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La mayoría de las ONG españolas emplea mensajes que refuerzan estereotipos sobre los países pobres

Un captador de socios para una organización social, en la Gran Vía. S. H.

Icíar Gutiérrez

Acabar con la pobreza en algunos lugares del mundo es una “cuestión de necesidades y caridad”, frente a una cuestión de derechos y justicia. Los países ricos “tienen un papel activo” en proporcionar ayuda y los empobrecidos, un rol pasivo a la hora de recibirla. La relación entre ellos “es vertical”, no horizontal. Son algunas de las ideas predominantes en la sociedad que se refuerzan con los mensajes lanzados por la muchas de las ONG de cooperación al desarrollo que trabajan en España, según un estudio publicado recientemente por la organización ONGAWA.

De acuerdo con la investigación, en la que se han estudiado las estrategias comunicativas de más de 80 organizaciones para conocer cómo tratan de implicar a la ciudadanía en sus actividades con campañas o en las redes sociales, solo una minoría, una quinta parte de las ONG analizadas, maneja un discurso alternativo que promueve una relación “más horizontal” con los países empobrecidos que no solo busca la ayuda económica de los ciudadanos, “sino su compromiso profundo” para cambiar esta situación.

“Al formar parte de una sociedad y una cultura que comprende de una manera el desarrollo y la economía, tenemos que hacer mucho esfuerzo para comunicar de otra manera, no es fácil”, resume Itziar Rosado, coordinadora del estudio, en una conversación con eldiario.es. De ahí el nombre que eligieron para el documento, elaborado a partir de entrevistas y estudios de caso: Nadie dijo que fuera fácil.

Para comprobar qué valores están reforzando las ONG españolas, ONGAWA se ha apoyado en un trabajo elaborado en Reino Unido en 2012 en el que los investigadores utilizaban el concepto de marcos, esquemas mentales usados para interpretar la realidad. “Todo lo que decimos y hacemos las ONG activa o refuerza unos marcos u otros, transformadores o conservadores, y por eso no es lo mismo hablar de justicia que de ayuda, de cambio colectivo o de donación individual”, sostiene Rosado.

Al discurso alternativo contraponen el más tradicional, de carácter asistencialista, que apela a la existencia de unos países donantes poderosos y a unos receptores “agradecidos”, dependientes, y donde la pobreza se explica por sus propias “deficiencias”.

Este tipo de mensajes buscan que los socios y colaboradores se comprometan con donaciones económicas y “baja implicación personal”, promoviendo la solidaridad “como un objeto de consumo accesible y fácil de conseguir”, reza el documento. A menudo, la principal contribución que se espera de la gente es que dé dinero o pertenezca a la ONG, lo que, apuntan, se aborda “desde una lógica de marketing, no de cuestionamiento” de la realidad, hábitos de consumo o compromiso político.

“Cuando hablamos de hambre o pobreza como una necesidad, una especie de maldición, y solo ofrecemos a quien nos escucha la posibilidad de hacer una donación individual, ahí estamos reforzando un marco hegemónico conservador que no invita a la implicación, ni a la reflexión sobre las causas”, recalca Rosado.

Así, la mayoría de las organizaciones estudiadas presentan un discurso tradicional, o a medio camino entre este y el alternativo. Los mensajes de carácter asistencialista suelen predominar, además, en las organizaciones de mayor tamaño, de acuerdo con el estudio, que ha contado con la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

“Reforzamos que la pobreza es inevitable”

El análisis de los mensajes de las ONG en las redes sociales refleja que un grupo mayoritario de organizaciones se refieren a los países del sur como “receptores pasivos de ayuda”, lo que, indican los autores, remite a ideas que “naturalizan” la desigualdad. Este tipo de discurso, asimismo, no hace hincapié en el origen político de los problemas y los presenta de forma aislada. Tampoco “hace visibles las capacidades de los actores del sur para liderar sus propios procesos de cambio y resalta las limitaciones por corrupción de las élites o la influencia de la religión”, agrega.

Además, omite “la responsabilidad de las personas e instituciones” de los países ricos en la situación de los más empobrecidos, sostienen los autores. “Cuando dices que tenemos la solución, cuando das mensajes de que gracias a los esfuerzos millones de personas pueden comer, cuando resbalamos hacia el 'necesitan tu ayuda'... presentas a las personas de los países del sur como carentes de alternativas e invisibilizas la responsabilidad política de las del norte, por ejemplo en el cambio climático o el modelo de producción”, indica Rosado.

