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Cultura de la violación, también en horario infantil

Barbijaputa

Pocas veces me encuentro con que me cuesta empezar un artículo porque no encuentro las palabras. Diría que nunca. Hay veces que no sé cómo abordar un tema, pero una vez decidido, el cómo ponerlo en palabras no es un problema. Excepto hoy, tras ver Espejo Público.

Desde que saliera en los medios la noticia de que una chica había sido violada durante los pasados Sanfermines hasta hoy, he perdido la cuenta de cuántas personas me han pedido que pusiera la tele para que compartiera la frustración con ellas por el tratamiento que este programa ha hecho de lo ocurrido (tanto de Espejo Público como del programa de Ana Rosa, para ser honesta, con éste último aún me faltan arrestos), pero los he esquivado deliberadamente. Hay temas que se me hacen bola, que me duelen especialmente, como a cualquiera, y no sintonizar ciertos canales es una forma de higiene mental, de protegerte a ti misma ante lo que son, directamente, agresiones.

Hoy me he visto con la moral suficiente como para hacer caso a las compañeras y poner Antena 3. No sé decir si me arrepiento, porque lo cierto es que veo necesario que se cree contenido crítico con este tipo de basura televisiva, pero sí que puedo decir que aún me dura la perplejidad y la rabia.

En la mesa estaba Susanna Griso dirigiendo el esperpento, con expresión seria y profesional, y una ristra de preguntas que venían a decir a la audiencia “bueno, ustedes ya habrán leído qué opina la afectada y cuántas décadas ha pedido el fiscal para los acusados, pero ahora nosotros vamos a contarles la verdad, o al menos vamos a sembrar las dudas necesarias basándonos en falacias para que no cambien de canal”.

A su lado, Nacho Abad, que trae bajo el brazo nuevos audios de los acusados. Audios que no aportan nada más que morbo, donde los miembros de La Manada presumen de gastarse 300 euros en droga, de preferir “una buena gorda” entre los cinco que un “pepinazo para mí solo”, además de otras lindezas. Si algo se puede sacar de los extractos de audio que publican en el programa es, simplemente, la constatación de que los acusados cosifican a las mujeres y las perciben como objetos sexuales. Nada más.

Pero lo que hace Espejo Público con este material es muy diferente: lo usa para poner en duda a la víctima. ¿Cómo se las arreglan para semejante cosa? Muy fácil, invitan al esperpento (para darle más imparcialidad al “debate”) al abogado defensor de La Manada, que resalta con cara de asombro que “yo no he escuchado en ningún audio que sea diga específicamente que van a violar a ninguna persona”. El abogado defensor, al fin y al cabo, es la defensa, y si los métodos que usan son o no rastreros, en su profesionalidad y su conciencia quedará. Pero es que la presentadora del programa, Susanna Griso, lejos de tener ni un atisbo de solidaridad de género, comenta a continuación: “Estamos hablando de unos chavales que entienden que el divertimento de los sanfermines es tener relaciones sexuales con una 'gordita', pero no implica que la hayan violado, que hayan agredido sexualmente a esa 'gordita”. He copiado literalmente sus palabras, no es ninguna interpretación ni parafraseo. Griso hace el signo de comillas con los dedos cuando dice 'gordita', según ella “por usar el lenguaje de los acusados”.

Da igual que haya otros mensajes de Whatsapp donde sí hablan de “violar” explícitamente a mujeres. Da igual que haya hasta vídeos de La Manada con otra chica inconsciente donde se ve cómo abusan de ella. Da igual lo que haya testificado la víctima, da igual el parte de lesiones que se emitió sólo dos horas después de la violación, da igual que el fiscal ya haya pedido 22 años de cárcel para los acusados. Y, por supuesto, da exactamente igual cómo se esté sintiendo la víctima tras un año entero de este tipo de cobertura sobre lo que sufrió. Lo que importa es poner en duda que los hechos ocurrieran. Si lo ponemos en duda, el share está garantizado. Abren así un debate sobre –tal y como ellos lo llaman– el “encuentro sexual”.

El abogado tuvo a bien cultivarnos un poco, y aseguró que sus acusados “se creen guapos, ellos tienen perfecta conciencia de que en cualquier momento pueden ligar con quien quieran”. Los guapos no violan. Violan los feos. Varios millones de ciudadanos y ciudadanas volvieron a escuchar por televisión la creencia extendida de que quien viola lo hace porque no puede tener relaciones sexuales de forma consentida por su aspecto (o el motivo que sea), y es la necesidad de sexo lo que les hace abusar de los cuerpos de las mujeres. Se imprime así un mensaje claro a las mujeres: depende de cómo sea el acusado físicamente, nos vamos a creer o no que te ha violado. Valoraremos tu físico, valoraremos el de él/ellos y haremos un baremo sobre las posibilidades de que alguien como él se “fijara” en alguien como tú.

Y así se explica que las más de mil violaciones anuales que las mujeres denuncian en nuestro país sean sólo la punta del iceberg. Así se entiende que la mayoría no hable, porque la que vas a juicio eres tú.

Sobre el consentimiento también departieron los cinco hombres de la mesa (también había dos mujeres, pero no dudaron en sumarse al sentir colectivo del plató). El abogado defensor de los acusados de violación múltiple llegó a decir que de los vídeos se desprendía que ni había habido consentimiento ni lo había dejado de haber. En sus propias palabras: “Del vídeo no se deduce ni una cosa ni la contraria”. Que alguien que considera que los guapos no violan diga que ni hay ni deja de haber consentimiento es bastante esclarecedor. Sobre todo cuando el consentimiento es un requisito indispensable para que una relación sexual no sea una violación. Una colaboradora del programa, Bárbara Royo, añadió que sí hubo consentimiento, cosa que ni el abogado se atrevió a asegurar: “Si no se deduce que no son consentidas, es que lo son”, para rematar con un “viendo el vídeo me indica que no hubo oposición y si no hay oposición hay un consentimiento tácito”.

A tomar viento todo el trabajo del feminismo y de las campañas que pelean contra la cultura de la violación. A tomar viento y bien fresco todos los intentos de asociaciones, organizaciones y fundaciones feministas que curran diariamente para formar, informar y concienciar sobre la necesidad de que exista un consentimiento activo para que la relaciones sexuales sean eso, relaciones y no violaciones.

Es demoledor comprobar que los platós los siguen copando opinadores que no tienen la más remota idea de qué están hablando, que no sólo vierten falacias con una seguridad pasmosa, sino que forman así a un público ya de por sí machista, tan machista como la sociedad en sí misma. Es demoledor que nadie, en ninguna dirección de estas cadenas, levante un teléfono para prohibir que se desinforme y se fomente la violencia sexual contra las mujeres. Es demoledor, frustrante y falto de cualquier tipo de ética, ni personal ni profesional, que no sólo se digan estas cosas ante millones de personas, sino que las consecuencias de decirlo sean nulas.

Manadas hay muchas, y para que éstas existan tiene que haber un sistema que las respalde. Espejo Público es sólo un elemento más de ese sistema, que alimenta el morbo, siembra dudas y da un veredicto tras juzgar los hechos basándose en los pocos datos que consigue rapiñar. Todo sea por la audiencia, no por la formación e información de dicha audiencia, sino por conseguir que una vez ésta coja el mando pulse el número indicado.

Saldrán más manadas, no les quepa duda, y los primeros que salivarán serán los que les darán este tipo de cobertura.

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