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“Mi literatura busca que no haya una enseñanza moral”

Audrée Wilhelmy, autora de Las sangres, en el festival Bookstock.

María Iglesias

“Querría que mi diario explicara que la decisión de morir por el placer de un hombre es algo que viene de lejos, que se remonta a antes de este hombre en cuestión e incluso a antes de los demás”.

Son palabras de un personaje femenino, Abigaëlle Fay, una de las siete mujeres de Barba Azul inventadas por Audrée Wilhelmy, la quebequesa autora de la novela Las sangres, que ha presentado en el festival de música y literatura Bookstock de Sevilla. Más palabras:

“Entonces me da una fuerte bofetada y me caigo de mis puntas. Es él quien me levanta tirándome del pelo (…) me dice que le gustó ver morir a su primera mujer (…) Así es como se me ocurre la idea de dejarlo que me mate”.

Sólo estos párrafos causan una repulsión mucho mayor que la descripción del goce del protagonista masculino de Las sangres, Féléor Rü, al lamer el deforme pie lleno de ampollas, de su mujer bailarina. Porque el efecto de literatura y realidad como espejos enfrentados ilumina a tantas que de verdad mueren. Pero la escritura atrapa e interroga sobre la idea entrega amorosa en obras conmovedoras.

Laura Sandoval, una de las editoras de Hoja de Lata, editorial que publica el texto de Wilhelmy, subrayó lo positivo de la llegada de este libro, en el contexto social “de auge global del MeToo y la reacción feminista en España frente a la que está cayendo”. Un panorama que el auditorio sobreentendió de violencia machista, sentencia benévola con la violación en manada y desigualdad sistémica.

“Es una suerte que justo en este momento -incidió Sandoval- Audrée Wilhelmy dé la vuelta al clásico en que las mujeres eran víctimas del ogro para escribir esta novela feminista y erótica en que ellas hablan, deciden, sueñan e imponen su voluntad al Barba Azul/Féléor, reducido a personaje pasivo que ellas van moldeando paso a paso”. Muerte a muerte. Asesinato a asesinato.

¿Puede que sus mujeres crean desear sus asesinatos, pero que la sumisión extrema se la inocule desde la infancia el patriarcado?

Es una lectura posible y válida. Pero no la única y debo admitir que no la mía. Aclaro que la novela fue publicada en Quebec hace siete años en un contexto distinto al actual. No la escribí teniendo en mente lo revelado por el movimiento #MeToo, esencial y necesario. Sino que en ella –como en la anterior y dos siguientes- exploré un territorio de pulsiones oscuras, con la mayor libertad, y ofrezco a los lectores textos abiertos para que ellos también creen aportando sus reflexiones e interpretaciones.

¿Asume lo controvertido de una propuesta que plantea como emancipador que mujeres, por su voluntad, pidan a su marido que las asesine?

Soy consciente. Las sangres no es el libro que escribiría hoy. De hecho, no es el que estoy escribiendo. Pero que el tema resulte controvertido no me sorprende, ni me molesta. Yo elijo explorar territorios de controversia. En El cuerpo de las bestias (2017) la niña, de 12 años, vive sola en el bosque y pide a su tío que la inicie en el sexo al ser el único cerca. Me preocuparían objeciones literarias, técnicas. Mi literatura, a diferencia de los cuentos clásicos, busca que no haya enseñanza moral.

¿Cómo concibió esta novela?

Ya había escrito la primera, Oss (2011), dentro de mi licenciatura en Creación literaria y Las Sangres fue proyecto de doctorado. Deseaba inventar un universo que me permitiera crear voces femeninas diferentes. Como me atraía mucho el universo del Barba Azul, la elección me resultó evidente.

¿Desde cuándo y por qué escribe?

Desde los ocho años. Antes dibujaba para expresar las historias que me habitaban. La imaginación ha jugado siempre un rol central en mi vida, la ficción es mi modo de entender el mundo. Imagino que por eso escribo, para desentrañar el universo algo extraño que contengo y dialogar con la realidad.

