Un reconocimiento intempestivo

Hace apenas seis años un joven se disponía a escribir un libro sobre su barrio y, en busca de materiales que le pudieran ayudar, acudió a una subasta en Chicago. Allí, por un precio que a la postre resultaría irrisorio, adquirió un archivo de fotografías encontradas tiempo atrás en un guardamuebles. Por entonces no podía sospechar que esa colección determinaría parte de su futuro, ya que había descubierto la obra fotográfica de Vivian Maier. La noticia es que a partir del próximo 8 de mayo podremos disfrutar de una exposición itinerante producida por Dichroma Photography, comisariada por Anne Morin y programada en la sala San Benito de Valladolid. En ella que se mostrarán nueve películas en Super8 y 120 fotografías rescatadas de los 100 000 negativos que Maier llegó a atesorar.

La misteriosa fotógrafa vivió entre Chicago y Nueva York, capturando imágenes de los suburbios y los rostros que poblaron aquellas calles. Sin embargo, se ganaba la vida como niñera, y a lo máximo que pudo aspirar fue a una pequeña habitación en la casa donde cuidaba a los niños, espacio en el que acumuló libros de arte, esquelas de periódicos y una cantidad ingente de negativos que no podía permitirse revelar.

Hoy es reconocida como una mujer de innegable talento para retratar su época a través de la fotografía, pero ella murió sin saberlo, en la más absoluta soledad y pobreza, dos años después de su descubrimiento. Consuela pensar, al menos, que no todas las historias de reconocimientos tardíos dejan este regusto amargo. Siempre nos quedará Sixto Rodríguez.