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Mayo 68. Caos en la Red

Begoña Huertas

Si al introducir cualquier término en un buscador de Internet es muy posible que consigas unos cuantos cientos de resultados, cuando el elemento de la búsqueda es algo tan popular y genérico como “mayo 68” la avalancha de información es desbordante, y caótica. Se impone entonces una labor de avance y de desbroce al mismo tiempo: desechar en primer lugar y a primera vista los enlaces inútiles, luego, ojeando páginas y siguiendo posibles referencias interesantes, saltar de link en link, retrocediendo después para volver a retomar el hilo anterior, seguramente para terminar abandonando este por otro, y así. En definitiva, el proceso vendría a ser equiparable en el mundo analógico a desechar basuras y plásticos de la Red, devolver al mar los peces diminutos y, por último, como pescadora y pescadera, eviscerar la pieza elegida, limpiarla y trocearla para exponerla al público. Así es como en esta ocasión, señoras y señores, el pescado lo traigo lavado.

El documental

Este documental, titulado Grands soirs et petits matins, fue realizado por el fotógrafo norteamericano William Klein que, durante los últimos días de mayo y primeros de junio de 1968, siguió a los estudiantes, cámara al hombro, por asambleas y manifestaciones. La película se muestra tal cual fue grabada, sin música añadida, sin juegos de imágenes ni de planos. La cámara se utiliza como podría utilizarse hoy un teléfono móvil. Y lo que escuchamos/vemos son en su mayoría debates, debates, debates; palabras, palabras, palabras. El póster revolucionario de estética retro se desengancha de la pared y ya no resulta tan decorativo. Ahora de pronto requiere atención, requiere el esfuerzo de escuchar y razonar. Son grupos de personas que no hacen otra cosa más que debatir. Mmm, ¿ya no parece tan divertido?

Los eslóganes ingeniosos de Mayo del 68 –aquí una selección- son como los tweets, eficaces, pero inevitablemente superficiales. En nuestro país se comenzó a criticar el movimiento 15M y todas las demás siglas que este convocaba por las interminables y aburridas asambleas; que así no podía funcionar un país, se comenzó a afirmar con ironía. En efecto el planteamiento de la pregunta del compañero o de la compañera por el que pedía la votación de si resultaba conveniente la votación de votar el planteamiento… a veces resultaba delirante. Sí gustaron al gran público, sin embargo, los aforismos escritos con rotulador en las marquesinas de las paradas de autobús, también las pancartas improvisadas colgando de la ballena de Sol. Toda esa imaginería de carteles y pocas palabras encaja limpiamente en la estructura de nuestro mundo-anuncio, y al espectador solo se le engancha si no se le exige demasiado y se le produce una satisfacción inmediata. Algo fácil. Por eso al principio el 15M gustó, después enseguida se vaticinó su decadencia.

Sin embargo los agoreros se equivocaron, porque cuando se comenzó a desmantelar la sanidad pública y la educación, cuando se recrudeció la situación para los más desfavorecidos, el 15M todavía seguía allí, animando a los ciudadanos a manifestarse, acompañando a las mareas (blanca, verde, negra) en sus marchas, pintarrajeando ingeniosos eslóganes pero también debatiendo para que no nos asfixie el pensamiento único ni se nos oxide la capacidad de razonar.

Claro que dialogan Mayo del 68 y el movimiento 15M. Inevitablemente. Aunque sea un diálogo de padre a hijo, de abuelo a nieto, aunque fuera desde un planeta a otro. Claro que se hablan. Otra cosa es lo que se digan. O siquiera que se entiendan.

Los carteles

El 16 de mayo de 1968 los estudiantes establecieron en la facultad de Bellas Artes el Atelier Populaire. Allí produjeron cientos de pósters con los que empapelaron después calles y fábricas. La autoría de estas creaciones de arte gráfico nunca fue reclamada por sus diseñadores. En el año 2008 se organizó una exposición donde se mostraron unas decenas de ellos, fue en el Hayward Project Space de Londres. Se calcula que en total se debieron de diseñar más de doscientas imágenes diferentes y, aunque se imprimieron cientos de miles de ejemplares, hoy son raros de encontrar.

En la web CreativeReview entrevistaron al organizador de la exposición, que era por cierto el dueño de los carteles, y afirmaba que el movimiento estudiantil quiso que estos pósters fueran anónimos y no tuvieran precio. Siguen siendo anónimos, sí, pero el dueño (que los donará a alguna institución) confiesa que mientras por algunos no pagó casi nada, otros le costaron “a lot of money”.

Internet –o la manera en que se introduce y circula la información en ella- es curiosa: en esta nota sobre la exposición es donde he encontrado las mejores imágenes de los carteles, las de mejor calidad. Sin embargo, ha sido en otra página donde se ofrece el mayor número de reproducciones de las obras expuestas. Y ahora viene lo que me parece sorprendente, y es que, siendo imágenes anónimas, colectivas, el sitio no duda en plantarles una marca con su nombre en la esquina inferior derecha ¿? Puedes verlo aquí.

La entrevista

Jean-Paul Sartre mantuvo una charla con la figura emblemática del Mayo Francés, el estudiante Daniel Cohn-Bendit, que contaba entonces 23 años. En ese diálogo el joven reivindicó la espontaneidad del movimiento y le replicó al filósofo que la formación de una vanguardia política significaría minar las bases de esa “efervescencia incontrolable”. Sartre terminaba diciendo aquello de que lo más asombroso que habían conseguido era “la expansión del campo de lo posible”, y les alentaba a no renunciar a ese logro.

Encontré la referencia en el blog de un profesor universitario chileno, lo que es muy de agradecer, sí, pero como ocurre en general en la Red, no cita la fuente (lo que origina un serio problema de veracidad. ¿Por qué creer lo que se cuenta ahí?). En otros sitios que mencionaban también ese encuentro citaban no la fuente original sino el lugar de donde lo habían tomado (de la Asociación de amigos de la cultura panorámica, por ejemplo), cosa que tampoco sirve si en ese lugar al que nos remiten, de nuevo, no se especifica el origen del texto.Después de muchas vueltas al fin llego al diálogo completo y al dato que me interesa: la charla se reprodujo en una edición especial de Le Nouvel Observateur, el número 183, publicado el 20 de mayo. El problema ahora es que el lugar en que está alojada la entrevista entera es un tanto “incierto”, incluye decenas de palabras destacadas dentro del propio texto que en lugar de enlazar a contenido te llevan a anuncios de ADSL.

De modo que sigo buscando algún sitio más fiable donde poder leerlo. Descubro fragmentos de la conversación aquí y allá, pero no el texto completo (hablo de páginas en español). Después de más vueltas al fin lo encuentro reproducido dignamente, y con cita de la fuente, en el blog personal de un joven matemático chileno que trabaja como investigador en un laboratorio francés. También lo encuentro íntegro en un PDF de la Universidad Autónoma de México, en esta ocasión formando parte de una obra más extensa que recoge otros escritos del filósofo francés.

Hazte a la idea: es 1968 en París y tú eres un estudiante. Estás sentado entre el público de la Facultad esperando que llegue Jean-Paul Sartre. Ya entra en la sala, avanza hacia el estrado acompañado por un montón de gente. Vamos allá.

Diálogo entre Jean-Paul Sartre y Daniel Cohn-Bendit.

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