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El vórtice

Una estelada en un campo de fútbol

Elisa Beni

En la zona Oeste del lago Ontario, entre EEUU y Canadá, se encuentra el Vórtice de Marysburgh. Un vórtice es un flujo turbulento de un fluido en rotación espiral con trayectoria de corriente cerrada. Una especie de enorme sumidero como el que vemos en la bañera al soltar el tapón. Las leyendas dicen que más de 100 barcos han desaparecido en ese enorme agujero de aguas rotatorias desde que el HMS Speedy se esfumara en 1804. Los científicos no asumen este relato, pero los amantes de las cosas ocultas afirman que el Marysburgh no es un caso único sino uno de los doce vórtices viles o cementerios del diablo existentes en el planeta y cuyo representante más mediático fue siempre el Triángulo de las Bermudas. No hay ningún vórtice anómalo y tragaldabas en Europa, según la sabiduría ocultista. Al menos no lo había porque ¿no sienten cómo se va formando uno que comenzó en la zona noreste pero está empezando a devorar el resto del territorio? ¿no notan cómo se ha ido tragando demasiadas cosas que giran y giran hasta desaparecer en su boca inmensa? Hay un vórtice vil que nos acecha.

Hay un vórtice que se ha tragado también la verdad, los hechos, las razones. Es lo que se buscaba enfrentando un prefabricado relato político con otro tosco e inamovible. Ambos cumplen a la perfección las funciones que los creadores de magia en la comunicación política les atribuyen. Ambos permiten a las personas reconocerse dentro de un colectivo social que consideran el ganador, ambos cumplen su función de ansiolíticos sociales proveyendo de certidumbres baratas y ambos funcionan perfectamente como heurísticos o atajos mentales para hacer sencillas cosas complejas y conseguir despertar las emociones y las adhesiones. Como consecuencia de esta abducción de la razón, el vórtice se está tragando la convivencia. No ya la convivencia en la propia Catalunya, entre independentistas y no independentistas, sino la convivencia entre los ciudadanos y en el debate público que ha tomado un tono bandista y bronco que aleja toda posibilidad de análisis sereno.

El vórtice es voraz y va camino de engullir también el endeble entendimiento de la izquierda que tímidamente había quedado expresado a la vuelta de las vacaciones. Ahora mismo la peculiar posición que Podemos ha tenido que adoptar para mantener sus difíciles equilibrios en Cataluña, escenificada a la perfección por la ambigüedad de Ada Colau, fricciona claramente con la posición compleja de los socialistas que, sin tragar mucho con la forma de Rajoy de afrontar el problema, están marcados por su vocación de responsabilidad con el Estado.

También se están yendo por el sumidero los conceptos. El concepto democracia se desvirtúa y se convierte en un mero votar en una consulta determinada, olvidando que la democracia supone el respeto de las leyes y que los catalanes han votado más que otros territorios en los últimos años. Nadie les impide votar, y de hecho votan, pero el relato obliga a decir que España no es una democracia, que no existe el Estado de Derecho, que España reprime como si de una dictadura se tratase. Duelen los oídos y duele el alma de escucharlo y tanto les ha dolido a los que sí vivieron la falta de libertades, a los que sí se la jugaron por la libertad y la democracia, que cuando han levantado el dedo para protestar les han llamado fascistas. La decencia, el respeto y la coherencia se están yendo por el enorme sumidero abierto.

Como buen cementerio del demonio, el vórtice vil que asuela España se está tragando también el resto del debate político. La corrupción del Partido Popular está siendo absorbida con un borborigmo gigante. Gallardón, ¡el gran Gallardón!, ha sido imputado (ahora investigado por mor de la neolengua llevada al Código Penal) en la Operación Lezo y no hemos tenido un mínimo debate sobre lo que eso significa. ¡El que fuera notario mayor del Reino! El expresidente de Murcia, sobre el que tuve que manifestarme en múltiples ocasiones radiofónicas y televisivas, ha tenido finalmente que abandonar todos sus cargos incluido el de presidente del PP de Murcia y el de diputado autonómico, perdiendo así el aforamiento. ¿Han oído mucho sobre eso? Se lo ha llevado el vórtice junto con los españoles que permanecen desaparecidos tras el terremoto de México y tras las muertes y la devastación de aquel país hermano. ¿Han conocido muchas colectas para enviar ayuda? ¿han visto muchos de esos reportajes que nos hubieran empapado en otro momento? El vórtice. Es el vórtice del diablo, amigos.

Trump y Corea siguen poniendo en el tablero los juegos de guerra, pero ahora nos importa más si el histriónico presidente norteamericano cree que Cataluña es España o no. ¡Como si supiera siquiera dónde estamos! La succión ha arrastrado también la novedosa propuesta de Macron para una reinvención y refortalecimiento de la Unión Europea con la creación de un Ministerio de Finanzas y un presupuesto común, la armonización fiscal, una fuerza militar común y una fiscalía conjunta, una oficina europea de asilo y un nuevo sistema electoral que revitalice el Parlamento Europeo. Y Putin. A Putin y sus designios de debilidad para Europa también se los está llevando el vórtice, aunque su mano no esté lejos de algunas cosas que suceden en torno a Cataluña.

Urge que los ánimos y los diálogos consigan poner el tapón de esta hemorragia. Es preciso que podamos volver a nuestra realidad espacio-temporal desde ese lugar al que nos han llevado. No voy a repartir culpas en este momento, aunque créanme que las tengo muy claras.

Cuanto más tiempo esté abierto el vórtice vil más naufragios sufriremos. Lo digo aun estando segura de que ya no sirven para nada los avisos a navegantes.

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