La alegría de un fado
El mismo día en que Rajoy recibía en la Moncloa al luso Passos Coelho, otro vínculo fructificaba –este sí, seguro– entre el país vecino y el nuestro: Carlos Saura recogía el Premio Luso-Español de Arte y Cultura. A decir verdad, ya lo sabíamos desde el pasado mes de octubre, cuando el jurado, (compuesto por tres miembros españoles y tres miembros portugueses), decidió concedérselo por la película Fados (2007).
José María Martín Valenzuela, Trinidad Nogales Basarrate y Pilar del Río Sánchez, junto con João de Melo, Inês Pedrosa y Patrícia Reis valoraron la película como un importante medio de divulgación del fado como expresión cultural portuguesa. Hasta tal punto que fue incorporado en noviembre de 2011 a la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, inclusión que se relaciona de algún modo con la difusión que ha promovido el cineasta.
Este sí, entonces, es uno de los lazos que nos ligan a los portugueses: como en el fado, hacer del lamento un arte y obtener de la fatalidad provecho.
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