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¿Y si hablamos claro?

Integrantes y colaboradores de Enmedio, en la acción "Paro Monumental"

Esther Sánchez

Como cada primer martes de cada mes, también el pasado 4 de junio celebramos el preceptivo ritual de conocer los datos del paro registrado. A diferencia de otros meses, en esta ocasión desde el Ministerio se había preparado una campaña de de comunicación dirigida a que los ciudadanos percibieran que este martes sería distinto, que este martes tendríamos buenas noticias después de unos meses durísimos en los que habíamos visto como el paro llegaba a registros históricos.

Fue una comparecencia castiza: “febrero revuelto, marzo ventoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso”...La cifra de desocupados registrados en las oficinas de trabajo en el mes de mayo había bajado en 98.265 personas respecto el mes anterior. Una reducción de un 1'97%, la mayor bajada de un mes de mayo desde hacía décadas.

Cantos de sirena que nos dicen que podemos dejar de sufrir, que todo empieza a estar bajo control y que, por fin, se empieza a ver el resultado de una acción de gobierno en la que es necesario confiar porque “es lo mejor para nosotros”.

Pero quizás algunos de los que no dejan de preocuparse habrán tenido oportunidad de leer y analizar todos los datos. Y para empezar quizás hayan descubierto un dato difícil de entender en este juego de prestidigitación que es la estadística: respecto al mes de mayo de 2012 el paro se ha incrementado un 3'75%, concretamente en 176.806 personas.

Así pues, ¿el paro sube o baja? Baja respecto el mes de abril, pero sigue subiendo respecto al año pasado. De hecho, en términos desestacionalizados el paro respecto el mes de abril sólo baja en 265 personas.

¿Cómo es posible que el paro haya subido respecto el año pasado pero el número de contratos registrados haya subido un 2'9%? Aquí es dónde se empieza a dibujar el estéril perfil de nuestro mercado de trabajo. Se ha incrementado la rotación en la contratación, igual que se incrementa la temporalidad y la parcialidad.

Sólo un 7,47% del total de contratos suscritos durante el mes de mayo son indefinidos. Durante los primeros cinco meses del año la cifra de contratos indefinidos ha disminuido un 13'9%, mientras que los contratos temporales con jornada a tiempo parcial se han incrementado un 31'99%. La conclusión es devastadora: no baja de manera significativa el número de personas en paro y, en cambio, se apunta a una tendencia a la baja en la calidad de la contratación.

Algunos dirán que es lógico, natural y bueno. Dado que la nueva economía no es generadora masiva de puestos de trabajo lo que hace falta a partir de ahora es repartir los puestos de trabajo existentes. Y esto pasa por la desintegración de los contratos: más contratos temporales, más rotación, y menos horas. Otros quizás dirán que, sea al precio que sea, lo importante es que el mercado de trabajo se empiece a mover y que el paro vaya bajando.

Debemos ser plenamente conscientes de algunos de los elementos que se esconden o que pueden confundirse en este movimiento. De acuerdo con los datos de la EPA, en Cataluña el descenso de la ocupación respecto al año anterior ha sido del 5'6% y el de la población activa un 2'6%. Si a esto le sumamos el hecho de que 8 de cada 10 parados se mantiene en el paro y que en los próximos años empezaremos a ver como los cambios demográficos alteran de manera estructural la dinámica de la población activa, no es difícil prever el coste que esta crisis y su gestión tendrán en nuestro futuro más inmediato.

Quizás sea el momento de explicar con claridad que no lograremos parámetros de ocupación equiparables a los de 2007 hasta más allá de 2020. Un dato que no puede tener un efecto narcotizante o inmovilizador porque es necesario actuar con acierto, responsabilidad, y urgencia. De lo contrario el mercado de trabajo que estamos construyendo difícilmente contribuirá a la sostenibilidad de nuestro sistema de bienestar, ni a nuestro crecimiento y productividad. En otras palabras, un mercado de trabajo temporal, parcial, e inestable, se traducirá inevitablemente en un sistema de protección social temporal, parcial e inestable, y en una sociedad profundamente herida por la precariedad.

Es el momento de desenmascarar las dinámicas perversas sobre las que se ha fundamentado nuestro sistema productivo y de relaciones laborales. El cúmulo de intereses diversos, y a menudo divergentes, configuran agendas ocultas que dificultan la posibilidad de construir consensos. La nula capacidad de escucha activa que nos impide entender lo que hacemos y lo que hacen los otros, y en consecuencia, de vencer resistencias y generar cambios. Quizás ello explica la deficitaria calidad democrática de un sistema que se ha construido y ha crecido bajo el paraguas de los derechos individuales, y no de la noción del bien común y del valor compartido.

Es necesario romper este ritual. No podemos seguir atrapados cada mes por un porcentaje estadístico que nos deja como estábamos. Y una vez atrapados no podemos permitir que quedemos cegados por variaciones numéricas que siguen dejándonos como estábamos, mientras se va deteriorando la calidad del mercado de trabajo.

Deleuze afirma que la única ética es estar a la altura de los acontecimientos. Exijamos pues un poco de ética.

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