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Que vuelva Bertín Osborne

Antón Losada

Mariano Rajoy ha desatendido su propio código mariano y ha cometido el mismo error que suelen perpetrar sus propios rivales y del que tanta ventaja ha sabido sacar a lo largo de los últimos treinta años: ha subestimado a su rival e infravalorado sus capacidades. A Rajoy no le pudo el exceso de confianza, le pudo la soberbia. El mismo pecado capital que cometieron Esperanza Aguirre, Aznar o Rato o Pedro J. Ramírez y que precisamente acabó sirviéndole como su arma más secreta para derrotarlos contra todo pronóstico.

Mariano Rajoy se ha acostumbrado tanto a no hacer campaña, a rehuir la política y a acudir exclusivamente a ambientes 'mariano friendly', que se le ha olvidado cómo gestionar que le lleven la contraria. Ya solo le aguanta un debate a su hijo Juanito, el de la colleja. Ha perdido forma y vigor dialéctico y se le ha notado demasiado.

Pedro Sánchez ha superado ampliamente las expectativas de quienes se sentaron a ver la contienda percibiéndolo como el candidato que iba a la baja en las encuestas y estaba más a tiro de los emergentes. Rajoy ha decepcionado de largo las expectativas de quienes encendieron el televisor dando por hecho que se iba a pasear ante un rival a quién había logrado distanciar tras una semana de campaña haciéndose selfies y tomando paella.

El rol de comentaristas tan incomprensible como voluntariamente asumido por Albert Rivera y Pablo Iglesias ha ampliado la onda expansiva de un debate tan duro como inesperado en el lado del bipartidismo. Si todo resulta tan viejuno y tan antiguo, resulta cuanto menos desconcertante tanto intereses por parte de la nueva política en contraprogramar el funeral de esa vieja política tan mala que ni nos la merecemos y tan del pasado que ya está muerta.

Sánchez logró sacar a Rajoy de sus casillas y de su zona de confort cuando parecía que nada, ni nadie, podría alterar la estrategia de no campaña del marianismo. Casi nadie se lo esperaba pero el candidato Rajoy ha perdido la iniciativa y el control de los tiempos si sus competidores saben aprovechar la ventaja.

En el Partido Popular lo saben y el empeño de la prensa marianista en contener daños reduciendo todo a una cuestión de honra y honor lo prueba. Por eso Rajoy ha intentado volver a la normalidad lo antes posible con otro selfie de cañas y tapeo mientras la vicepresidenta Maravilla salía a poner a Sánchez en su sitio llamándole macarra; que para eso está, para hacer el trabajo sucio cuando el jefe no está de humor.

Si los estrategas populares pudieran, volverían a llamar a Bertín Osborne para que mantuvieran una de esas charlas distendidas mientras fríen un huevo, o toman un coñac o ven un partido del Madrid y hablan sobre las cosas importantes de la vida.

-Y no te lo pierdas Bertín, ya hay AVE a León.

-¿AVE a León? ¿pero qué me dices, presidente? Joder, joder, joder.

Eso sí que es política de altura y liderazgo con clase. Nada de peleas en el barro, tan impropias de caballeros decentes y con más de treinta años de servicio de cargo público en cargo público.

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