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Emociones

Saludo entre Pedro Sánchez y Pablo Casado.

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Debo admitir que esta mañana, en mi repaso diario a la actualidad, me ha emocionado una noticia que venía a culminar el desarrollo informativo del acuerdo entre PSOE y PP para renovar la dirección de las altas instituciones. De las que acepta el líder del Partido Popular cambiar que no incluyen al Consejo General del Poder Judicial, caducado desde hace tres años. La felicidad de buena parte de los colegas al aplaudir algo menos todavía que el mal menor -por ejemplo, el Tribunal Constitucional seguirá teniendo mayoría y presidencia conservadora-, ha alcanzado el éxtasis al leer el titular de El Español: “La nota de Moncloa se redactó en el ordenador de Egea”.

Teodoro García Egea, número dos del PP -recobrada la verticalidad tras los datos recibidos de la vicepresidenta Yolanda Díaz un miércoles más en el Congreso- se mostró tan colaborador que hasta prestó su ordenador para dar cuenta del trascendental acuerdo. Con nombre: Pacto de Yuste. La frágil retentiva de la ciudadanía actual requiere que las ideas vengan bien etiquetadas por cortas que sean.   

Así que, con su permiso, voy a hacerles partícipes de estas emociones que presiden ya tantas decisiones de la realidad cotidiana. Se preguntan muchos compañeros por qué Pablo Casado ha cedido por fin a esa renovación parcial y limitada. Diría que no es difícil deducir que tras el fiasco de su convención de relanzamiento, en la que no vino la Interpol a detener delincuentes internacionales por puro milagro, debía distraer la atención con algo positivo. Y es como dicen dijo la sombrerera de María Antonieta sobre sus novedades de diseño: solo quito flor y pongo lazo, quito lazo y pongo flor.

Claro que, al igual que Rajoy y aún Aznar, el actual presidente del Partido Popular goza de una cálida estima que disculpa sus muchos errores. Debe ser eso lo que impide explicarse el fenómeno Pablo Casado. Habrán observado que siempre le compran sus buenos propósitos, como ese eterno viaje al centro que cada vez más pasa por las estaciones de la ultraderecha.

 Y, así, lo que suelta Casado es argumento incuestionable para preguntar por ello al presidente del gobierno de España. Ya comentamos que lo de TVE no es un caso excepcional, ni siquiera el peor. El líder del PP ha seguido con su verborrea insidiosa al punto de decir que “España está en quiebra” y que lo prueba el dinero que va a recibir de Europa. Es una manera deleznable de torcer la verdad. Son los fondos europeos de reconstrucción por la pandemia y se facilitan a los miembros de la UE en general. Pero alguien, muchos, se lo pueden tragar si no se explica, si se toman en consideración como argumentos serios las mentiras de Casado.

Todavía es más querida por algunos medios la evidente rival de Casado: Isabel Díaz Ayuso. Se publican en medios rigurosos investigaciones que ponen los pelos de punta, pero ella sigue su camino impoluta para la gran industria de la comunicación por la senda de su maestra Aguirre. Seguramente es, también, por ese cariño que despierta, las emociones son a veces malas consejeras si no se atiende a las señales de alerta que envía la razón.

Porque, vamos a ver, Ayuso acaba de decir textualmente: “A mí me gustaría que la educación fuera gratuita para todo el mundo. Pero si el 50% del presupuesto va a la sanidad y el 50% a la educación, dígame cómo va la gente al trabajo, cómo recogemos las basuras, qué hacemos con las residencias… No puede ser todo gratuito”. Las prioridades de la presidenta de Madrid en el gasto de nuestro dinero, el dinero público, son muy precisas. Metió 170 millones en el Hospital Zendal triplicando el presupuesto, aquí tienen el desglose de todos los contratos, para ahora dejarlo sin apenas actividad.

Hay que elegir entre los colegios de los niños y regar a las constructoras. O a la sanidad privada. La Comunidad de Madrid mantiene una deuda de 1.200 millones con Quirón Salud por la gestión privada de hospitales. Y su consejero de Sanidad lo minimiza, no le da importancia. Es el uso de nuestro dinero y los procedimientos. Los pagos fuera de contrato de Ayuso ascienden a 800 millones de euros desde enero de 2020 y grandes empresas como principales beneficiarios. Añadan los tres millones de euros para el toro de lidia, el chiringuito de Toni Cantó o los proyectos “culturales” de Nacho Cano.

Y es precisamente en colegios, residencias de ancianos o ayuda contra la violencia machista donde a Ayuso le duele invertir nuestro dinero: no son sostenibles sus proyectos si se gobierna para la sociedad. Ayuso carece por completo de empatía. Desprecia a los más vulnerables y, sin embargo, se la quiere tanto en muchos medios que han contagiado ese cariño a sus audiencias. El amor es ciego, dicen, y sordo, mudo y sano, se conoce. Da mucho juego: lo mismo se toma a guasa el derecho al aborto, que insulta vilmente a las feministas o a quienes alquilan pisos, que a todos sus rivales. Ya se habla de los insultados por Ayuso como el mayor colectivo de España. Lo enumeró Mónica García, portavoz de Más Madrid en la Asamblea.

Ahora Ayuso, tras competir con Pedro Sánchez, dirige su mirada a la vicepresidenta Yolanda Díaz, la política más valorada, según el CIS de este viernes. En una actitud que parece de película infantil, según empieza a guionizarse.

Los Presupuestos apuntan a una recaudación récord con el IVA y el IRPF en máximos históricos y con los ingresos del pacto de estabilidad de la UE. Lo que permitiría el mayor gasto social de la democracia, en realidad ingreso en la ciudadanía. Pero poco podemos hacer contra las emociones que despierta cualquier paso a favor o en contra de la lógica que dan los líderes de la derecha en España, y aún de la ultraderecha. El tema es grave y no solo en España. La ministra de Interior italiana ha admitido en el parlamento que ordenó a la policía no arrestar al líder de Fuerza Nueva cuando anunció que iban a asaltar la sede del sindicato CGIL. Tenía miedo a una reacción de sus acólitos.

El miedo, otra reacción emocional. De las más terribles porque posee y domina, crece cuando no se le combate. Y dan miedo esos tribunales de Justicia que, como el Constitucional español que va a seguir con mayoría conservadora, están tan atentos a los deseos de la ultraderecha como para admitir a trámite el recurso de Vox contra la ley Rhodes de protección a la infancia. ¡De protección a la infancia!  O esa jueza que despreciando derechos constitucionales se atreve a pedir a un periódico, éste, ElDiario.es, que revele sus fuentes y nada menos que para que facilite a los Franco el nombre de quien filtró la lista de los tesoros de Meirás.

Las soluciones incompletas, las dañinas incluso, la complacencia con el mal menor, la falsa equidistancia mediática, les conmueven; a muchos de nosotros nos dan más que miedo aún, asco.

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