La captura del verano

La crisis lo mastica casi todo para engullirlo o escupirlo. Y de ambas operaciones mecánicas se sale mal metabolizado. Han echado el cierre editoriales, fundaciones, revistas, galerías, productoras y librerías. Estaban ahí. Con letreros, direcciones y declaración de propósitos. Nacieron, se hicieron fuertes, parieron buenos proyectos y murieron antes de lo que se esperaba. Porque la crisis, esa especie de tétanos descontrolado, ha ido directa al sistema nervioso de nuestro entramado cultural. Y cuesta encontrar una vacuna efectiva.

Por eso, cuando nos enteramos de que la librería Railowsky de Valencia da hospedaje a una impresionante exposición fotográfica, entendemos que hay maneras de forcejear durante más de 25 años, tanto en las buenas como en las malas circunstancias. Se trata de una serie de fotografías que Paco Moltó tomó, allá por la década de los ochenta, en la playa valenciana de Las Arenas, de la que precisamente toma el título esta muestra.

Este fotógrafo valenciano heló en estas instantáneas un pellizco de lo cotidiano, de la naturalidad más expresiva, de la sencillez del verano. Según Carlos Pérez, comisario de la exposición, “ha sido uno de los escasos fotógrafos que, alejándose de visiones folclóricas y nostálgicas, ha realizado una crónica fidedigna de ese espectáculo de la costa que, afortunadamente, se sigue representando cada verano”.

Por su parte, el director de la revista La Félix Troyana, Manolo Portolés, define Las Arenas como un “particular cóctel de instantes, impresiones, visiones y sensaciones, sin inmutarse, con los pies en la arena, o quizás en el albero, como un torero, cámara en mano, y entrando a disparar”, y a su autor como “un valiente en la escena de la vida, que muestra con frescura y madurez lo cotidiano, lo común, lo sencillo, lo habitual… y que, como hemos visto, el paso del tiempo convierte sus fotografías en documentos de gran valor”.

Esta serie fotográfica continuará expuesta hasta el 7 de mayo y constituye un verdadero viaje al interior de lo cotidiano, tomando el acompasado pulso de la tradición de Cartier-Bresson y Robert Frank, y defendiendo, como él mismo manifestó en alguna ocasión, el blanco y negro para expresar las dos alternativas de la humanidad: la esperanza y la desesperanza.