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La sensación de asombro: cómo puede inspirarnos y hacernos mejores personas

Un bebé asombrado

Darío Pescador

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¿Alguna vez has mirado al cielo nocturno en una noche clara y te has sentido algo muy pequeño frente a la inmensidad del universo? O quizás se te han saltado las lágrimas con el movimiento coral de la novena de Beethoven, o la boca se te ha quedado abierta cuando te has puesto junto a un árbol gigantesco o has mirado a la bóveda de una catedral. Todo eso es el asombro. 

La palabra inglesa awe, a menudo traducida como asombro, es algo más que sorpresa. Es la sensación de insignificancia ante algo mucho más grande que nosotros, una revelación que no somos capaces de comprender con nuestros patrones actuales de conocimiento y nos obliga a romperlos y expandir nuestra comprensión. 

Por desgracia, esta palabra ha sido banalizada en el lenguaje coloquial para convertirse en awesome, que se puede traducir como “guay”. Pero eso no niega el que todos, en algún momento, hemos experimentado asombro y puede que nos haya cambiado la vida. 

Las charlas TED están pensadas (y muy pensadas) para generar esta sensación de asombro, llevándonos más allá de los límites de lo cotidiano. Sean los sorprendentes resultados del mayor estudio sobre la felicidad realizado, o la neuróloga que pudo observar su propio infarto cerebral, estas historias nos conmueven, nos transportan y nos inspiran. 

Lo mismo ocurre cuando vemos una película que nos produce profundas sensaciones como podría ser 'Forrest Gump', 'Avatar' o 'La vida es bella'. O quizá sea una ópera o una pieza de música, una pintura o un paisaje. Cada persona es sensible a una fuente de asombro particular.

Salimos de estas experiencias llenos de energía, con ganas de cambiar nuestra vida e incluso el mundo. ¿Qué está ocurriendo?

La ciencia del asombro

El estudio más famoso sobre el asombro corresponde a los investigadores Keltner y Haidt, que lo describen como una “percepción de la vastedad”, de ser pequeños frente al Gran Cañón o ante el artista excepcional y, además, la “necesidad de acomodación”, es decir, de ajustar nuestras expectativas y nuestras ideas preconcebidas para poder asimilar la nueva información que está entrando en nuestro cerebro y que creíamos que era imposible.  

El asombro no solo es una adaptación evolutiva útil, que nos permite adaptarnos a nuevos escenarios. También tiene efectos beneficiosos sobre nuestro cerebro. Se ha observado que la experiencia del asombro altera nuestra percepción del tiempo, reduce la impaciencia y nos hace sentir que tenemos más tiempo disponible. También nos conecta con los demás y nos impulsa a ayudar a otras personas y, por último, nos trae al momento presente y aumenta la satisfacción con la vida.

Los efectos prosociales del asombro también están bien estudiados. Después de contemplar ese atardecer o escuchar ese concierto en directo, nos sentimos mejores personas, y aumenta nuestra capacidad de compasión y gratitud, algo que se denomina autotrascendencia. Además, se incrementa la propensión a asumir riesgos y la aceptación de la incertidumbre. 

El neurólogo Beau Lotto, protagonista de su propia charla TED, estudió los cerebros de las personas mientras experimentaban el asombro producido por una actuación de Cirque du Soleil. Lo que su equipo de investigadores observó es que la actividad en el cortex prefrontal, responsable del pensamiento lógico y la atención, descendía, al tiempo que aumentaba la actividad en la red de modo por defecto, un circuito asociado con la ensoñación y la creatividad. También se incrementaba la actividad en el hemisferio derecho del cerebro, asociado con el ímpetu de actuar. 

En estudios posteriores, al inducir el asombro por medio de música, las personas se volvían menos dogmáticas y más susceptibles a comprender los puntos de vista de los demás.  

El lado oscuro del asombro

El asombro, como todas las emociones, puede utilizarse para el mal. Las música o los himnos militares o religiosos, o las ceremonias destinadas a ensalzar a los dictadores instrumentalizan el asombro para producir temor y controlar a las personas.

Esto ha llevado a la definición del asombro como amenaza, una emoción en la que se mezcla el miedo, y que se distingue del otro tipo de asombro porque no promueve sensaciones placenteras ni de cooperación, ni de control de la situación. Mientras que el asombro positivo nos hace más tolerantes a las transgresiones de los demás, el asombro negativo consigue lo contrario

¿Puede el asombro cambiarnos la vida? Parece ser que no siempre. El primer motivo es que los efectos se pasan rápidamente. Unos días después de una charla o una experiencia inspiradora, el cerebro vuelve a su estado habitual y los problemas cotidianos se imponen a nuestras ganas de cambiar el mundo. Por eso, los psicólogos insisten en actuar mientras nos dure la inspiración, o buscar el asombro continuamente en nuestra vida cotidiana.

El asombro tampoco funciona con todo el mundo. En experimentos con niños se ha visto que aquellos con rasgos narcisistas y egocentristas son menos capaces de experimentar asombro y no se ven los efectos prosociales en su conducta. Probablemente ocurra lo mismo con los adultos.

¿En qué se basa todo esto?

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