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Que siga el show

Mariano Rajoy

Antón Losada

El precio de la luz ha vuelto a alcanzar otro máximo anual justo después del paso del temporal y en plena ola de frío. Una vez más, nadie ha considerado necesario dar explicaciones ni tampoco las ha exigido. Cuando llueve y hace viento la luz sube porque llueve y hace viento, cuando hay sequía y no hay viento la luz sube porque hay sequía y hay viento, y si no te gusta te jodes, fin de la historia; España y las eléctricas son así, señora.

El gobierno vende otro siete por ciento de Bankia a un precio inferior al valor en Bolsa y reactiva su privatización. En el negocio han participado los de siempre: como entidades encargadas de la venta Deutsche Bank, Morgan Stanley y UBS y como asesores financieros Nomura para el FROB y Rotschild para BFA.

Luis de Guindos está muy satisfecho porque prueba lo bien que va España y todos los compradores son de mucha confianza. Es todo lo que sabemos. Para qué contarnos más, darnos más disgustos y estropearlo todo si ya hemos dado por perdidos 40.000 millones del rescate que nunca existió y aquí seguimos, tan amigos y tan contentos.

Interrogado por la Guardia Civil, Ignacio González señala a Esperanza Aguirre con máxima responsable de la financiación irregular del PP en la campaña de 2007. Cuando alguien interrogue a Aguirre ya sabemos quién será el siguiente en la cadena alimentaria de la corrupción; M. Rajoy. Mientras, el Tribunal Supremo amplia urbi et orbe su investigación sobre el procés. La red de investigados y sospechosos armados con agendas y peligrosos powerpoints se está revelando tan amplia y vasta en sus ramificaciones que hace que aquella Espectra contra la que luchaba James Bond parezca una panda de aficionados.

No sabemos cuánto nos ha costado la corrupción y cuánto nos cuesta aún, pero tenemos las cifras de lo que se han gastado en el procés al céntimo de euro. Las listas de espera han aumentado una media de 21 días durante el último año y la inversión en educación caerá en el presupuesto del 2018 a niveles similares a los propios de la segunda mitad de los años 80; estamos volviendo al siglo pasado en nuestros servicios públicos básicos.

Mientras, como muestra de lo mucho que preocupan siempre en España la educación y la cultura, nos informan al segundo de otra obscena disputa sobre unas piezas de arte que estaban en el museo de Lleida y ahora, escoltadas por abundante aparato policial, viajaron hasta el Monasterio de Sijena para que el presidente de Aragón, Javier Lambán, las inspeccione a la mañana siguiente hinchado como un pavo, el errante Puigdemont denuncie otro expolio a Catalunya al amparo del 155, los demás candidatos se den golpes de pecho por las esquinas de la campaña y todos nos sintamos obligados a elegir entre expoliados y expoliadores.

Y así todo. El show nunca se para y siempre debe continuar. No es que tengan que esforzarse mucho para distraernos. Es que nos distraemos fácilmente.

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