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Ni de pie ni sentados

Luis Magrinyà / Luis Magrinyà

¿Cuántas veces habremos leído, sobre todo en traducciones, pero no solo en ellas, una frase como la siguiente?:

“Abrí la puerta y ahí estaba ella, de pie, en el umbral”.

¿O alguna otra así?:

“Estábamos sentados estudiando en la biblioteca cuando

Respecto al primer caso, y como bien se demuestra en este educativo vídeo casero, lo esperable es que, cuando abrimos una puerta, nos encontremos a una persona de pie (lo de ahí estaba ella también tiene lo suyo, por cierto). Otra cosa sería que nos la encontráramos sentada, tumbada, o haciendo el pino: éstas serían posturas realmente inesperadas y, por tanto, dignas de mención. Sin embargo, no es raro encontrar en las novelas y otros escritos especificaciones del todo inauditas:

“Entré en la cocina y lo vi de pie fregando los platos” (bueno, así es como generalmente se friegan los platos, ¿no?).

“Lo encontré de pie en el jardín” (tal vez esperábamos encontrarlo… ¿cómo?).

“De pie junto a la ventana, contemplaba el paisaje” (¿estaba muy baja la ventana? ¿Había que sentarse o tumbarse para mirar por ella?).

“Estábamos de pie en la calle cuando oímos un ruido muy fuerte” (¿solemos estar de otro modo en la calle?).

Vamos ahora con lo de estar sentados. Por las mismas, encontramos en muchos textos enfáticas indicaciones de esta posición cuando realmente no sabemos qué precioso dato aportan. Hay cosas que se sobrentiende que hacemos sentados, y otras que da exactamente igual si las hacemos sentados o no.

“Y ahí estaba él, sentado en un sillón” (para eso sirve un sillón, ¿no? ¿Y el ahí estaba, que parece un organismo simbiótico de los de pie y los sentados?)…

“Me hicieron pasar a una sala donde estuve sentado hasta que me llamó una enfermera” (¿realmente le interesa a alguien que te sentaras?).

“Después de comer, seguimos sentados en una larga tertulia de sobremesa” (comer, tertulia, sobremesa… ¿para qué queremos más?).

“Subí por la escalera principal hasta salir a donde ella estaba sentada” (sin comentarios).

Esta manía por las posturas tiene sin duda su origen en una absurda falta de confianza en el verbo estar, debida a una ingenua traducción (o a una traducción “de diccionario”) de los verbos utilizados en otras lenguas que no disponen de nuesto estupendo doblete ser/estar. No solo el inglés adolece de tal carencia, pero es al inglés sobre todo a quien debemos esta obsesión hispánica. Como el inglés no tiene verbo específico para estar, utiliza stand y sit para expresar aquello que en español expresamos con estar. Pero resulta que stand tiene un rasgo de significado incorporado (‘de pie’), así como sit (‘sentado’), y de este modo los ingleses recurren a uno u otro verbo según la ocasión lo requiera. Pero lo que en inglés es obligado en español es simplemente un parásito. Nuestro estar cubre de sobra, en la inmensa mayoría de los casos, el significado que pretendemos abarcar.

Hay muchos traductores que han entendido desde hace tiempo este parasitismo semántico, hacen buen uso del verbo estar y nos ahorran oportunamente extrañas informaciones sobre posturas. Algunos han entendido además que a veces la mejor traducción de sit –y también de stand– no es ni siquiera estar, sino esperar (algo que, por cierto, acostumbra a hacerse de pie o sentado). “Me hicieron pasar a una sala donde estuve sentado hasta que me llamó una enfermera” tiene una mejor solución en “Me hicieron pasar a una sala donde esperé (o estuve esperando) hasta que me llamó una enfermera”. Y a lo mejor ese “Lo encontré de pie en el jardín” es en realidad “Lo encontré esperando en el jardín”.

Sería, en fin, conveniente, antes de decir de alguien que está de pie o sentado, pararse un momento a pensar si es realmente necesario. Lo sobrentendido y lo superfluo están mejor en sus madrigueras, da igual si de pie o sentados; no hay ninguna necesidad de sacarlos de ellas.

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