lo sé, ya lo hemos dicho todos, ya lo hemos leído mil veces. No hace falta repetirlo más. Está claro que en el debate político en relación con Cataluña unos apelan a la democracia y otros enarbolan la Constitución, como si fuera inevitable enfrentar ambas legitimidades. Resulta evidente que, mientras unos amagan con la desobediencia civil y otros amenazan con el Código Penal, nos quedamos con el tópico del choque de trenes, pero ¿somos capaces de ir más allá? Vale, vamos a un choque de trenes, pero ahora ¿qué hacemos?

Lo cierto es que lo que se rompió en la relación entre Madrid y Cataluña con motivo de la sentencia del Tribunal Constitucional que recortó el Estatut ya no hay quien lo arregle. Desde entonces cada No con el que se responde desde Madrid provoca una nueva generación de independentistas en Cataluña.

Tengamos en cuenta que Artur Mas no está proponiendo una declaración unilateral de independencia, sino una consulta para conocer la opinión de los catalanes y, con el resultado, ir a negociar a Madrid. Supongo que a estas alturas nadie duda de que el primer Sí, el partidario del estado propio, barrería (con no menos del 70% de los votos, según preveo), aunque el segundo Sí, el independentista, presentaría un resultado más incierto, en el que podría ganar o perder por escaso margen. Por supuesto, siempre cabe la sorpresa de lo que decida libremente cada ciudadano al rellenar la papeleta en la intimidad.

Si no se puede consultar a la ciudadanía, ¿cuál es la solución democrática a este problema? Alguien podría proponer a la Generalitat que encargara una encuesta a los siete millones de catalanes. Eso sería legal. Obviamente así también podría conocerse la opinión del pueblo catalán, pero saldría carísima y resultaría menos fiable en términos democráticos.

En sucesivos debates nos hemos cansado de escuchar aquel mantra de que “la soberanía nacional corresponde a todos los españoles y que por tanto deben ser consultados todos los españoles”. Pues bien, votemos todos entonces. Lo importante, claro está, es lo que digan los catalanes; no olvidemos que el objetivo es conocer su opinión colectiva. Lógicamente allí la participación sería de récord. Incluso los del no se sentirían impelidos a votar en un referéndum legal convocado en todo el Estado. Eso sí, en el resto de comunidades (salvo Euskadi probablemente) se darían porcentajes ridículos de participación. Pero si es lo que quiere Rajoy… (y cito al presidente porque es a él al que más veces le he oído decir eso).

A través de esa consulta a nivel estatal, Mas tendría lo que quiere: la foto fiable, contrastada y democrática de la voluntad de los catalanes, en la que comprobaremos con cuánta amplitud rechazan el actual sistema autonómico y exigen el pleno autogobierno, esto es, un Estado propio, sea federado o confederado al Estado español o sea independiente en el seno o no de la Unión Europa. Por eso, Rajoy tampoco se atreverá a convocar una consulta “para todos los españoles”. ¡Qué mala suerte tener gobernantes cobardes precisamente en tiempos tan decisivos como estos!

Permitidme que aluda al caso escocés. Sí, por supuesto que hay diferencias entre Escocia y Cataluña. La más importante es, digamos, constitucional: El Parlamento de Edimburgo aprobó libremente el Acta de Unión con Inglaterra en 1707, mientras que Cataluña fue sometida por derecho de conquista en 1714 (como Aragón y Valencia lo fueron en 1707) en la Guerra de Sucesión que supuso la llegada de los Borbones. Pero, si hubiera voluntad política, ambos casos podrían tener una gran similitud: En democracia los problemas se resuelven en las urnas. Me disgusta la política imperial inglesa con sus vecinos (pregunten a los irlandeses), pero en Escocia acaban de demostrar que no puede haber más solución que la democracia. Los escoceses votaron en masa y la respuesta fue incuestionable. Eso sí, no puede descartarse que en unas décadas una nueva generación reclame su derecho a un nuevo referéndum (pensemos que entre los jóvenes el Sí a la independencia fue respaldado por encima del 70%); eso también es democracia.

Es verdad que Mas está desgastando a Convergència i Unió en este proceso soberanista. Es verdad que su política social es igual de terrible que la del PP, del que tanto abjura. Es verdad que el movimiento impulsado desde la calle está desbordando al president, que se había creído Moisés al inicio del proceso. Todo eso es verdad. ¿Y qué? Lo cierto es que millones de catalanes quieren votar y no van a aceptar un veto como respuesta desde Madrid. ¿Es que aún no se han enterado de que el autismo del PP alimenta el independentismo? A este paso, van a llevar a Oriol Junqueras en volandas al Palau de la Generalitat. ¿Qué harán entonces? La Historia nos enseña que, cuando el genio ha salido de la lámpara, ya no hay quien lo vuelva a encerrar. Y me refiero por supuesto a los pueblos cuando quieren ser protagonistas de su Historia.

Conclusión: Ya no es tiempo de pactos bajo la mesa. Cualquier solución para Cataluña, tanto continuar como hasta ahora como cambiar de estatus, exige una salida democrática. Que la gente decida. No hay otra. No tengamos miedo a las urnas. Y si una salida democrática no cabe en la legislación española, entonces es que está mal hecha y habrá que corregirla.

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