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ANÁLISIS

Podemos ganarle a ómicron: solo tenemos que usar las herramientas que ya tenemos

Una mujer recibe una dosis de la vacuna contra la COVID-19 en Quito (Ecuador).

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La semana pasada supimos, gracias a la secuenciación del virus y a los rápidos informes de los científicos sudafricanos, que existe una nueva variante con 50 mutaciones, en comparación con la versión original detectada en Wuhan. La Organización Mundial de la Salud no tardó en denominarla ómicron y en calificarla como “variante preocupante”, una designación que solo se ha utilizado para cuatro variantes anteriores (alfa, beta, gamma y delta) entre las miles identificadas en la evolución del virus Sars-CoV-2.

Sabemos algunas cosas sobre ómicron: su secuencia genómica y la localización de sus abundantes mutaciones, muchas más que las anteriores variantes preocupantes, algunas en puntos del ARN del virus que pueden afectar sustancialmente a la transmisión o impedir que nuestro sistema inmunitario (o la inmunidad inducida por la vacuna) responda. Todo esto es teórico, ya que en el pasado se han detectado otras variantes cargadas de mutaciones pero que resultaron no tener ninguna consecuencia clínica.

También podemos deducir que, para tener un número tan alto de mutaciones (originadas a partir de un linaje inicial de la variante alfa), ómicron debe haberse originado en un huésped inmunocomprometido en cuyo cuerpo las mutaciones evolucionaron rápidamente. Ese fenómeno ha sido demostrado en múltiples casos anteriores, en los que hubo mutaciones del virus fuera de control dentro del cuerpo de una persona con una defensa inadecuada por parte de su sistema inmunológico. Y, posteriormente, la infección crónica del individuo se transmitió a otras personas.

La otra cosa que sabemos es que ha habido un brote en la provincia de Gauteng en Sudáfrica y, después de que se alertara sobre ómicron al resto del mundo, al menos 20 países han confirmado nuevos casos, predominantemente de viajeros. Ahora también hay múltiples transmisiones comunitarias documentadas por casos no relacionados con viajes y sin contactos con personas de Sudáfrica, también España.

Hasta la fecha, el patrón de hospitalizaciones en Guateng es el mismo que el de las olas anteriores, ni peor ni mejor. Es probable que ómicron ya estuviera circulando desde hace meses, pero solo recientemente se ha producido la primera señal de un aumento repentino en un lugar. Afortunadamente, fue diagnosticada rápidamente y el resto del mundo estaba prevenido, mucho mejor de lo que ha pasado con las anteriores variantes preocupantes.

Sigue sin estar claro si la proliferación de casos está relacionada con la alta transmisibilidad, como la de la variante delta, o con la evasión inmunitaria, como beta. Lo más probable es que, debido a la gran cantidad de mutaciones, o a lo que se conoce como “deriva antigénica”, se comporte más parecido a beta, con algunas propiedades de evasión inmunitaria. En las próximas semanas se determinará hasta qué punto esto es así, mediante estudios de laboratorio que examinen el virus en cultivo y en sueros de personas vacunadas para ver cómo se comportan sus anticuerpos neutralizantes contra ómicron. Científicos de Sudáfrica han alertado que, por la información disponible, ómicron sí parece evadir la inmunidad de infecciones previas.

Las terceras dosis

Pero, independientemente de los resultados de estos estudios de laboratorio y del seguimiento de los nuevos casos en todo el mundo, tenemos todas las herramientas para prevalecer sobre ómicron. Eso incluye medidas de mitigación como las mascarillas, especialmente las quirúrgicas y las FPP2 y FPP3, el distanciamiento físico, la ventilación y la filtración del aire.

Disponemos de vacunas notablemente potentes, con una eficacia del 95% contra las infecciones sintomáticas, las hospitalizaciones y las muertes. Y aunque estas vacunas de ARNm presentan cierta disminución de la eficacia a lo largo de cinco o seis meses, su eficacia se restablece por completo al 95% con una tercera inyección (dosis de refuerzo).

Además, esa tercera inyección induce una cantidad notablemente alta de anticuerpos neutralizantes, mucho más alta que la segunda dosis de la vacuna, y una actividad mucho más amplia contra las variantes. Además, la respuesta de las células T a las vacunas es mucho menos sensible a las variantes que los anticuerpos neutralizantes, lo que nos sitúa en una buena posición para que las personas totalmente vacunadas tengan un riesgo menor de enfermedad grave.

Más allá de la mitigación y la vacunación, pronto dispondremos de potentes píldoras que, tomadas a tiempo en los primeros días de una infección por la COVID-19, tendrán una eficacia cercana al 90% a la hora de evitar hospitalizaciones y muertes. No se espera que el beneficio protector de píldoras como Paxlovid se vea afectado por ómicron de manera sustancial.

Hay muchas pruebas rápidas de antígenos completamente validadas que deberían estar disponibles de forma gratuita, como ya son en muchos países, para ayudar a diagnosticar la infecciosidad en personas con o sin síntomas. Esto podría promover el uso temprano de tratamientos, como las píldoras contra la COVID-19.

El comportamiento humano

Por lo tanto, estamos mejor posicionados para defendernos de ómicron de lo que hubiésemos estado en una etapa previa de la pandemia. También es probable que estemos en la cúspide del desarrollo de vacunas pan-sarbecovirus, que pueden proteger contra todas las variantes futuras, y solo necesitan de un esfuerzo global priorizado, coordinado y financiado para acelerar el proceso. Sin embargo, lo que más nos frena es el comportamiento humano: la falta de voluntad y la resistencia a dar uso a todas estas herramientas.

Aunque ómicron es motivo de preocupación, nuestro problema actual es la falta de contención de la variante delta en Estados Unidos, con más de 90.000 nuevos casos al día y más de 50.000 hospitalizaciones. Estados Unidos es la primera fuente de nuevas infecciones en el mundo y ahora mismo todas son delta. Si hubiésemos conseguido vacunar a más del 80% del total de nuestra población, como han hecho otros países, y hubiésemos utilizado terceras dosis para evitar cualquier disminución significativa de la eficacia de las vacunas, habríamos contenido a delta. Ahora nuestro problema no es ómicron, sino no utilizar las herramientas que tenemos, que son cada vez mejores.

Eric Topol es el fundador y director del Scripps Research Translational Institute, profesor de medicina molecular y vicepresidente ejecutivo de Scripps Research.

Traducción de Julián Cnochaert.

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