“Hemos cambiado hacia terminologías mucho más correctas pero al no contar esto, reforzamos que la pobreza sucede porque es inevitable y no tiene que ver con nosotros. Entonces pensamos: 'Qué bien que hacemos algo', pero no lo hacemos desde la corresponsabilidad”, apuntala.

Por el contrario, las ONG que apuestan por un discurso alternativo, incorporan en su estrategia comunicativa contenidos que sí hacen referencia a esta relación: explotación de recursos naturales, venta de armas, deuda externa, etc. En este sentido, la coordinadora del estudio pone como ejemplo las campañas que vinculan la preocupación de algunas personas por el consumo de azúcar y las consecuencias de su modelo de producción en terceros países. “Lo que no funciona es culpabilizar, hay que apostar por retos que están muy al alcance de la gente: la ropa que te pones, tus elecciones como consumidora...”, explica.

“Desactivar estos marcos es especialmente difícil, porque no es tanto lo que decimos, sino lo que no decimos: lo que hace referencia al sistema. No es por lo que hacemos, nuestras maneras, sino porque no las acompañamos de otras que permitan a la ciudadanía tener otra vinculación con las organizaciones, más profunda y significativa. Por eso estar alertadas es tan importante... y tan difícil”, opina Rosado.

Compatibilizar captación de fondos y transformación

El hecho de que se usen de forma frecuente términos como “necesidad” o “ayuda”, frente a otros como “derechos” o “justicia”, suele obedecer, dice el documento, a que las organizaciones priorizan sus objetivos de recaudar fondos a los de transformación social. En este sentido, también recuerda la década de recortes que ha experimentado la política pública de cooperación española, en la que ha perdido más del 70% de sus recursos. En España hay más de 700 ONG que trabajan en cooperación, según la Coordinadora de ONGD.

“Cuando decimos que la solución es 'Dona' o 'manda un SMS', no invitamos un cambio estructural, estamos transmitiendo muchas veces el mismo consumo que hay detrás de la pobreza y el hambre”, esgrime Rosado. “Si reproduces modelos de compra y venta en tus propuestas, porque todavía necesitamos los recursos, hay que equilibrarlos a la vez con otros”. Una de las conclusiones del estudio, que pretende ofrecerse como una herramienta de reflexión al sector, es que dentro de muchas organizaciones que participan hay un debate abierto sobre cómo hacer compatibles los objetivos de captación de fondos y de transformación de la realidad.

Dos de cada tres entidades estudiadas apuestan por estrategias de incidencia política, esto es, influir en las políticas públicas. El estudio destaca el peso de las organizaciones grandes, “con propuestas políticas más orientadas a la solución de problemas que a la transformación” del sistema. “Para poder ser escuchado en espacios de incidencia necesitas ser grande y para ser grande, necesitas dinero”, dice Rosado. También, el estudio destaca la apuesta de las ONG por unirse con otros movimientos, organizaciones y causas.

Asimismo, los autores subrayan que la “insatisfacción” por la dificultad de lograr resultados es casi generalizada en las organizaciones más pequeñas con discursos menos tradicionales, porque su modelo “se formula en torno al logro de cambios profundos en el sistema y las personas”.

La coordinadora destaca, no obstante, que durante su elaboración se ha encontrado con “muchas organizaciones que están trabajando internamente para cambiar” estas lógicas. Los autores apuestan por nuevas formas de “comunicar, participar e influir” desde el prisma de lo que dentro del sector se conoce como la educación para la ciudadanía global.

“Es fundamental ser conscientes de los valores que estamos activando desde nuestros canales de comunicación para no promover, sin querer, valores contrarios a la ciudadanía global. Muchos mensajes refuerzan un modelo hegemónico de orden social, relaciones de poder y económicas, que es realmente el que tiene que cambiar”, concluye el documento.

Rosado resalta la importancia de que los ciudadanos se impliquen para que la realidad pueda cambiar, más allá de participar en proyectos y actividades específicos de las ONG. “A veces tenemos tanta prisa por que los cambios sucedan, que vamos por delante de la gente. Tenemos que ser generosos con nuestros espacios, a lo mejor se tarda más, pero se reflexiona con más gente, y se activa su pensamiento crítico”, sentencia.

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