¿Por qué ha dicho que hoy no escribiría Las sangres?Las sangres

Cuando la escribí tenía 24-25 años y estaba en un periodo totalmente distinto. Los veinte pasan rápido y nos transforman. Hoy ya no me planteo las cuestiones de entonces y no sentiría necesidad de escribir esta obra. Sin embargo, pienso que sigue alentando discusiones interesantes, abriendo la vía a interrogantes esenciales sobre las pulsiones y la sexualidad femenina. Así que soy feliz de haberla escrito.

La relación entre las siete mujeres –y otras secundarias- es siempre de envidia y competencia. Hasta llegan a la muerte por desbancar a las otras en el amor de Féléor ¿No se planteó alguna complicidad, soronidad?

No en esta novela. Pero justo estoy trabajando sobre la sororidad en el libro que escribo ahora.

¿Qué le parece el que si el autor de Las sangres fuera hombre, hoy -según dijo en la presentación- no pudiera publicarla?Las sangres

En realidad, pienso que también habría podido publicarlo pero que habría debido afrontar mucha mayor controversia. Aunque, debo remarcar que en mi novela el consentimiento femenino es nítidamente explícito.

En España, una autora feminista como Laura Freixas, ha abierto el debate de la relectura crítica de clásicos como Lolita de Nabokov, ¿qué le parece?Laura Freixas, ha abierto el debate de la relectura críticaLolita

No puedo ahondar en la controversia en España sobre Lolita, pero pienso que es peligroso evaluar un libro escrito en otra época en función de criterios actuales.

¿Cómo lleva que, en presentaciones como la de Sevilla, le pregunten “cómo alguien que parece buena persona escribe escenas sexualmente perversas”?

Es una pregunta extraña que nace del poso de machismo que vincula a la mujer con su apariencia, sin disociar su imagen de su obra. Pese a ser una total privilegiada en mi carrera y contar con la atención de los medios, siempre existe de fondo esta curiosidad asociada a “la mujer joven”. Imagino que es inevitable, he aprendido a no darle importancia. Pero es cierto que sería implanteable a un autor hombre.

186 páginas con estructura en siete partes, cada una de tres (descripción de Féléor de su mujer, el diario de ella interrumpido y conclusión del marido), con un vocabulario preciosista, medievalista, ¿qué papel da a lo formal?

Para mí, la clave del trabajo es construir el artificio literario. Lograr con la lengua el desfase entre su universo y la realidad. Moldear los libros con gran voluntad estética, seleccionando vocabulario preciso desde la libertad gramatical. La sucesión de las siete mujeres es el modo en que Féléor se va convirtiendo en monstruo, desde la primera, una adolescente que fantasea la relación de los dos.

El libro es un collage de diarios, los personajes escriben de otros, quieren que escriban de ellos y reflexionan sobre la escritura. ¿Para usted la literatura es más un exorcismo de las pulsiones oscuras (pp.120 ) o exploración que trasladar a la vida real?

La literatura debe jugar ambos roles: ser espacio de exploración para exorcizar horrores y espacio de sueño, que permite poner en escena una realidad que desearíamos que aconteciera. Pero, más importante aún, veo plantear preguntas, obligar al lector a interrogarse para aprender más intensamente del mundo que le rodea y de él.

Llama la atención, por la crisis de la industria cultural global, que la solapa destaque que tras Oss y Las sangres vive dedicada a escribir. OssLas sangres

En Canadá, hay subvenciones a los artistas. Se solicitan y conceden periódicamente. Nunca sabes de antemano si las tendrás pero, de momento, me permiten consagrarme a la literatura.

Su libro llega a España por la conversación entre su editora, la traductora Luisa Lucuix, descubridora aquí de otras quebequesas como Gabrielle Roy y Dominique Scali. ¿Sigue la cadena?

¡Oh, ya lo he hecho! He recomendado obras a mis editores españoles y entre otras les he dejado una muy hermosa novela de Dominique Fortier sobre la poeta Emily Dickinson, Les villes de papiers, que es magnífica, poética y muy dulce. Un refugio de calma en medio del torbellino vital. Bella escritura de una mujer sobre otra, también escritora.

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