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12 de octubre a la sombra ultra

El ministro de Deporte y Cultura, Miquel Iceta; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el rey Felipe VI; la infanta Sofía; y la reina Letizia, durante el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar del 12 de octubre. Eduardo Parra / Europa Press

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Día soleado. 17º. El Desfile de la Fiesta Nacional en el Paseo de la Castellana de Madrid parece celebrarse con temperaturas mucho más bajas. El mayor ardor lo pone el tradicional facherío que acude expresamente a pitar, abuchear e insultar al presidente electo del Gobierno siempre que es progresista, para regocijo de la prensa afín y dando pie a múltiples exageraciones incluso en el Telediario de TVE. Esos agitadores habituales son los que de toda la vida se creen dueños de la soberanía nacional. Ahora vitorean a su musa: Isabel Díaz-Ayuso y, por supuesto, al Rey. Fríos semblantes y gélidos saludos en particular entre Pedro Sánchez, Ayuso y Almeida, aunque también hay distancia entre los dos mandatarios de Madrid. La familia real, reducida ya a tres personas en esta celebración tan lejos de tiempos pasados, tampoco parecía exultante ni para la foto.

Este año, con la pandemia algo más aliviada, se ha cruzado de por medio el virus ultranacionalista de destacados dirigentes del Partido Popular y sus socios de Vox, adueñándose de la Hispanidad para incluso insultar a indígenas y nativos americanos y al Papa, que osó pedir “perdón” por los “pecados” cometidos en la conquista española. Ayuso, Toni Cantó, Aznar, Abascal, un plantel de ejemplares que se presentan, para nuestro bochorno, como paradigmas de una raza superior que va y ordena su modelo. Su Hispanidad, españolidad y madrileñismo centrípeto: católico por imposición, con señoritos y santos inocentes, distribuyendo el dinero de todos entre unos pocos, mintiendo a placer, robando al gusto si se tercia. El historiador británico Paul Preston estableció una interesante vinculación de la Guerra Civil española con el espíritu de Cruzada de las guerras entre cristianos y moros y el imperialismo evangélico de la conquista de América bajo el lema de la Hispanidad. Y toda esa maraña sigue plantada en este concepto conservador que ensombrece a la sociedad española del siglo XXI. 

Todo tan arcaico, tan encorsetado. Pero en la línea de las intensas corrientes neofascistas que, mezcladas con la sociedad del espectáculo, asaltan sedes en Roma o erigen a un tertuliano de más que extrema derecha en aspirante deseado para presidir la República francesa. El concepto de patria que toda esta gente enarbola es de cartón piedra, con abundantes grietas y un abrumador vacío democrático.

En este 12 de octubre no terminamos de salir de las duras pandemias: el coronavirus, la barriobajera oposición de derechas con sus medios impúdicos, las heridas que este tiempo nos deja, y el esfuerzo que se prevé para remontar tanta zancadilla. Se podrá, se deberá poder. Pero ocurre que con todo nos hemos vuelto aún más descreídos.  La celebración del 12 de octubre tiene numerosas lagunas en origen. Y quizás no concuerda fijar como Fiesta Nacional de España la fecha del inicio de esa conquista americana. Y ya no falta más que la Virgen del Pilar como patrona de la Hispanidad y fiesta también de Zaragoza, la de los Sitios frente a la invasión francesa de 1808. Un cóctel raro.

La anécdota de la jornada, de las que amargan al rey y desde luego a los agitadores de ultraderecha, ha sido el humo de uno de los ejercicios de la Patrulla Águila: parecía formar una bandera republicana. Casualmente. La explicación técnica ofrecida por fuentes del Ejército del Aire es que se ha producido por un mal funcionamiento del sistema generador de humo.“ Cualquier rastro de otra sustancia química puede alterar fácilmente el color del humo.El azar quiso que ese color pasase de rojo a morado.”. han precisado.

 En general es demasiado tradicional el conjunto. Desde los abucheos al desfile y a la representación tan estrictamente académica de lo que es España. A lo largo del tiempo se va comprobando el valioso trabajo de los servidores públicos, la abnegación generosa de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en particular, pero nos falta todo el resto del Estado. La recepción en el Palacio Real, menguada, tampoco representa la vida que late en las calles de este país. Y que en los primeros años del reinado de Felipe VI se intentó ampliar y modernizar. La austeridad no tiene porqué acentuar el desequilibrio tradicional.

Mucho ha llovido también desde entonces. La segunda encuesta sobre la monarquía de la Plataforma de 15 Medios Independientes destaca ese carácter obsoleto que se afirma en la Institución, el daño que los escándalos de la familia real han hecho a España y el sesgo conservador de Felipe VI. El 43,8% de los encuestados defiende la necesidad de celebrar un referéndum sobre la forma de Estado, frente a un 36,1% que lo rechaza. Estos últimos deben tener poca simpatía por las urnas y ser de los que gritan “okupa” a los cargos elegidos por procedimientos democráticos.

 Si esta era la Fiesta Nacional, ha resultado anodina, limitada en su representación, con demasiado odio y demasiado eco distorsionado: a este paso y en este formato igual ni en la sociedad del espectáculo le renovaban el contrato. 

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