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La guerra de los Sánchez

La ministra de Defensa, Margarita Robles, en una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, a 4 de noviembre de 2021, en Madrid, (España).

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Mi madre me decía: “Niño, no te metas en peleas”. Los niños de mi barrio, cuando había una, cantábamos: “pon, pon, pelea, el gato y la vieja”, como infantil desaprobación. Mi madre me dio uno de los mejores consejos de mi vida.

Los americanos y los rusos están a punto de meterse mano en Ucrania. Eso dicen. Además, cuentan e insisten los medios que Rusia (que no es comunista ni Putin -hijo de muchas cosas pero no de Stalin ni un dirigente revolucionario-) tiene ambiciones territoriales o de influencias.

La crisis, que huele mucho a bolillas de alcanfor y a decadencia, llena las páginas de los periódicos, y enardece a los amantes de las guerras y las banderas. Como si tumbar el Muro de Berlín no hubiera servido para nada, como si comprender las razones del otro no tuviera interés alguno.

España, que no está para guerras pero es miembro de la OTAN, se ha adelantado y aireado un fervor guerrero inusitado, muy aznarino, prometiendo aviones de guerra en Bulgaria y barcos, los más modernos, en el Mar Negro. Si hay que creer a los que saben ruso, los medios de aquel país se han hecho eco del voluntarismo español aunque no creo que teman especialmente a Margarita Robles.

Lo que está ocurriendo pone de manifiesto no la inexistencia de una política exterior y de defensa común en la UE, que también; además, la dependencia y seguidismo europeo de una, a su vez, decadencia senil estadounidense

Durante el aznarato, la gente de izquierdas o pacífica, en general, rechazó los ardores guerreros de José María. Ahora no se entendería que los mismos no rechazaran ese alarde español, esa exhibición.

En el conflicto predomina el acento vaquero de los americanos y solo muy de fondo se oyen voces desafinadas y múltiples europeas. Lo patético es que Josep Borrell, responsable de política exterior de la UE, que con ocasión del ridículo afgano reclamó fortalecer el pilar europeo de Defensa, se haya quejado de no ser ni convocado a las conversaciones ruso-americanas; mientras los gobiernos europeos se apresuran a ser los más americanistas en este aquelarre decadente que acontece en Europa.

Decadente porque lo que está ocurriendo pone de manifiesto, no la inexistencia de una política exterior y de defensa común en la UE, que también; además,  la dependencia y seguidismo europeo de una, a su vez, decadencia senil estadounidense.

Luego viene (coexiste) la incoherencia. La flota estadounidense navega a tope por las Islas Paracelso -un buque fue expulsado la semana pasada  de esas aguas por China-,  se hace presente por los alrededores de Taiwán, se implica en las masacres de Yemen por su aliado principal Arabia Saudí, o no acaba de dejar de malmeter en las fronteras de Siria con Turquía en un conflicto inacabable. Provoca en el golfo de Persia y amaga con Corea del Norte. En silencio.

Si esa es la política exterior española, Pedro Sánchez debería explicarla, mejor en el Parlamento, y sus éxitos también. Por ejemplo, cómo va lo de Marruecos

Dice el ministro de Asuntos Exteriores que la política exterior la marca su presidente. Tiene razón. Contesta a las protestas suaves de sus socios de Gobierno. Los socios entraron en el Gobierno sabiendo que estábamos en la OTAN, pero se supone que en la organización atlántica, que es democrática, se puede disentir y, además, se podrá afirmar que es un error que España sea paladina de los alardes y no un pilar dentro de la OTAN para buscar siempre la paz.

Si esa es la política exterior española, Pedro Sánchez debería explicarla, mejor en el Parlamento, y sus éxitos también. Por ejemplo, cómo va lo de Marruecos, más cerca que Ucrania, cuyo movimiento más importante ha sido mandar al rey a visitar el pabellón de Marruecos en FITUR. Sin ningún resultado, por cierto. No sé qué pensará el equipo económico, tan de turismo, con el futuro del turismo ruso en España, creciendo y con gran poder adquisitivo.

Lo peor sería que el alarde de Margarita tenga algo que ver con que los gurús del Gobierno piensen en clave doméstica, pretendiendo ocupar el lugar y rivalizar con la derecha y ultraderecha militarista. De momento, Pablo Casado le ha mostrado todo su apoyo a Sánchez. Lo del patriotismo en la reforma laboral, en la renovación del CGPJ o con los fondos europeos es otra cosa. Las guerras nunca salen bien; la de Sánchez le puede costar lo que le queda de munición.

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