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La cultura, al resguardo de los Mallos de Riglos en el Prepirineo

La cultura, al resguardo de los Mallos de Riglos en el Prepirineo
Zaragoza —

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Zaragoza, 16 ago (EFE).- En tiempos de pequeños aforos, butacas vacías y distancias reglamentarias, la cultura se abre paso al resguardo de los Mallos de Riglos, en el idílico enclave zaragozano de Murillo de Gállego, que da la bienvenida al Festival Manhattan.

Su estreno este fin de semana coincide con un momento de incertidumbre, pero el director de escena Alberto Castrillo-Ferrer, quien impulsa la cita junto al gestor cultural Víctor López Carbajales, lo asume como un reto: “Cuando es fácil, tiene menos sentido”.

Así que tras tres décadas en el mundo del teatro pone en marcha uno de sus sueños, un festival que acerca a este pueblo del Prepirineo -su tierra natal- el teatro, la danza, la música y el cine durante tres fines de semana de agosto y septiembre.

“Llega ese momento en el que te gustaría unir tus dos pasiones, el lugar de donde son tus antepasados con toda esta naturaleza y el teatro, que son cosas que generalmente no van muy unidas”, señala a Efe el director e intérprete, quien quiere romper con la creencia de que las artes escénicas siempre están ligadas a la ciudad.

¿Por qué llamarlo Manhattan? Porque cualquiera de los participantes del festival podría ser ese grupito de jazz que actúa en un café de la isla neoyorquina. Y, de paso, es momento de demostrar que “lo popular y el entorno rural no están reñidos con lo exquisito”.

“Los contrastes son lo que más sorprende al espectador”, reflexiona el director de este encuentro que tiene como lema “actuaciones exquisitas en entornos sorprendentes”.

Con la imponente formación geológica de los Mallos de Riglos como telón de fondo, la compañía Gato Negro ha sido la encargada de llevar a escena este sábado “Los restos del naufragio”, una adaptación de Carlota Pérez-Reverte de “La comedia de los enredos” de Shakespeare.

Una representación con la que Castrillo-Ferrer pretende evidenciar “una vez más” que el teatro y las artes escénicas son “el ocio más seguro que hay”.

Además de las reglamentarias mascarillas y la distancia entre espectadores, la razón es sencilla: “Es muy fácil controlar al público; tenemos las reservas con nombre, apellidos, con su situación y sabemos quién está a metro y medio del siguiente”.

El proyecto de convertir a este municipio a orillas del río Gállego en una “pequeña isla cultural” durante varios fines de semana venía de lejos pero la pandemia “ha reforzado las ganas de hacerlo realidad” porque le ha dado sentido a su profesión.

“Al igual que los sanitarios nos han cuidado el cuerpo y han curado a la gente, nosotros somos médicos del alma. En estos momentos de bajón, de tristeza o de incertidumbre, los actores servimos, desde el principio de los tiempos, para dar alegría, hacer preguntas, entretener y hacer reír”, razona el artista.

Una apuesta por enriquecer todavía más esta zona, famosa por el turismo activo, con una propuesta cultural que mira a un formato de festival -de tamaño medio y mucha calidad- muy habitual al otro lado de los Pirineos.

El festival continuará el 5 de septiembre y el fin de semana del 18 y 19. Entre las propuestas, la proyección del documental “Ara Malikian, una vida entre las cuerdas”, el jazz de Thomas Kretzscgmar Gipsy Quartet, el espectáculo “Vida” de Javier Aranda, las voces de las francesas Les Poupées Gonflées y las peripecias de tres náufragos circenses en “Isla”, de la compañía D'Click.

Si algo tienen claro los organizadores es que el Festival Manhattan nace no solo con vocación de continuidad, sino con la intención de “no perder nunca el espíritu de ilusión”, tampoco este año, cuando tanto se necesita.

Inés Escario

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