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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cuando subas al monte, bájate la basura

Inicio de un sendero

José Luis Gallego

Iba a finalizar el titular con un epíteto, pero me he mordido la tecla. Ocurre que vengo cabreado del monte, indignado por la insensibilidad y la falta de empatía con la naturaleza de algunos que se dicen montañeros.

Siempre he sentido una profunda admiración y un enorme respeto por los alpinistas. Esos hombres y mujeres que, ampliando los límites del ser humano son capaces, desde el tesón y el esfuerzo, de coronar las cumbres más altas. Esos que te encuentras en el monte y te saludan tras sus gafas de espejo mientras siguen sendero arriba, con sus bastones y sus piolets, para alcanzar lo que el resto nos limitamos a señalar con el dedo.

Pero de un tiempo a esta parte las malas prácticas de algunos montañeros están causando un creciente deterioro de los ecosistemas de alta montaña. Erosión de los hábitats alpinos, alteración de las formaciones geológicas, daños directos a la biodiversidad y muy especialmente el impacto derivado del abandono de residuos en la naturaleza: un fenómeno al que los ingleses denominan littering.    

Hace un mes los amigos de SEO/Birdlife y Ecoembes organizaron una acción de recogida de basuras en la naturaleza como arranque de su Proyecto Libera: una iniciativa conjunta de ambas organizaciones para liberar el campo de los residuos abandonados por quienes acudimos a disfrutarlo.

Casi 5.000 personas acudieron a cerca de doscientos espacios naturales de 48 provincias españolas cargados con sus bolsas y sus guantes para limpiar lo que otros habían ensuciado. Se recogieron más de treinta toneladas de basura. Buena parte de esos lugares eran parajes de alta montaña. Envoltorios de barritas energéticas, latas de bebidas isotónicas, frascos vacíos de protectores solares, pilas, bombonas de camping gas, material de escalada en desuso… El rastro era inequívoco.

Nunca entenderé como alguien es capaz de tirar un residuo en mitad de la calle, en un parque o en cualquier otro espacio urbano. Me parece una muestra absoluta de dejadez personal, de desapego social y de incivismo. Pero que alguien que sale al campo a disfrutar del inmenso placer y la sensación de libertad que transmite la vida al aire libre sea capaz de tirar la basura donde le pille es algo que me supera, especialmente cuando quienes lo hacen son montañeros, o mejor dicho: sube montes.

Esas fotos de las toneladas de basura abandonadas en las rutas de ascenso al Everest me parten el alma. Como seguro que se la parten a la mayoría de montañeros responsables que sienten el alpinismo como una forma de vida antes que como un deporte, que viven el contacto con la montaña como una manera de fundirse con la naturaleza y practican su actividad desde el respeto al medio ambiente. 

Por eso, y sin ánimo de ofender a nadie, quiero diferenciar a los montañeros de los sube montes. Porque un montañero sabe perfectamente que la basura nunca vuelve sola, conoce el impacto ambiental y los riesgos que genera el abandono de los residuos en el monte, sabe perfectamente que no es más limpio quién más limpia sino quien menos ensucia, y es incapaz de hacerlo.

El montañero siente fervor por la montaña, pero también por la naturaleza, por eso la cuida. El sube montes no. El sube montes colecciona cumbres, no asciende montañas. Solo mira hacia la cima, que es su desafío personal: la naturaleza es el obstáculo a salvar. Solo así se puede entender que no sienta ningún reparo en abandonar la basura allí donde le pille y no se plantee los graves problemas que causa en el entorno.

Por eso, con el ánimo de poner remedio a un tema que nos afecta a todos los que amamos la naturaleza y acudimos allí arriba para disfrutarla desde lo alto, me gustaría pedir a los montañeros que sumemos voluntades para hacer frente al impacto ambiental que causan los sube montes. Que unamos esfuerzos para llamarles la atención, pedirles un poco más de respeto al medio ambiente y exigirles que dejen de sembrar nuestras montañas de residuos.  Porque de lo que se trata es de ejercer la responsabilidad ambiental en todo momento: no importa si llevas mocasines, chanclas o crampones.

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