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Andalucía, de la California europea e imparable a la Revolución Verde

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, junto el alcalde de Sevilla, Juan Espadas.

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Me imagino recorriendo Andalucía con un grupo de corresponsales forasteros ávidos de conocer la Revolución Verde de Moreno Bonilla. Una experiencia que vivió Chaves Nogales y que envidio. Por los treinta, tuvo que mostrar por estas tierras la revolución comunista que aireaban los caciques, curas y serviles. En una ocasión estuve por la campiña con una incrédula comisión de agricultura del Parlamento europeo que también quería saber qué pasaba en Andalucía.

No la encontrarán, la Revolución es más morena que verde y no ha empezado más que en los papeles voluntariosos de sus asesores, en los de Iberdrola y en su propia facundia. Tampoco encontraron los periodistas franceses de Chaves Nogales la revolución comunista, ni los europeos, venidos tras la curiosidad que exportaba Sánchez Gordillo, la Andalucía Imparable; antes, ni rastro de la California europea.

Por aquí no cambia nada. Somos un poco más altos pero en la esencia seguimos muy iguales, sobrevivimos indolentes a todas las engañifas urdidas desde aquellas revolucionarias de los treinta. Es una salmodia o murga, típica y tópica, ahora televisada -porque ya tenemos canal - que suena como banda sonora de una inercia amorcillada que acompaña a Andalucía por los tiempos de los tiempos. 

Lo triste es que ahora que, de nuevo, suenan tambores y temores electorales, la sensación que algunos tenemos es que nada va a cambiar.

Si es que hay elecciones adelantadas. Desde San Telmo se aseguraba hace nada que serían a su tiempo. Nada los perturba, hay presupuestos prorrogables, la economía puede dar buenos datos y la oposición es bizcochable.

Estos días hay meneo, pero Moreno Bonilla se cree menos sus encuestas que sus atemorizados adversarios y, además, no sabe qué hacer con Ciudadanos, además de darles una cristiana sepultura, no en nichos sino en despachos.

Mientras tanto, la sensación es que no ha pasado el tiempo. La oposición anodina y blanda ha estado entretenida con la presencia de la extrema derecha y Moreno dejaba que se entretuvieran, al tiempo que su gobierno popular seguía inexorablemente su programa ultraliberal. Deterioro de la Sanidad Pública, a las bravas, de la Educación, con sutileza, urbanismo de siempre, ladrillo, bomberos forestales a la calle y, mientras, se vestía de verde. En definitiva, deterioro y entrega de la cosa pública en favor de la cosa privada. 

Moreno Bonilla llegó con el cambio debajo del brazo, pero reinó en que para qué. En realidad ha aprovechado la urdimbre creada durante cuarenta años por el PSOE, le ha gustado, le sirve su parral y se ha montado en lo alto. Y eso le vale para la política, la economía, los empresarios, los medios, los periodistas, intelectuales y culturetas, la televisión… Como le escuché al profesor Navarrete Urieta, brincando por los interminables pasillos de la Fábrica de Tabacos, en aquellos días del 23-F: “camisa vieja de lo que venga”, los que antes eran leales al socialismo de toda la vida, ahora lo son al PP. Sin despeinarse y sin bajarse del parral. 

A todo esto, saliendo del rincón de pensar tras el castigo electoral orgánico y por agotamiento del modelo, el PSOE no ve otra solución que volverse ecuménico y ponerse en el centro. Es fácil por el perfil del candidato pero un error estando en la oposición frente a un partido que no está centrado, ni Moreno es moderado, excepto con la ortopedia de los medios de comunicación del parral que ahora son pro PP y morenos. Sin embargo, a estas alturas no hay un socialista con luz que no sepa que las mayorías absolutas están pasadas de moda, que Ciudadanos está dando las boqueás y que solo con la ayuda de su izquierda pueden recuperar el parral. Pero a su izquierda persiguen sus sombras, y el andalucismo es, de nuevo, una vestimenta que se ponen casi todos para engatusar a incautos.

Dicen algunos que lo han frecuentado que Juan Espadas se da ya por derrotado frente al Ayuso del Sur. En realidad no se observan alternativas, sobre todo si Espadas cree que puede compartir presupuestos con la derecha ultraliberal y, pongamos, su ley del Suelo. Por eso, creo que poco o nada va a cambiar en Andalucía. Andalucía se ha convertido en el juego de la silla, y la que está en disputa, entre Moreno y Espadas, es la del centro. Moreno se lo cree y crece mientras Espadas espera que pare la música de repente y, con solo correr, poder sentarse en la silla. Las sensaciones van en la línea de un simple cambio en el PSOE: del peronismo rociero al peronismo cofrade. El rincón de pensar no parece haber sido bastante.  

A la izquierda del PSOE solo queda recomponerse, aprender del pasado, tanto de estar en la oposición como de cuando se estuvo en el gobierno -incluido en andalucismo- y ser capaces de ofrecer a los andaluces una izquierda posible y útil que permita a la gente vislumbrar que se puede ir más allá del parral y del juego de la silla. Es la única esperanza de remover a la derecha del Gobierno y de empujar al socialismo fuera de su inercia conservadora.

Si la única alternativa es Moreno Bonilla o un imposible viejo PSOE con su imposible mayoría de gobierno, incluso coaligados, Andalucía seguirá igual: un país anodino diseñado para fiestas, puentes, bautizos, bodas, bullas y procesiones.

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